La sharia es el sistema legal islámico que en árabe significa literalmente “el camino claro hacia el agua”. Es un código de conducta que determina todos los aspectos de la vida de los musulmanes, con normas que van desde las plegarias hasta los ayunos o las donaciones a los pobres.
Por ejemplo, un musulmán que vive en un país laico y no sabe qué hacer si un colega lo invita a tomar algo después del trabajo - porque el alcohol está prohibido en el islam- puede recurrir a un estudioso de la sharia en busca de consejo, para asegurarse de actuar dentro del marco legal de su religión.
Se basa en una combinación de fuentes: el Corán -texto central del islam- las enseñanzas y la conducta del profeta Mahoma, y las fatuas -los pronunciamientos legales de los académicos islámicos-.
Hay muchas versiones de la sharia y su implementación varía enormemente en el mundo islámico. “La sharia puede diferir en lo que no es tan explícito en el texto coránico o las tradiciones proféticas, como por ejemplo la forma de interpretar cómo se castiga”, explica Ignacio Gutiérrez de Terán, director del Departamento de Estudios Árabes e Islámicos y Estudios Orientales de la Universidad Autónoma de Madrid.
Pero también aclara que “hay una serie de normas básicas tomadas de los mensajes coránicos que son literales, como por ejemplo la que habla sobre el adulterio, donde todas [las versiones] van a decir que está prohibido”.
Lo mismo ocurre en cuanto a la vestimenta: mientras que la tradición dicta el principio de la modestia tanto para hombres como mujeres, en la práctica, cada interpretación de la sharia llega a conclusiones diferentes.
Una interpretación literal y extrema significa la obligación de llevar la burka, que cubre a la mujer de pies a cabeza. En el caso de los hombres, una lectura más extrema los obliga a dejarse la barba y mostrar solo los pies, las manos y la cara.