Junto con su familia, el conductor recorrió el país y recuerda la experiencia como un hecho trascendental en su vida
Yo soy sagitariano y perro. Un viajero empedernido. Lo que más me gusta a mí, cuando llega el día de mi descanso, es subirme al auto y partir sin rumbo a algún lado. No hay cosa que me fascine más que armar el bolso sin saber adónde vamos.
Sin embargo, en 1988 inicié un viaje muy particular. Yo venía de concluir el ciclo Badía y Compañía, y al llegar el verano alquilé una motorhome Winy Vagon y partí de vacaciones hacia Esquel por la ruta de montaña.
Experiencia extraordinaria
Viajar en motorhome fue una experiencia única que me marcó, y también me dio la ilusión de que yo podía hacer esto con la radio. Una idea que después se pudo concretar, y se transformó en la primera radio de cuatro ruedas que hubo en la Argentina, con la cual viajé por muchos años.
Por eso reconozco este viaje como un disparador en mi vida para muchas cosas, como descubrir el turismo aventura, apartarme de los hoteles y descubrir esa vida tan especial del rancho-movilista.
Preparé el viaje meticulosamente. Aun antes de partir conocí a otros rancho- movilistas que también estaban planificando el suyo, entre ellos un experimentado uruguayo, que un día me dijo: Yo voy a hacer el mismo viaje que vos, ¿querés que lo hagamos juntos?
Así, sin conocernos, partimos con las dos familias y los dos motor-home a la ruta. Yo iba con mi mujer y mis hijos, que por suerte estaban en una etapa de la vida en la que ya podían colaborar. Y el uruguayo también me ayudó mucho, ya que él estaba más acostumbrado a viajar de esa manera, y ante cualquier problema me allanaba el camino.
Como a mí me gusta mucho, mucho, manejar, y lo disfruto tanto, ponía velocidad crucero y me pasaba horas al volante. Muchas veces hasta comía mientras manejaba -mi mujer me hacía la picadita-, o parábamos a almorzar en lugares solitarios, maravillosos.
De a poco descubrí el goce de conducir un vehículo como el Winy Vagon, con dirección asistida, freno de aire y todas las comodidades a bordo. Viajar por los caminos de montaña, para luego regresar por los del mar, con ese vehículo fue algo fantástico.
El Winy Vagon también tenía una radio, y había un canal por el cual me hablaba con los ranchistas de diferentes lugares; nos pasábamos datos del camino, si había mucha nieve, si se avecinaba una tormenta o si el vado era demasiado profundo. Así iba confeccionando la hoja de ruta.
En el camino conocí paisajes maravillosos y me hice muchos amigos que me enseñaron el principio básico de todo rancho-movilista: la solidaridad como herramienta para seguir camino.
Fueron dos meses intensísimos que me sirvieron mucho para unirme con mis hijos, con los amigos que nos fuimos haciendo en el camino, y también en los campings, donde parábamos de vez en cuando, jugábamos al truco y comíamos mucho cordero asado.
Si bien la motor-home es absolutamente autosuficiente y confortable, parar en un camping era divertido para socializar un poco, y allí también descubrí una vida de maravillas.
Sin embargo, de todas las experiencias que me tocaron vivir, nunca olvidaré aquel atardecer sobre el lago Huechulafquen, con la estaca del cordero asándose a mi lado, mientras el sol se hundía en el horizonte. Pocas cosas más lindas me pasaron como viajero.
El autor es conductor y productor. Los sábados, de 19 a 21, presenta Badía en Concierto, por Canal 7.