La carrera que vino del futuro
Una competencia en Parque Sur puso a prueba a pilotos de drones capaces de acelerar hasta los 160 kilómetros por hora; en su primera edición, asistieron 300 espectadores
Las llaman el deporte del futuro, y hace algunos años que se corren en Estados Unidos y Francia, donde cuenta con entidades oficiales, corredores estrella, y se transmiten por la cadena ESPN. Y aunque el juego parece salido de la galaxia muy muy lejana de Star Wars, ya lo tenemos a la vuelta de esquina. De hecho, a fines de noviembre se realizó en la ciudad de Buenos Aires la primera edición vernácula de una carrera de drones al aire libre.
“Me enteré de los drones de carrera hace unos dos años, en YouTube. Encontré el video de una competencia en un bosque en Francia cuyo título era Carrera de Star Wars en la Vida Real. Dije: ¡Guau, yo quiero eso!”, cuenta Gustavo Iglesias, uno de los 27 participantes de la Drone Racing BA (DRBA), una competencia que se realizó en una pista de más de 400 metros de longitud con obstáculos y trazados de velocidad en Parque Sur, y que fue diagramada bajo normas de la International Drone Racing Asociation, que da su sello a las ligas más importantes de esta disciplina.
La organización contó además con el asesoramiento de quienes recientemente realizaron una exhibición indoor en el evento Campus Party, que reunió a geeks de todos los colores.
Iglesias recuerda que su aventura comenzó con un drone de juguete por el que pagó menos de 100 dólares, y que pronto le comenzó a picar el bichito de tunearlo para hacerlo mejor y más rápido. Explica el dronero, como llaman en la jerga a los que vuelan estos aparatos.
Los drones de carrera usan un motor trifásico que entrega mucha más potencia que los de los drones tradicionales. Puesto en cifras, los que se usan para carreras pueden alcanzar una velocidad cercana a los 150 kilómetros por hora.
Santiago Nardin, conocido entre los droneros como “Guy”, es uno de los corredores top de nuestro país y, haciendo gala de su estatus, se alzó con el segundo lugar en el podio de DRBA sólo por detrás del chileno Felipe Prieto. Nardin enfatiza su pasión por volar, pero también por el armado de drones.
Sin embargo, no es requisito ser un geek hecho y derecho para formar parte de este mundo. Los participantes coinciden en que es factible comenzar a meter mano en los drones sin la necesidad de tener amplios conocimientos técnicos. “Hoy está todo en YouTube, no hay ningún secreto. Todos arrancamos así, más allá de que alguno venga del palo de la electrónica y la computación. Cualquier persona puede hacerlo”, sostiene Iglesias.
Piloto y spotter
No obstante hay que notar que quien desee volar y tunear un drone de carrera deberá destinar un presupuesto que ronda los 1000 dólares, cifra que incluye el vehículo preparado para la carrera, el mando, y también las gafas First Person View (FPV), un accesorio cardinal en esta práctica.
Las siguientes son algunas de las cifras en la planilla de DRBA 2016: 27 corredores, cerca de 300 espectadores y una inversión aproximada de 300.000 pesos. Según nota Juan Pablo González, el organizador de esta carrera en la que también participaron E6A Team y la firma Drone 4K, la apuesta fue bastante grande por tratarse de una primera edición.
“En la Argentina nadie había hecho una carrera con estándares internacionales. Nos fuimos empapando y en un plazo medianamente récord armamos esta carrera, en 3 o 4 meses”, cuenta.
Quienes se acercaron a Parque Sur aquel tormentoso fin de semana porteño fueron testigos de escenas que parecían salidas de una película. Los corredores controlando estos colibríes mecánicos con las manos firmes en un joystick, y portando unas gafas que les permiten ver desde la perspectiva del drone.
Detrás de cada competidor, y en cada una de las mangas, una suerte de copiloto (a quien llaman spoter, observador, en español) que canta lo que ocurre en el aire más allá de lo que los corredores pueden advertir desde sus gafas. Además, un juez controla el tiempo de las vueltas, también atento a los requisitos de los participantes, por ejemplo al grito de ¡Video!, con el que anuncia si ha perdido la imagen o si sufre interferencias.
Como un pájaro
“Lo que nos mueve es la adrenalina que te genera volar uno de estos bichos. Es lo más parecido a ser un pájaro, a volar libremente con todas las maniobras que requiere, a diferencia de un drone comercial. La limitación del bicho son tus dedos. Lo que puedas maniobrar es lo que el drone va a hacer. Además se pueden hacer mil piruetas, esto queda en la habilidad de cada uno”, dice Iglesias.
González observa que el deporte exige “una preparación física y mental”, algo que se comprende cabalmente al calzarse las gafas FPV. “No te voy a decir que son pilotos de caza, pero tampoco esto es como pilotear un helicóptero de juguete. Son equipos que van de punta a 160 kilómetros por hora”, explica el organizador.
Ahora bien, ¿cómo lograr que el evento sea también atractivo para los espectadores? Con este objetivo en próximas carreras esperan añadir algunos avances como la posibilidad de que los espectadores se calcen gafas para sintonizar el canal de cada uno de los corredores, así como las pantallas gigantes que muestren las capturas de las cámaras en pista y tomas aéreas. Para los sedientos de show, González anticipa que en 2017 desean extender el alcance de una modalidad bien atractiva: las mangas nocturnas, con pistas y drones maquillados con luces LED.
Además de la esperada segunda edición de la carrera, el año próximo se realizarán exhibiciones bajo techo y al aire libre, e incluso clínicas donde se enseñará cómo armar y manejar estos drones. Los interesados en participar sólo deben googlear los nombres, organizaciones y firmas que aparecen en esta nota para acercarse a esta disciplina, que tiene a un grupo de entusiastas que se reúne cada fin de semana en Ezeiza. Y si el convite no resulta lo bastgante atractivo, habrá que esperar la llegada de otras modalidades que ya se practican en el mundo. Por ejemplo, la guerra de drones, combates aéreos donde estos bichitos se tiran con misiles cargados de pintura y procuran esquivar el manchón, triste sinónimo de la derrota.