La pantalla vista como un patio de juegos
Hay que reconocer que palabras como SMS, videojuegos o Facebook, que hace una década podían parecer sacadas de un libro de ciencia ficción, hoy están incorporadas al diccionario cotidiano de casi toda la población. Es decir que la ciencia fue haciendo realidad lo que los hombres anticiparon en sueños y fantasías.
Sin embargo, aún hay muchas personas que continúan considerando que las novedades fundadas en bases estrictamente técnicas no han de conducir a los paraísos soñados. Y hasta ponen en tela de juicio sus ventajas.
Existe una vacilación entre dos mundos muy semejantes y, al mismo tiempo, muy distintos entre sí: el de la comunicación virtual y el de la comunicación personal. Entre ambos, en ese vaivén, surgen diferentes opiniones y opciones.
Algunas personas afirman, por ejemplo, que conexión no es sinónimo de comunicación, sino de superficialización en las relaciones. Por lo cual no se conectan, en el sentido tecnológico del término, sino que más bien dicen preferir el contacto personal y defienden las posibilidades que brinda un encuentro cara a cara, o la voz en el teléfono.
En cierto modo, esta es una temática que concierne al mundo de fantasía, a la capacidad de juego y de creatividad. Todos conservamos un niño en nosotros, más o menos dispuesto para salir al patio-pantalla a jugar.
Pero en última instancia, todo depende de las características de la organización intrapsíquica, de cada sujeto, de la modalidad de sus vínculos y de la expresión de sus producciones en la cultura.
También hay quienes afirman que se sienten invadidos en su privacidad a través del uso de estos nuevos canales.
Nuestro lugar en tanto analistas no implica ni diagnosticar ni juzgar a alguien por su mayor o menor uso de las tecnologías de la comunicación, sino simplemente poder usar esa herramienta como un dato más en el conjunto de la organización de la personalidad.
En todo caso nos preocupa si le provocan sufrimiento al sujeto y, en ese sentido, habrá que analizar los conflictos subyacentes para aliviarlo de su sufrir.
Finalmente reconozcamos que todas estas innovaciones son codiciadas por unos y temidas por otros, pero que despiertan el asombro de todos.
Ana Rozenbaum