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 • HISTORICO

Bahía: con fe y buenos deseos

Iglesias, sincretismo y cultura afrobrasileña por el centro viejo de Salvador de Bahía, la primera capital de Brasil




SALVADOR DE BAHÍA.- Son miles y miles -probablemente millones- las fitinhas de colores que ondean al viento en la entrada de la iglesia de Nuestro Señor de Bonfim, en la península de Itapagipe, al norte de Salvador de Bahía. Incontables cintitas de colores con la estampa del nombre del santo parecen susurrar deseos secretos, infinitos, atados a las rejas que rodean la iglesia, esperando ser cumplidos.
"Tres deseos, un nudo por cada uno", inquiere el vendedor en la entrada, uno de los tantos que acechan allí y en cualquier esquina de la ciudad, regalando las cintas que son puerta de entrada no sólo a la ilusión por lo anhelado, sino a una venta casi obligada de otros suvenires. Asustan un poco insistiendo tanto con el emblema bahiano, pero nadie que pise este suelo podrá irse sin pedir sus deseos al Señor del Buen Fin. El recuerdo también podrá llevarse en la muñeca, pero eso sí: para que se cumplan, la cinta debe cortarse sola.
De fachada rococó, la iglesia impacta con sus dos torres, pero aún más con la devoción de sus fieles. En el interior hay un pabellón dedicado a quienes vieron sus deseos cumplidos a través de la fe: según el pedido -siempre vinculado a la salud, en este caso- se suman fotos del antes y después con mensajes de agradecimiento y decenas de figuras de cera cuelgan del techo. Piernas, brazos, manos. Lo que el Señor del Buen Fin concedió, le es devuelto en ofrenda.
Esta manifestación religiosa es sólo una parte del espíritu fervoroso de Bahía, impregnado de fe y de una palabra clave que la define: sincretismo. Es allí, en esa fusión inexplicable del más tradicional cristianismo con el candomblé -surgido de creencias africanas basadas en divinidades, las Orixás-, donde se puede partir para descifrar, al menos en parte, el complejo espíritu bahiano.
Historia, estigma y alegría
Herencia afro, omnipresente y con buen ritmo

Herencia afro, omnipresente y con buen ritmo - Créditos: Ivana Salfity/ Embajada del Brasil

Imposible, en esta ciudad, estar ajeno a las más diversas sensaciones. Se puede viajar del siglo XVI al XXI de una cuadra a la otra, y asombrarse con un escenario distinto: casonas coloniales, monumentos antiguos, tiendas de arte, galerías e iglesias, siempre muchas iglesias. Sus calles desandan la historia del país entero, esquina a esquina, y eso es porque en Bahía nació Brasil: en 1549, Thomé de Souza fundó la que sería la primera capital brasileña (hasta 1763). Construyó allí la sede de esta ciudad-fortaleza, para proteger el dominio portugués. Su paisaje descansa sobre la imponente Bahía de Todos los Santos, descubierta casi medio siglo antes de su fundación por Américo Vespucio.
La magia está en su diversidad y de nuevo, en la huella religiosa, siempre indeleble. En Bahía hay tantas iglesias como días del año. Y es también conocida como la Roma Negra, por concentrar la mayor población de color del mundo, fuera de África. Su centro histórico, el Pelourinho, en la que llaman la parte alta de la ciudad, alberga decenas de templos en pocos metros a la redonda. Es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y a pesar de su indiscutible espíritu pintoresco y alegre, debajo de sus adoquines -la mayoría, originales de la época fundacional- y hasta en su propio nombre late una herencia dolorosa que no se borra con la sonrisa bahiana.
Pelourinho era la columna de piedra donde los esclavos eran castigados públicamente, y también allí eran exhibidos y vendidos al mejor postor. El Pelourinho estaba en el Crucero de San Francisco, punto neurálgico de todo paseo, donde hoy no hay carteles que marquen el punto exacto, para evitar postales turísticas de un pasado injusto. Aunque la referencia es que a pocos pasos de allí hay un emblema que sí enorgullece y se destaca: el caserón donde funciona la Fundación Cultural Casa Jorge Amado, el célebre escritor bahiano. Allí se preservan y exponen textos del famoso autor de Doña Flor y sus dos maridos, y también se estimula a la investigación y difusión de la cultura bahiana a través de la literatura.
El Terreiro de Jesús -la enorme plazoleta y puerta de entrada al Pelourinho- se llena de gente a medida que cae el día: vendedores, bailarines, bellas bahianas enfundadas en sus trajes típicos, locales y extranjeros. El calor profundiza el aroma penetrante del acarajé, unos bollos típicos fritos en aceite de dendé y rellenos de camarones y picante. La invitación a unirse a la escena incluye brindar con una medida de cachaça con clavo de olor en O Cravinho, uno de los clásicos bares que se llenan de gente, bullicio y espíritu bahiano cada noche.
Bahía es compleja. Hay algo de misterio al tratar de descifrar el punto de encuentro entre el sufrimiento latente por las inclemencias de la esclavitud y la felicidad transparente de su gente. Quizá parte de la clave esté en la intensidad de la música, el baile siempre presente, las noches coloridas, el clima eternamente cálido. Algo en el aire detiene el tiempo, al ritmo de danzas afrobrasileñas como el axé, el forró y la samba, o la percusión del Benção de Olodum, la reconocida agrupación que fomenta el orgullo por la cultura local. Es que Bahía lleva el estigma de la sangre derramada, pero en oposición, la alegría de estar profundamente viva.
La fe en todas sus expresiones
El Mercado Modelo, desde la parte alta de la ciudad

El Mercado Modelo, desde la parte alta de la ciudad - Créditos: Ivana Salfity/ Embajada del Brasil

Perderse en el centro histórico es un plan obligado. La jornada puede pasarse entrando y saliendo de las múltiples iglesias, que se concentran allí, en su mayoría. Están las destacadas, a pocos pasos unas de otras. La catedral basílica, del siglo XVII, es un exponente del arte jesuítico; la iglesia y convento de San Francisco sorprende, exuberante en su interior, en oposición a su fachada sencilla, y la del Santísimo Sacramento del Paso -construida en 1772- guarda un Cristo con dos mil piedras en rubí engarzadas en el cuerpo.
Pero si hay una iglesia que refleja la historia bahiana y conmueve es la de Nuestra Señora del Rosario de los Negros. Data del siglo XVI, cuando los negros tenían prohibido el acceso a los templos y sólo podían presenciar las misas por una mirilla, a lo lejos. Era tanto el fervor religioso que decidieron construir una iglesia propia, usando los restos de otras construcciones y el poco tiempo libre del que disponían, debido al régimen esclavo: demoró un siglo en terminarse. Las imágenes de los santos en su interior son de color y presenciar una misa un domigo es una experiencia fuerte.
El convento de Nuestra Señora do Carmo fue restaurado y desde hace ocho años funciona como un lujoso hotel, el único dentro de un edificio histórico en Brasil, según afirman. Las habitaciones donde antes dormían las monjas de la Orden de las Carmelitas y más tarde los frailes se preservan con su disposición original, pero ahora con lujo cinco estrellas. En el edificio se siente la historia: durante la breve conquista de los holandeses en 1624, el lugar fue tomado como fuerte. La mesa sobre la que se firmó la rendición un año después está en la sacristía de la iglesia anexa al convento, la de Nossa Senhora do Carmo.
De día y de noche, Bahía
La ciudad tiene su parte baja al nivel de la costa, que conecta con la alta a través de un elevador gigante, el Lacerda. Transporta como si se estuviera en un edificio, con la diferencia de la monumental vista desde arriba de la Bahía de Todos los Santos. El punto de partida es la plaza Thomé de Souza, donde por 0,15 centavos de real se descienden los 72 metros de distancia. El elevador fue inaugurado en 1873 y culmina el recorrido 22 segundos después, en la plaza Cayrú, en la parte baja.
A metros de allí está el Mercado Modelo, antiguo Edificio de Aduanas construido en 1861. El bullicio colorido de los más de 200 stands donde hoy se consiguen variados suvenires -desde ropa, golosinas típicas hasta instrumentos musicales- sepulta la historia. El lugar era la puerta de entrada para los esclavos que llegaban desde África. No había grata bienvenida: se los encerraba en cuarentena en el sótano del edificio y los que sobrevivían y, por ende, estaban sanos, eran comerciados en el famoso Pelourinho.
Difícil transportarse en el tiempo y comprender lo que pasó allí entonces, mientras los vendedores regatean e hipnotizan con las coloridas bahianas de cerámica e invitan a degustar castañas de Cajú. Vicisitudes de Bahía, que recuerdan que más que intentar descifrarla hay que rendirse a ella y vivir la ciudad como es. Intensa, sufrida, alegre y eterna.

Datos utiles

Cómo llegar
  • GOL ofrece vuelos desde Aeroparque vía San Pablo hasta Salvador de Bahía. En verano aumentan las ofertas de chárteres de Buenos Aires directos a Salvador.
Dónde dormir
  • Hotel Vila Galé: se encuentra en el barrio residencial de Ondinas, en una zona hotelera muy cercana al centro. Un paquete que incluye aéreos, traslados, city tour panorámico y siete noches de alojamiento con desayuno cuesta US$ 1382 por persona, en base doble. www.vilagale.pt
  • Pestana Convento do Carmo: su encanto está en la historia del edificio, perfectamente restaurado y con detalles de nivel. Los jueves hay noches de jazz. Desde US$ 870 más impuestos la habitación doble de lujo. www.pestana.com.es/pestana-convento-do-carmo
Qué hacer
  • Lo recomendable es descubrir la ciudad a pie, pero también se puede hacer una aproximación completa desde el bus turístico. El Salvador Bus ofrece paseos diurnos y nocturnos con un pase de 24 horas, con la tradicional propuesta de subir y bajar las veces que se desee, en alguna de sus 16 paradas. Costo: 40 reales. www.salvadorbus.com.br
  • Alrededor del Pelourinho se ofrecen los más variados espectáculos folklóricos, y lo más original suele estar en la calle. Pero si se quiere ver un show con cena incluida, el del famoso Mestre Dinho se presenta todas las noches en Coliseu. www.ocoliseu.com.br
Más información
  • Comité Visite Brasil. Embajada de Brasil en Buenos Aires: Cerrito 1350, entrepiso; 4515-2422, 4515-2422. E-mail: turismo@brasil.org.ar, www.visitbrasil.com

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