Lucas Ordieres Dominguez, el español que quiere vender instantes de tiempo
Si alguna vez alguien logra inventar el viaje en el tiempo, ya sea a bordo de un De Lorean, subido a una máquina o entrando por una determinada puerta, tendrá que pedir derechos de autor a quien registró el tiempo a su nombre. Y no se trata de un magnate ruso, árabe o un emprendedor de veintipico de años de Sillicon Valley. El hombre que se dio cuenta que nadie había reclamado jamás ser poseedor de la titularidad del tiempo como entidad, lo registró -en 2015-, lo dividió en parcelas (días, horas, segundos) y lo puso a la venta es un español. Se llama Lucas Ordieres Domínguez, y es el CEO de GetYourTime.
Allí, y como si de una tienda online se tratase, este hombre vende "porciones de tiempo", por lo que cualquier persona puede comprar un día o una parte del mismo por una determinada suma en euros (a razón de 61 centavos de euro el segundo). ¿Comprar qué, exactamente? La lógica es similar a la de las ventas de acciones bursátiles, porque no se está adquiriendo algo que se pueda palpar o tocar, pero que sí tiene un valor transaccional. Así, al comprador del -supongamos- 25 de mayo de 1810 se le otorga un título de propiedad que lo acredita como dueño de ese día (o de una fracción del mismo), un mapa de cómo se veían las estrellas en ese preciso momento desde la ubicación que indique y hasta una cápsula de tiempo.
¿Y qué se puede hacer con eso? En principio, anunciar con bombos y platillos en las redes sociales o en un sitio web que se es el feliz (y dudoso) dueño de ese día, tal vez con una buena foto mostrando el título de propiedad del mismo. Luego, utilizarlo como regalo (que puede decepcionar a quienes esperaban una caja de bombones o un vino, aunque no podrán negar la originalidad) para recordar un aniversario o un nacimiento; utilizarlo con fines publicitarios (alguna marca que quiera patrocinar o publicar su producto en ese día) o solo revenderlo, quizá a un precio mucho mayor que al que se lo compró. Por ejemplo, días como el 25 de diciembre del año 0 o el 15 de abril de 1912 (la fecha del hundimiento del Titanic) cotizan muy alto en el GT Market (la bolsa de valores, digamos, donde se puede revisar la suba o baja de la cotización de cada porción de tiempo) porque, tal como lo indica la página web oficial, son fechas de importancia mundial.
Entrevistado por LA NACION, Ordieres Domínguez sostiene que hay fechas que nos marcan para toda la vida o que tienen un especial significado, y tienen, por consiguiente, un precio. Quienes desconfían, con toda lógica, de la veracidad de la propuesta, deben saber que todos los papeles están en orden: según Ordieres Domínguez, "registramos el tiempo ante notario público como magnitud física, como el Big Bang. Patentamos la idea e inmediatamente enviamos toda la documentación a las Naciones Unidas para su aceptación y obtener así validez internacional". En España, de hecho, la startup cosechó varios premios e incentivos financieros, y ahora están buscando apoyos en otras partes del mundo.
Si con esas credenciales todavía quedan dudas a la hora de realizar una inversión, hay que tener en cuenta que lo más sorprendente, quizá, no sea que alguien haya decidido vender el tiempo. Lo que más llama la atención es que hay gente que lo compra.."Hasta hoy llevamos un total de 6330 días o 151.920 horas, que son más de 150 millones de segundos vendidos en 32 países del mundo", sostiene el dueño del tiempo.
Sin aparentes ánimos de retirarse cual vendedor del monoriel arrastrando sus maletas repletas de dinero, Ordieres Domínguez sostiene que las ganancias se reinvertirán en el sitio: "el destino del dinero recaudado es crear una Red Social Mundial para que cualquier persona registre los momentos más importantes de su vida, pasando a formar parte de la Historia y poder compartir con otros no solamente fechas sino también experiencias".
El origen de una idea
Claro, una idea como la de apropiarse del tiempo para venderlo no es algo que surja en la mente de alguien así porque sí. "En 2004 leí la noticia de una persona que había registrado la Luna y me di cuenta que tanto intangible tenía una opción para ser medido e incluso parcelado, al igual que el espacio". A lo que hace referencia Ordieres Domínguez es que, hace unos años, alguien fue lo suficientemente ágil para darse cuenta de que existía otro vacío legal, en este caso referido al satélite terrestre y lo registró, aunque no fue el único que reclamó su derecho a vender lotes selenitas.
Y como en el espacio nadie puede oír tus gritos ni tampoco tus reclamos legales, el Sol también fue registrado por un particular. Una empresaria española llamada María Ángeles Duran acudió a su abogado para adueñarse legalmente del astro rey."Dueña por usucapión" dice el documento que la acredita como la ama y señora, porque nadie había reclamado la propiedad del Sol en toda la historia. Luego lo puso a la venta por parcelas, pero la jugada no le salió tan bien: eBay le canceló su cuenta y no le reconoció las ventas que había hecho y hasta tuvo que enfrentar demandas de quienes sufrieron melanomas o problemas en los ojos por los rayos solares.
Si, es cierto que existe un Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre, pero que no aclara muchos aspectos relacionados con la explotación por particulares de los bienes que se obtengan de los cuerpos celestes. Es por eso que también son varios los que reclaman su soberanía comercial sobre Mercurio, Venus y hasta Marte, y también ponen a la venta parcelas de cada planeta por Internet.
Y ya que hablamos de hacer negocio con una idea original, Ordieres Domínguez no es el único al que se le encendió la lamparita. En la corta vida de Internet ya hay antecedentes de otros pioneros en la materia, como quien puso a la venta cada pixel de un sitio de Internet (Alex Tew y su famosa milliondollarhomepage.com) o el primero que registró una web sobre pizza, entre otros.
Entonces, si alguien alguna vez siente que le falta tiempo para hacer cosas en su vida, ya sabe: puede comprar un poco y usarlo para lo que desee. Pero cuidado, porque al preguntar algo tan simple y cotidiano como "¿tenés hora?", puede dar lugar a un inverosímil reclamo por derechos de autor.
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