Cazadores furtivos

Entre los grises de la ley irrumpen en campos y hacen su negocio

Productores agropecuarios sufren la invasión de sus propiedades de forma permanente y padecen las consecuencias. Una de ellas es la caza de animales, algo que no se traduce en una eventual condena, ya que el castigo implica penas insignificantes.

En esa zona gris, entre el delito menor y la simple contravención, los intrusos hacen de los campos ajenos sus propios cotos y montan sus negocios con fines deportivos propios o para terceros, o comerciales, como la venta de carnes exóticas.

Mientras muchos propietarios denuncian casos de cuatrerismo, destrozos, saqueos e, incluso, intimidaciones. Las consecuencias son irrisorias. Hoy, que un cazador ingrese sin permiso a un campo o dispare un ciervo fuera de temporada no es un delito, sino una infracción.

Luego se encuentran los animales autóctonos, como el ñandú, el carpincho, el puma, el yaguareté, zorros, maras, peludos, zorrinos, vizcachas o mulitas, entre otros, que son especies protegidas por la ley nacional de fauna silvestre. Matarlos es un delito.

Muchas veces, los cazadores con galgos “matan todo lo que se cruza”, según explicó el fiscal Robert, que con 22 años de trayectoria se considera proteccionista de la fauna silvestre. 

En 2023 procesó a más de 50 cazadores furtivos y los envió a juicio, lo que lo convirtió en el fiscal que más cazadores procesó en la provincia de Buenos Aires por violación a la ley de fauna silvestre.

Los productores, a su vez, denuncian el robo de ganado bovino, ovino y porcino, balas perdidas que mataron vacas y caballos, rotura de infraestructura y de silobolsas, incendios intencionales, robo de herramientas y saqueos de propiedades, entre otros. 

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matías avramow

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