Alan Kronik tiene 28 años y es porteño. Llegó en octubre pasado a Israel para hacer un máster y vive en el centro de Tel Aviv, en un departamento que comparte con dos compañeros.
“Nunca me imaginé vivir algo así. No es normal lo que pasó hoy... Es histórico. No es normal que lancen 130 misiles sobre Tel Aviv: no sólo por la lejanía desde Gaza, sino por lo que implica Tel Aviv como ciudad”.
“Había oído el rumor de un ataque de Hamas, algo que también había pasado el día anterior y no había sucedido, cuando de repente empezaron a sonar las alarmas. Ahí, nos fuimos al búnker”.
Como suele ocurrir en todas las viviendas que hay en Israel, en el departamento de Alan hay un búnker: un tercer cuarto con paredes y ventanas especiales.
“Teníamos todo cerrado. Escuchábamos los estruendos, los bombazos y no teníamos claro si era la Cúpula de Hierro o si cuando volviéramos a salir a la calle, la cuadra iba a estar destruida”.
“Fue la primera vez para todos en el búnker. Nadie se esperaba esto. El conflicto escaló muy rápidamente y en forma desproporcionada. Hace unos días estábamos en paz, celebrando el fin de la pandemia, sin barbijos y de repente eso”.