Lo uso siempre, excepto para leer
Para qué uso el celu? En realidad es más fácil decir para qué no lo uso. Pero, sí, lo uso para hablar por teléfono (¿a que no se lo imaginaban?); para escuchar música mientras hago ejercicio; para recibir mails y chequear Facebook y Twitter cuando no estoy con la compu; para jugar mientras estoy en la sala de espera de un médico; para mandar mensajes de texto; para entretener a mi nieto con el gato que habla; para ver la hora (fundamental); para encontrar una dirección y que me guíe; para saber la temperatura; para buscar el restaurante que ofrezca lo que tengo ganas de comer y que esté cerca; para sacar fotos a los productos de la competencia; para grabar las ideas que me aparecen de repente; para lucirlo; para darle órdenes con mi voz y que me obedezca.
Seguramente obtenga mejores fotos con una cámara digital, lea mails más cómoda en la computadora, el software de un GPS sea más eficiente que el del celular y podría usar un reloj, pero con un smartphone de 100 gramos llevo todo esto en mi cartera.
¿Qué no hago? No leo libros porque me cansa la vista. Tampoco hago planillas electrónicas, no escribo cartas ni textos muy largos y no lo uso de espejo para maquillarme.
¿Cómo debe ser? Duro, para que aguante todas las veces que se me cae, que lo pueda agarrar con una sola mano, que tenga todos los chiches, que el software no se cuelgue, que se conecte rápido y fácilmente a Wi-Fi o al operador del país donde esté, que me represente, que sepan de mí cuando vean qué celular uso y, por sobre todo, que sea confiable.
Mariana González