Llegan las mascotas robóticas

En "A Boy's Best Friend", traducido a nuestro idioma como "El mejor amigo de un muchacho", de Isaac Asimov, los padres de Jimmy festejan la llegada de un cachorro terrier escocés proveniente de la Tierra que, según dicen, "está vivo de verdad". El niño hace un berrinche allí en la Luna, su hogar, aduciendo que prefiere a su compañero de acero. "Pero, papi, no sabemos qué hay dentro del perro ni cuáles son sus sentimientos. Puede que también finja", se queja el pequeño y abraza a su mascota robótica.

En la imaginación de Asimov hay, al menos, un par de aciertos. Por un lado, la comercialización de una jauría de robots prestos a desplazar a las mascotas reales es una tendencia en algunos países y podría expandirse a más mercados en un futuro no muy lejano. Por el otro, el haber sospechado que estos seres mecánicos serán capaces de despertar cariño en el ser humano. Incluso más que un perro o un gato.

Afecto eléctrico

Andan en cuatro patas, aceptan con gusto la caricia, ronronean y se acuestan en el regazo de su dueño. Hay que decir, sin embargo, que no respiran. La artificialidad puede ser percibida como un atributo: no hay que bañarlos ni sacarlos a pasear, no muerden, no es necesario seguir a rajatabla un calendario de vacunación y no implican gasto en alimentos. Tampoco mueren, aunque hay quienes se aferran tanto a estos compañeros que, créase o no, se han celebrado funerales cuando los circuitos del robot ya no resisten reparación. En rigor, algunos usuarios japoneses hicieron ceremonias de entierro cuando fue discontinuado el soporte técnico para Aibo, paradigma entre las mascotas robóticas.

Engendrado en el vientre de Sony, Aibo tuvo su primer prototipo en 1998 -casi un cuarto de siglo después de la publicación del cuento de Asimov- y llegó al mercado un año más tarde. Agotó la primera tanda de 5000 unidades en sólo 20 minutos. La mayoría de los modelos tuvieron estética canina e incluso uno de ellos (la serie ERS-7M3) reconocía el idioma español. Tanto este robot como el humanoide Qrio fueron discontinuados en 2006.

"Estoy muy entristecida por el hecho de que Sony ya no desarrolle robots. Los prefiero antes que a las cámaras", dijo una de las accionistas a The Wall Street Journal.

Pepper, un robot de la firma SoftBank Mobile, es capaz de reconocer las emociones de su dueño, y su fama va en aumento. "A riesgo de desilusionarte, él no hace la limpieza, no cocina y no tiene superpoderes. Pepper es un robot social capaz de conversar contigo, reconocer tus emociones y reaccionar ante ellas, moverse y vivir en forma autónoma", explican los responsables de este desarrollo que, vale decir, no imita el cuerpo de un perro o un gato, sino el humano.

Otro caso es Paro, una foca bebe también célebre en Japón. Según explica Marcela Riccillo, doctora en Ciencias de la Computación y referente en nuestro país en el campo de la robótica y la inteligencia artificial, Paro "se usa actualmente en casas para ancianos o para gente sola y tuvo (o sigue teniendo) un uso importante para los sobrevivientes del terremoto y posterior tsunami de 2011". En esta línea, Takanori Shibata, inventor de Paro, dijo a LA NACION que su desarrollo no puede ser descripto como una mascota. "Paro es un dispositivo médico-neurológico, no un juguete, aunque puede ser usado como una mascota en el hogar". Hay estudios que afirman que el trato con estas mascotas mitiga males como el estrés y la depresión; ninguna novedad, puesto que lo mismo se dice de las mascotas reales. Sin embargo, el crecimiento de las ciudades deriva en viviendas cada vez más pequeñas y no propicia la convivencia hombre-animal. Tanto, que en países como Estados Unidos, Japón y Corea del Sur, existen cafés con gatos que se pasean entre las mesas, para alentar, al menos en forma temporal, el trato con mascotas y paliar un hecho cada vez más generalizado: la prohibición de animales en los edificios y condominios.

En esta encrucijada, la robótica podría ofrecer una solución. Jean-Loup Rault, investigador de la Universidad de Melbourne y especialista en comportamiento de animales domésticos, sostiene que dentro de no mucho los robots reemplazarán a las mascotas. En un artículo publicado en la revista Frontiers in Veterinary Science, escribió que la falta de espacio en las grandes urbes y los gastos que suponen las mascotas de carne y hueso son las variables que justificarán el giro. "Es difícil imaginarlo para nuestra generación porque es algo nuevo. Pero las nuevas generaciones podrían considerar a las mascotas robóticas como algo normal de su entorno", dice.

Rault sostiene que, en efecto, los perros son buenos para los seres humanos, aunque descree que la relación sea recíproca. "¿Nosotros somos buenos para ellos? -se pregunta-. ¡Cuántas historias hemos escuchado de niños que piden una mascota a sus padres y pronto se cansan de los cuidados que éstas requieren! Una mascota robótica podría ser más adecuada para acompañar temporalmente a los niños. En Necesitamos robots felices, una conferencia en TEDxBarcelona, Riccillo preguntó al auditorio: "¿Qué sentirá un niño que es criado por una máquina sin sentimientos, sin experiencia, sin ética, sin cariño para darle? ¿Y qué consecuencias tendría si el niño sintiera cariño por este robot que va a buscarlo a la escuela y que le prepara la comida?". La especialista da cuenta de una experiencia realizada en la Universidad de Washington, donde se puso a un grupo de niños a jugar con un robot y en un momento determinado se lo encerró en un armario. Desde su claustro, el robot pedía a los gritos salir. "En vez de decir «Danos el robot que queremos seguir jugando», los niños dijeron «Pobrecito, dejalo salir»".

"La inteligencia artificial es el área de estudio que comprende la capacidad de interactuar con el medio, es decir, recibir información del entorno y reaccionar en consecuencia. Eso ya existe y consta de varias temáticas, pero a grandes rasgos serían el procesamiento del habla, la visión artificial y el aprendizaje automático. Esto ayuda a la humanidad en muchos aspectos. Lo que no existe es la inteligencia artificial completa: los robots no tienen sentimientos ni conciencia. Nadie sabe si esto va a existir", sostiene Riccillo.

La especialista tiene una mirada positiva sobre la robótica y señala que si alguna vez existiera la conciencia artificial, los robots serían ayudantes de la humanidad. En la otra vereda, Steve Wozniak, cofundador de Apple, dijo a The Guardian que la evolución de los robots conducirá a que los seres humanos nos convirtamos en sus mascotas. Rault concluye al respecto: "La de Wozniak es una idea única e interesante, aunque no creo que los humanos seamos capaces de predecir qué estamos creando con la inteligencia artificial".