Sergio Daniel Gómez tiene 35 años, mide 2,26 metros de altura y es considerado el hombre más alto de la Argentina.
Su altura y su constante crecimiento son algunos de los efectos de la enfermedad que posee desde que nació: Gigantismo, un tumor de hipófisis que provoca que su cuerpo secrete hormonas de crecimiento de manera excesiva.
Durante su infancia en Candelaria, Misiones, era el más alto del jardín de infantes y para cuando cumplió 12 ya medía 1,95. Sin embargo, a pesar de la altura que alcanzó, nunca deja de crecer.
A los 18, Gómez se mudó a Buenos Aires con un amigo para probar suerte y descubrió que podía ganar plata con su altura: “Cuando caminaba, la gente se me acercaba a preguntarme: '¿Me puedo sacar una foto con vos?'".
Hace dos años que la situación de salud de Gómez empeora: “Me diagnosticaron tarde, ya no pueden operarme. Me tengo que mantener con remedios porque el tumor de hipófisis avanzó mucho. Mientras, no dejo de crecer".
Actualmente, toma pastillas para achicar el tumor y en cuanto los médicos se lo permitan, comenzará a aplicarse cada 28 días una inyección que tiene una función similar. El problema es que cada aplicación sale más de $100.000 y su familia todavía no sabe cómo va a hacer para pagarlo.