La expresión popular que fue acuñada por el abuelo de un presidente argentino
“El que avisa no traiciona”
La historia comienza en la Batalla de Caseros. Cada año, desde hacía dos décadas, el gobernador de la provincia de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas presentaba su renuncia al cargo a sabiendas de que sería rechazada. Era su forma de renovar el poder. Sin embargo, en 1851, Urquiza pateó el tablero y la aceptó.
Entre las causas de la ruptura entre ambos estaba la negativa de Rosas de organizar constitucionalmente el país como se había previsto en el Pacto Federal de 1831 y el hecho de que había imposibilitado la libre navegación de los ríos interiores perjudicando de esa forma a los ganaderos del interior.
La proclama de Urquiza significó una declaración de guerra. El 3 de febrero 1852, en la provincia de Buenos Aires, en la zona que hoy es conocida como El Palomar, ocurrió el enfrentamiento.
Entre los comandantes que dirigían el ejército del Restaurador se encontraba el general Ángel Pacheco, uno de los militares más prestigiosos de la historia Argentina. Las tropas que estuvieron bajo su mando jamás perdieron una batalla.
Pacheco se casó con María Dolores Reinoso y tuvieron seis hijos, entre ellos Elvira Pacheco. Ella fue esposa de Torcuato de Alvear y madre de Marcelo Torcuato de Alvear, el presidente argentino.
La relación entre Pacheco y Rosas, que tenían una estrecha amistad, tuvo un punto de quiebre: la batalla de Caseros. Momentos antes del enfrentamiento, el militar decidió no participar en la lucha. Algunos historiadores dicen que lo hizo porque se había cansado de las órdenes contradictorias del Restaurador.
Al conocer la decisión del jefe de su ejército, Rosas habría gritado encolerizado: “¡Traidor!”. A lo que Pacheco habría respondido: “El que avisa no es traidor”. Esta frase atravesó casi dos siglos de la historia argentina y derivó en la expresión popular “el que avisa no traiciona”.
Después de la batalla de Caseros, comenzaría una nueva etapa en el país. Urquiza convocaría a los gobernadores de las provincias y firmarían (menos Buenos Aires) el Acuerdo de San Nicolás, un pacto que sentó las bases de la organización nacional y fue el antecedente de la Constitución de 1853. Pero esa es otra historia.