Black Mirror y esa extraña necesidad de grabarlo todo
Hay un capítulo de Black Mirror del que siempre me acuerdo. Es uno en el que los personajes tienen unos implantes del tamaño de un grano de arroz, colocado detrás de una oreja, que registra absolutamente todo lo que hacen, ven o escuchan. Este dispositivo luego permite navegar entre las memorias, pudiendo volver a la que se desee cuantas veces se quiera e incluso permite detectar aquello que originalmente se pasó por alto.
Como Black Mirror es Black Mirror, la trama del episodio sin mucho esfuerzo encuentra la forma de volverse oscura. La serie se caracteriza por tomar algún aspecto de cierta tecnología—que generalmente nos resulta familiar—y arrimarnos al abismo, dejando ver qué pasaría si diéramos apenas un pasito más. Tantas otras veces directamente nos deja caer en él.
Este capítulo, “The Entire History of You”, se estrenó a fines de 2011. Apenas unos meses después se lanzaría la campaña de Kickstarter de la diminuta cámara Memoto (luego rebautizada “Narrative Clip”), que estaba diseñada para ser llevada como un colgante que tomaba automáticamente una foto cada 5 minutos durante dos días con una sola carga de batería. El objetivo de la campaña se cumplió en apenas 4 horas y al final se lograron obtener 550 mil dólares, once veces más que lo que se buscaba.
Este Clip, lejos de ser el primer dispositivo destinado al celoso registro de lo cotidiano (también conocido como “lifelogging”), era uno más en una lista que llegó a incluir una cámara de Microsoft diseñada para ayudar a personas con pérdida de memoria. Google, por su cuenta, hace algunos meses anunció Clips, casi una heredera espiritual de la Narrative Clip. Y, como ahora está de moda ponerle “inteligencia artificial” a todo, optó por incluir software en la cámara que analiza lo que registra y decide si es relevante o no. En base a su relevancia es que opta por capturar una imagen o ignorarla. Así la cámara aprende caras y trata de tomar más fotos de esas personas y menos de quienes no reconoce.
Pero esta cámara, a diferencia de la otra, no fue pensada para ser llevada encima sino para ser colocada en algún rincón y capturar “momentos especiales”. De hecho, su mercado objetivo es tanto el de padres que no quieren perderse un sólo momento de sus hijos como el de entusiastas de las mascotas, igualmente obsesionados por no perderse de nada.
Si bien puede no ser obvio a primera vista, este es el primer producto de Google que utiliza “inteligencia artificial” que sí o sí debe funcionar correctamente. Es decir, si el algoritmo falla, la cámara se vuelve inútil. Esto es porque a diferencia de productos anteriores que depositaban en el usuario la tarea de revisar entre miles de imágenes para identificar lo relevante, Google está apostando no sólo a que la cámara misma lo haga sino a que lo logre en el momento mismo en que sucede.
Parte de la popularidad de Black Mirror se explica por la forma en que sus episodios parecen adelantarse, incluso para el asombro de sus guionistas, a sucesos que luego se dan en la vida real. Desde Trump ganando las elecciones a pesar del calibre de sus comentarios (como en el episodio “The Waldo Moment”) o China implementando un sistema de evaluación de sus ciudadanos, Black Mirror muchas veces recién logra su efecto completo cuando parecen cumplirse sus premisas distópicas.
“The Entire History of You” no es la excepción. Es uno de los capítulos más recordados por los seguidores de la serie, probablemente porque nos remite a lo que vemos todos los días, desde hace ya muchos años. Parece natural que surja una industria de los recuerdos acompañando a una sociedad donde cada día se asienta más la convicción de que todo está siendo grabado, todo el tiempo. Black Mirror sólo nos hace poner la atención justo ahí.
En esta temporada recién estrenada hay otro episodio titulado “Arkangel” en el que se muestra a una madre que luego de un susto con su hija pequeña decida implantarle un sistema que permite ver lo que ella ve y saber dónde está en cada momento. Sólo la descripción parece una receta para el desastre. Este episodio, dirigido por Jodie Foster, tímidamente muestra las ramificaciones de violentar la privacidad de otra persona, incluso cuando se trata de un niño que aún no concibe a la privacidad. El derecho a un mundo privado no debería ser vedado con tanta soltura.
Tampoco hay que tomar a la serie con tanta seriedad y dedicar tantas tesinas a analizar cómo en tal o cual predicción la serie dio en el blanco. “No conozco a ningún escritor de ciencia ficción que realmente quiera ser un profeta”, decía Asimov en 1980. “Los escritores logran su cometido no al acertar en sus predicciones, sino al hacer resonar —en historia tras historia— que la vida [en el futuro] será diferente”.
Black Mirror, sin embargo, parecería desafiar la máxima asimoviana e insistir, historia tras historia, en que es la vida en el presente la que nos resulta parecida.