Las papas fritas, icónicas en la comida rápida, han sido señaladas por el Departamento de Nutrición de la Universidad de Harvard como una “bomba de más de 500 calorías cargada de almidón”.
Aunque la papa como alimento aporta carbohidratos saludables, su versión frita contiene hasta un 30% de grasa.
Los expertos recomiendan no comer más de seis papas fritas por comida, algo difícil de cumplir dado el consumo habitual.
1) Papas fritas
Gaseosas y bebidas endulzadas con azúcar son una de las principales causas de obesidad y enfermedades metabólicas.
En países como Francia, al hígado graso se le conoce como “la enfermedad de la gaseosa” debido a la relación directa entre el consumo de estas bebidas y la esteatosis hepática.
Pero sus daños no terminan ahí: hiperactividad, aumento del riesgo de infarto, diabetes, hipertensión, fragilidad ósea, cáncer de páncreas y próstata, debilidad muscular y problemas neurológicos forman parte del panorama.
2) Bebidas azucaradas
Desde que la Organización Mundial de la Salud las calificó en 2015 como “probablemente cancerígenas”, las carnes rojas y procesadas han estado en el centro de la polémica.
Además, juegan un papel clave en la epidemia de obesidad.
Por ejemplo, el salchichón contiene 454 kilocalorías por cada 100 gramos, junto con grasas saturadas que deberían consumirse con moderación.
3) Carnes rojas y procesadas
El pan blanco y sus derivados (pan de molde, pan de hamburguesa, etc.) suelen percibirse como alimentos tradicionales, pero en realidad son ultraprocesados.
La harina refinada carece de los nutrientes del grano completo, especialmente del salvado, rico en fibra alimentaria.
Por ello, los nutricionistas insisten en priorizar las harinas integrales para una dieta más saludable.
4) Harinas refinadas
Suelen elaborarse con harinas refinadas y grandes cantidades de azúcares añadidos, incluso cuando se utilizan endulzantes naturales como la miel.
Según la OMS, el azúcar añadido no debe superar el 10% de las calorías diarias, es decir, menos de 50 gramos en una dieta de 2.000 kcal.
Un solo yogur azucarado puede acercar a ese límite en una sola porción, convirtiendo a los postres industriales en un riesgo silencioso para la salud.