Twitter es un caos, Facebook tambalea y TikTok crece demasiado rápido. ¿Estamos a punto de dar vuelta la página? Tal vez, pero no vamos a cambiar de libro
Entre el caos que sembró dentro de Twitter la llegada de Elon Musk –que es tan absolutista de la libertad de expresión que echó a un programador por contradecirlo–, el problema de liderazgo que Facebook expone estos días y la topadora TikTok, que es un bicho nuevo en este jardín variopinto, la pregunta es acuciante. ¿Se terminó el amor? Veamos.
Quiso saber un amigo mío el otro día qué pensaba sobre lo que va a pasar con Twitter. Le respondí lo que he publicado en varias ocasiones. A mi juicio, Twitter ya estaba roto y Musk va a terminar de estropearlo. Ojalá me equivoque. O sea, ojalá Musk recapacite y, en lugar de plantearse como el Mesías Digital, les preste atención a los que saben, como hace con Tesla o con SpaceX, y saque a Twitter de la ciénaga. A SpaceX y a Tesla les va bien porque Musk le hace caso a sus ingenieros, no porque se la pase boqueando en las redes.
Además, ningún mesías Digital. No en Twitter, al menos. Como dije el otro día en LN+, la red del pajarito azul solo es vista solo por el 6% de los usuarios de internet; y por el 5,5% de los de redes sociales. O menos del 4% de toda la gente que vive en este planeta. Así que no es relevante en ningún contexto; no, al menos, en el que se proponía marcar una diferencia. Es decir, que una acción colectiva moviera la aguja, como pasó con el Canon Digital en la Argentina (¿se acuerdan?) o el terremoto de Chile, en 2010.
Por su parte, Facebook (Zuckerberg, si quieren) cometió el error de apostar todo al metaverso. Claramente, no era por ahí: la acción de la compañía perdió el 70% de su valor desde que se refundó como Meta y se tiró de cabeza a la realidad virtual. En su momento, advertí que el problema de este proyecto no era solo técnico (Intel dijo en diciembre de 2021 que hacía falta 1000 veces más poder de cómputo que el que tenemos para hacerlo posible; 1000 veces son décadas, en este negocio), sino sobre todo de motivación. Aparte el mal de mar. Pero pongamos que esto puede resolverse de alguna forma segura. Si Mark hubiera creado un supermercado en el metaverso, me habría gustado más. Pero así, en el aire, sin lo único que hace que una tecnología prospere (es decir, que sirva para algo concreto), no, no me pareció buena idea. Es más sólido el proyecto de una tienda virtual de moda que la de trasladar nuestra vida cotidiana en las redes o en la oficina al metaverso. Con todo, y por eso hablo de problemas de liderazgo, Zuckerberg insistió con el metaverso estos días en el DealBook 2022. Aunque bajó varios cambios. Sobre todo en cuanto a los plazos.
Instagram viene zafando, luego de hacer capotar a Snapchat copiando algunos de sus inventos. Pese a eso sigue gustándome y de momento no sufre problemas serios; más allá de que actualizan la app 27 millones de veces por mes y los que hacen negocios en esa plataforma se las ven en figurillas para sacar el trabajo diario. WhatsApp no puede considerarse una red social a la vieja usanza, aunque creo que sí lo es, en una escala más humana (los grupos, típicamente, son micro redes), y Discord y Mastodon están muy bien, pero son de nicho.
Mamá, no puedo parar
Y luego está TikTok, que es como el Tetris de las redes sociales. No podés parar. Con todo y su carácter fuertemente adictivo, la desinformación descontrolada y los riesgos para los más chicos, planteó algunas ideas interesantes, que creo que todos conocen. El problema es que no solo podrían ser copiadas fácilmente, sino que son de corta vida. Al principio, eso de sincronizar los labios y hacer alguna payasada ad hoc hizo furor. O hacer hablar al perro. O cantar al gato. Etcétera. Ahora ya no es tan atractivo. Eso es más neurológico que social. Si se repite el mismo estímulo muchas veces, el cerebro tiende a compensar; reduce el número de receptores dopaminérgicos o se anestesia frente a ese estímulo. Es como los filtros de Instagram. Hoy son un viejazo.
Cierto, TikTok está trepando a una velocidad enorme, y ya llegó a los 1000 millones de usuarios, pero lo que más ven sus usuarios ahora tiene que ver con entretenimiento y no tanto con crear contenidos apalancados en contenidos creados por otros, que era su principal diferencial. Además, la mayoría de sus usuarios son muy jóvenes, y una de las cosas que ocurre cuando sos joven es que el tiempo y los usos cambian muy rápidamente. También es cierto que siempre hay nuevos jóvenes, pero tengo la impresión de que el modelo TikTok es mucho menos sólido que el de YouTube, que es la segunda plataforma con más usuarios después de Facebook (2500 millones). Parece que estoy comparando peras con manzanas, pero no, porque sin la componente social YouTube no existiría. Además así nació, favor de anotar. Y es de la partida, en términos históricos: Facebook, 2004; YouTube, 2005 (Google la compró en octubre de 2006), y Twitter, 2006.
Lo que sin embargo parece exagerado es postular que estos trastornos en los modelos de negocio de algunas plataformas significan que ha llegado el fin de las redes sociales. Y esto se debe a un detalle sutil, pero importante. Las redes sociales no están atadas a un servicio web, a una app o a una serie de ideas que al principio nos parecen divertidas. Las redes sociales están atadas a un dispositivo, el smartphone. Es porque podemos filmar la misma escena desde 300 ángulos diferentes con un dispositivo de bolsillo y luego compartirla con un par de clics (ahí sí, por algún medio, pero estos medios abundan) que cambió la forma en que observamos la realidad. No podés viralizar con una notebook.
La era social de Internet cambió por el iPhone, no por Facebook o Twitter. Para bien (la transparencia) y para mal (las operaciones violentas de los equipos de trolls), para mejor (la organización espontánea de la sociedad civil) y para peor (las fake news y las campañas de desinformación en general). Pero no está atado a la suerte de compañías como Facebook o Twitter. Éramos sociales en Usenet y el IRC, con computadoras de 15 kilos y monitores CRT; la diferencia la hizo la escala que trajo el llevar una computadora conectada con Internet en el bolsillo.
Somos sociales. Siempre lo fuimos. Y vamos a seguir siéndolo. No necesariamente con dignidad, hay que decirlo. Pero esa es otra cuestión, y también es cierto que cada cual elige a quién seguir, a quién responder, qué opinar, cuándo, por qué y cómo. Cuán socialmente sanos estamos es otra discusión. Pero Elon puede (espero que no) romper Twitter, pero no va a romper nuestra naturaleza social.
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