La Reserva se nutre de rescates, incautaciones y donaciones de quienes cayeron en lo que Juan Pablo Juliá -biólogo a cargo- llama "mascotismo": criar animales salvajes como mascotas, una práctica dañina por motivos legales, sanitarios y éticos. Acá les enseñan readaptarse al entorno para devolverlas a la naturaleza, cuando eso es posible. La puma Vadalí, por ejemplo, llegó sin saber matar y todavía no pudo aprender.
Entre elegantes jaguarundis, tucanes considerados extintos, osos hormigueros que se acercan a curiosear y monos araña de mirada casi humana, el estandarte de Horco Molle es el tapir. Hay seis en un predio de 15 hectáreas con tortugas y yacarés. Tenemos suerte. Es la hora de almuerzo de Nene Malo, que por un rato deja ver su cuerpo bizarro con tronco de jabalí y trompa de elefante. Saborea un pedazo de sal con vitaminas y muestra movimientos suaves, casi elegantes. Es un poco engañoso; estos bichos pueden llegar a los 250 kilos y convertirse en una topadora si algo los inquieta. Cuando están tranquilos, se dejan estudiar. En la reserva se exploran técnicas para encontrar los cruces genéticos ideales, desarrollar descendientes y reintroducirlos en Tucumán o los Esteros del Iberá.
Reserva experimental Horco Molle
T: (0381) 425-0936 / educacionrehm@gmail.com / www.reservahorcomolle.com.ar
Para conocer ciervos, pumas, monos y tapires de la región. La visita guiada ayuda a concientizar sobre comportamientos y métodos de reintroducción en su hábitat. Abierta desde 1988, tiene 200 hectáreas y recibe 50 mil visitantes al año. Todos los días de 10 a 19.
Por Pablo Corso.Nota publicada en febrero de 2015.