Punto y cruz
LA NACION
Inmensamente popular e inmensamente antigua (supo engalanar la vestimenta medieval con ornamentos heráldicos y religiosos), la técnica de punto cruz devino últimamente en complementos encasillados como kitsch, sensibleros, inútiles. La artista sueca Ulla-Stina Wikander, sin embargo, reavivó su uso en objetos, instalaciones y montajes. Durante más de una década, coleccionó bordados elaborados en los años 70, con los que cubrió productos considerados igualmente vetustos, cursis o inservibles: teléfonos de disco, ruleros térmicos y reproductores de cassettes, entre otros.
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