Celebrity Cruises presentó la última nave de su línea de barcos de lujo, con 315 metros de largo y capacidad para más de 2800 pasajeros
SOUTHAMPTON.- Here comes the sun , la clásica canción de George Harrison inmortalizada por The Beatles, suena estridente en los altoparlantes del Equinox, última nave de la Celebrity Cruises que se destaca enorme en el puerto de esta célebre ciudad. Mientras, dentro del inmenso auditorio que ocupa casi toda la proa, un grupo de acróbatas se descuelga del techo y realiza una danza aérea por sobre las cabezas de los casi 1500 invitados que desbordan el lugar.
Minutos después, cuando la música se desvanece, Richard Fain, CEO de la firma, invita a dirigirse al exterior para ver cómo la madrina de la nave, Nina Barough -famosa emprendedora e incansable impulsora de eventos destinados a recaudar fondos para fundaciones de bien público en todo el mundo-, deja caer la gran botella de champagne contra el casco del barco. El aplauso cerrado acompaña el estallido del vidrio; el Equinox ya cumplió la tradición y puede salir a navegar.
Elegante, austera, sobria, muy al estilo británico, la ceremonia de bautismo no tuvo el brillo ni la espectacularidad de otros actos semejantes, pero sí el calor y el color necesarios.
Por eso, los invitados se mostraron alegres y relajados mientras el barco soltaba amarras desde el puerto de esta ciudad, la misma que adquirió fama mundial hace casi un siglo por ser el lugar desde el cual partió el Titanic y que continúa siendo -como entonces- una ciudad que vive por y para la industria naval.
Sin estertores ni grandes despliegues, el atardecer acompañó los primeros tramos del viaje inaugural de 281 millas y poco más de 24 horas por el sur de la costa británica. En tanto, los invitados, copa en mano, contemplaban cómo el barco se iba adentrando en el mar desde las tres terrazas de los pisos superiores. Luego, con la noche ya instalada, llegó el momento sí de entregarse al disfrute. Y como en el Equinox todo parece pensado justamente para eso, no pudo empezar de otra manera que con una monumental cena de gala compuesta por innumerables pasos e infinitas degustaciones que echaron por tierra cualquier intento de dieta o de cuidado en las comidas; lo que se dice una verdadera bacanal.
Luego, un breve show artítico-musical sirvió como previa para terminar la noche en alguna de las dos discos o en sus seis bares, que trabajabaron durante horas sin parar y que cerraron sus puertas ya bien entrada la mañana, cuando eran pocos los pasajeros que continuaban en pie.
Balcones al mar
Con 315 metros de largo, 37 de ancho y 18 plantas, el Equinox no se destaca por ser de los cruceros más grandes del mundo, sino por su sofisticación de las ambientaciones y por la novedad en los servicios.
Y esa característica sobresale ya desde sus 1426 camarotes, ya que el 90 por ciento de éstos ofrece balcones al mar, porcentaje poco usual en este tipo de embarcaciones. Decorados con gran sobriedad, tienen, además, todo lo necesario para que la estancia sea de lo más placentera, como DVD, Internet de alta velocidad, consola de videojuegos y demás.
Pero donde quizá se noten más esos "detalles de sofisticación", como los definen a bordo, es en los interminables espacios comunes: las cuidadas ambientaciones abundan en madera lustrada, vidrio, bronce, alfombras de colores sobrios, mobiliario de estilo, cuadros, esculturas y hasta una terraza con césped natural.
El otro elemento que distingue al Equinox son sus servicios. Y en esto también parece que se han pulido hasta los más mínimos detalles: sus 1250 tripulantes lo demuestran al desvivirse por consentir cada deseo o pedido de los pasajeros. Por eso, no extraña ver a ese verdadero ejército de empleados atender a un ritmo que agobia de sólo verlo y de no perder la compostura ni la sonrisa hasta en las situaciones más insólitas. Y por eso tampoco es raro que hayan armado un espacio VIP denominado AquaClass, especie de club con un número muy limitado de camarotes con amplios balcones privados pegados al spa, que cuentan con conserjes exclusivos disponibles las 24 horas, además de otros beneficios a bordo (como prioridad en determinados restaurantes y demás).
Mientras la nave avanza por el mar, uno intenta comprobar las bondades de la oferta a bordo. Pero el intento fracasa una y otra vez. Es que resulta imposible disfrutar de todo lo que se ofrece a bordo sin perderse ni pensar que se está sacrificando algo: seis restaurantes, casi una decena de bares y barras, dos discotecas, un casino inmenso, un completísimo gimnasio con maquinaria de última generación que bien podría ser la envidia de cualquier otro que se encuentre en tierra, piscinas con varios jacuzzi, solárium, pista para correr, minicancha de básquetbol, tiendas, biblioteca, un spa que es la pasión del pasaje femenino (las largas para sacar turno lo comprobaban)... lo que se dice una pequeña ciudad flotante en la que nada parece faltar. Si hasta los más jóvenes también tienen sus espacios y actividades en áreas sólo aptas para menores, con sala de juegos electrónicos, cine privado y hasta mini discoteca.
Un hermano, por el Sur
Si bien por estos días el Equinox está realizando su primer viaje por el Atlántico Norte, desde Southampton, Inglaterra, hacia el Mediterráneo, los pasos siguientes lo llevarán a concretar una serie de viajes entre Italia y Grecia, que le ocuparán hasta los primeros días de octubre. Luego, el más moderno de los buques de la flota Celebrity cruzará el oceáno para recalar en el Caribe. Con partida desde Fort Lauderdale, Estados Unidos, sus viajes cubrirán de Bahamas a Cancún, con varias propuestas interesantes.
Claro que para quienes viven en esta parte del continente y tengan ganas de disfrutar de la experiencia de viajar en una de estas naves, una muy similar, el Infinity, estará realizando trayectos por nuestros mares desde el 20 de diciembre. Su primer viaje será de Valparaíso a Buenos Aires y durará 14 días, con escalas en Puerto Montt, Punta Arenas, Ushuaia, Islas Malvinas, Puerto Madryn, Punta del Este y Montevideo.