A pesar de las crisis recurrentes, Argentina es un semillero de unicornios. Así se llama a las empresas que superan el valor de los mil millones de dólares y que todavía no cotizan en bolsa.
Junto con Brasil, Argentina concentra el 86% del valor del ecosistema en América Latina y el Caribe. Pero, ¿cómo se explica que que el país dónde tantos jóvenes talentos emigran porque no encuentran un futuro sea la cuna de este tipo de empresas?
Según la exsenadora María Eugenia Estenssoro, en Argentina se dio una “tormenta perfecta” porque el contexto económico hostil terminó generando una resiliencia y capacidad de adaptación en los emprendedores. Además, la tradición educativa y científica de calidad les dio las herramientas para aprovecharlo.
Julia Bearzi, directora ejecutiva de la fundación Endeavor, coincide en la oportunidad que la economía del conocimiento supone para la Argentina, pero también ve luces de alerta. “Los unicornios aparecen por la Argentina y también a pesar de la Argentina”, dice.
Aunque la situación económica en el país suele ser mala, las restricciones en el mercado local hacen que los empresarios tecnológicos tengan que pensar sus negocios con ambición por lo menos regional y, muchas veces, global, lo cual termina siendo una ventaja, opina Bearzi.
En Argentina, el crecimiento de las empresas tecnológicas se está acelerando. Desde su fundación en 1999, a Mercado Libre le tomó ocho años llegar a la valuación de mil millones de dólares. La fintech Ualá, en cambio, lo logró en apenas cuatro años.
Su fundador, Pierpaolo Barbieri, dice que la economía del conocimiento es “soja digital” porque es un producto fácil de exportar, que genera dólares y que no necesita de grandes inversiones de capitales extranjero para desarrollarse. Pero sí se necesita, según él, facilidades para atraer capital y crear empresas sin las enormes trabas burocráticas que existen ahora.