El argentino Ricardo Coler todavía recuerda su primera impresión de los Mosuo. Era 2005. Había llegado a la aldea principal de la comunidad china tras una travesía extensa. Cuando finalmente llegó a su destino, un pueblo remoto a la vera del lago Lugu, una mujer salió a recibirlo.
Cayó en mis manos una revista italiana que tenía un artículo sobre este lugar. Me interesó mucho. Siempre me había cuestionado cómo sería una vida totalmente diferente, cómo sería ver las cosas desde una perspectiva completamente distinta. Pensaba que si hay algo que se mantiene en todas las sociedades, sea que manden las mujeres, sea que una mujer tenga muchos hombres o un hombre tenga muchas mujeres, si hay algo que es permanente, ese algo tiene un valor diferente, es propio del ser humano y no es una construcción social ni cultural"
Coler conoció un pueblo donde la tierra, el dinero y las casas son únicamente propiedad de las mujeres. Donde, además, los hijos solo dependen de ellas, no existe el concepto de padre y “la libertad sexual es absoluta”.
Con la sexualidad el tema es así: como los hombres no tienen casa propia, es el hombre el que visita a la mujer por su casa de noche. Todas las mujeres tienen en su puerta un gancho, y los hombres usan boina. ¿Por qué? Porque cuando un varón va a visitar a una mujer, se saca la boina y la cuelga en el gancho, para que el resto de los hombres sepa que esa mujer está con él. Pasa la noche y a la mañana vuelve a la casa de la madre.