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 • HISTORICO

Berlín: antigua y moderna

Avenidas, museos, teatros, monumentos, edificios y el río Spree muestran su encanto en un itinerario exclusivo




BERLIN.-- Con sus 3,6 millones de habitantes, Berlín es cuatro veces mayor que nuestra Capital Federal y tiene ocho veces el tamaño de París; posee tres aeropuertos, más puentes que Venecia, innumerables lagos y parques con bosques centenarios.
Sus museos de nivel internacional rivalizan con cualquier ciudad (desde el de Pergamo al nuevo museo judío), con tres grandes teatros de ópera e incontables salas musicales, dos torres de televisión y también dos zoológicos, sin contar 270 edificios en construcción diseñados por los 150 arquitectos de más renombre en el mundo para reconstruir lo que la intolerancia y las guerras destruyeron.
Y, además, el panorama deslumbrante de una gran ciudad del siglo XXI se puede disfrutar íntegramente navegando por el río Spree. El curso serpenteante atraviesa los barrios más atrayentes, nuevos y viejos, donde dejó sus huellas la historia desde Federico el Grande hasta la caída del Muro (1989), que permitió la reunificación alemana.
Hay grúas para la construcción por todas partes, pero los vecinos le ponen límites a la altura porque no les gustan los rascacielos ni quedarse sin veredas para pasear. Los mayores creadores la han convertido en un catálogo casi de ciencia ficción como Metrópolis, mientras muchos berlineses prefieren restaurar las construcciones antiguas, con sus patios interiores que sobrevivieron a los demoledores bombardeos de la Segunda Guerra Mundial sobre la Alemania nazi y a la división de familias enteras entre Berlín Oriental y Occidental.
La primera gran pregunta, entonces, para un recién llegado, es ¿por dónde empiezo? Y la segunda, ¿por dónde sigo? Todo depende de los intereses de cada turista y su familia. Y por supuesto de los días y el dinero disponible. No importa cuál sea la decisión porque ganará al recorrer, por cualquier lado, una megaurbe fascinante que tiene en Marlene Dietrich un símbolo tan imprescindible como la cerveza.
La Kaiser-Wilhelm-Gedächtnis-kiche, la Iglesia Memorial como todos le dicen, conserva la semiderruida torre en homenaje al primer emperador, construida en 1890, junto a la nueva iglesia transparente de 1956. Por el juego de ambas formas, les dicen el lápiz de labios y la polvera. Fue el símbolo más fotografiado del entonces Berlín Occidental en el cruce de su avenida emblemática, la elegante Kurfürsten-Damm, equivalente a la Quinta Avenida de Nueva York, abreviada en Ku´damm por locales y extranjeros.
Allí está la Breitscheldplatz, la plazoleta que es centro de encuentro y de músicos ambulantes de reggae, donde las rubias pagan por hacerse las trencitas a lo rasta jamaiquinas. Está al lado de los 22 pisos del Europa-Center, el complejo de compras y oficinas más alto desde 1965.
A corta distancia, entrando por la calle Budapest, funciona uno de los info centers oficiales de Turismo cuya visita le sugiero para obtener datos y folletos gratuitos, lo mismo que asesoramiento en varios idiomas (incluyendo el español). También se pueden comprar libros y guías sobre la ciudad. El inconveniente es que la mayoría está en alemán o inglés, y no suele haber nada en nuestro idioma pese a la gran cantidad de hispanohablantes que están de visita. Allí se puede comprar el Berlin-Welcame Card, pase para viajar durante tres días en todos los transportes públicos y disponer de descuentos en muchas atracciones. Cuesta 19 euros y significa no sólo economía, sino una gran comodidad, en especial para llegar a cualquier lado rápida y confortablemente.
Justo frente a ese amplio local, que atiende desde las 10 hasta las 19, todos los días, está el Jardín Zoológico. No sólo es una visita recomendable por la riqueza de las especies (que incluyen un oso panda), sino que tiene una terminal de trenes (S-Bahm), subterráneos (U) y ómnibus (Bus) ya que es uno de los nexos principales para hacer combinaciones hacia toda la ciudad.
Con el pase recién adquirido podemos armar itinerarios a nuestro capricho, sin preocuparnos por una equivocación ya que, en ese caso, nos bajamos y tomamos un nuevo vehículo en la dirección opuesta.
Mi city tour preferido es ir en dirección al Centro Histórico de Berlín. Tomo el ómnibus 100 o 102, que en ese punto inician su recorrido hacia el Este, a la zona más divertida antes de la guerra (¿recuerda Cabaret?), que luego fue el más atacado por el búnker de Adolf Hitler y quedó aislado detrás del Muro durante la Guerra Fría.
Los ómnibus son vehículos modernos de dos pisos y, por supuesto, lo ideal es ocupar los asientos de arriba para semblantear todo desde la altura. Ambas líneas tienen recorridos parecidos y complementarios de una hora más o menos de recorrido. Podemos ir al costado de los Jardines de Tiergarten o entrar por Postdamerplatz hasta la Puerta de Brandenburgo y seguir hasta Alexanderplatz, la plaza seca con la gigantesca torre de TV en lo que era la capital de Alemania Oriental. El viaje no tiene desperdicio. Se puede bajar todas las veces que se nos ocurra porque tienen frecuencias continuas. Es una maravilla detenerse en el Tiergarten, con sus residencias y casas para embajadas y jardines de cerveza, los nuevos barrios de los ministerios, la Estatua de la Victoria y subir al reconstruido Reichstag antes de cruzar la Puerta de Brandenburgo y disfrutar de Unter den Linden (la Avenida de los Tilos), pasando frente al legendario hotel Adlon, que inspiró la novela Grand Hotel, de Vicky Baum. Luego cruzar la Friedrich Strasse, la avenida más popular, con la estupenda obra de Jean Nouvel para Galerías Lafayette, a pocas cuadras de lo que era el Checkpoint Charlie. Sin olvidarnos de la estación Friedrich, donde se ambientaron tantas películas de espionaje porque era el punto de contacto entre los dos sectores de Alemania.
El otro ómnibus, el N° 102, sigue un camino parecido, pero se acerca a Postdamer Platz, donde funcionó en 1926 el primer semáforo europeo en sentido horizontal, que ahora ha sido repuesto. En ese lugar estaba el cuartel de la Gestapo y no quedó piedra sobre piedra. Lo que era un baldío ominoso se transformó en un catálogo de edificios diseñados por Frank Ghery, Zaha Hadid, Peter Eisenman, Santiago Calatrava, Ricardo Monedo, Renzo Piano, I. M. Pei, Christian de Portzanarc, sir Richard Rogers, Arata Isozaki, en una lista incompleta de respetables continuadores de lo que fue Karl Friedrich Schinkel (1781-1841), o Walter Gropius y Mies van der Rohe con la Bauhaus.
Al llegar a Alexanderplatz, uno puede explorar la isla de los museos, que está siendo puesta a nueva (Museums Insel) y barrios tan singulares como los clásicos Mitte, Prenzlauer Berg y Kreuzberg, con sus minorías bohemias y turcas.
Berlín tiene excelentes servicios sobre y bajo la superficie. Por empezar, el U-Bahn, el subterráneo, señalizado con una U blanca sobre fondo azul. Funciona desde las 4 de la mañana hasta pasada la medianoche. Igual que el metro de París, y algunas líneas principales corren las 24 horas los fines de semana. También puede hacer conexiones más rápidas a través del S-Bahn, el elevado, el tren que comparte las vías con los de larga distancia, pero desde distintos andenes. O los ómnibus que son mis preferidos, que circulan desde las 4.30 hasta la 1, con frecuencias nocturnas en algunas líneas. Sin olvidarme de los Tram (tranvías), que son una maravilla.
Las frecuencias son seguidas y se consigue asiento aun en horas pico. No hay molinetes ni controles, aunque trabajan inspectores (de civil, sin uniforme) que le piden el ticket para ver si está todo en orden. Si uno se pasó del tiempo marcado o le falta el boleto, la multa es fuerte. No hay lugar para avivados.
Aunque todas las leyendas están en alemán, sin ninguna señal bilingüe, es fácil orientarse. En el subterráneo y los trenes están claramente indicadas las terminales. En los ómnibus y tranvías, las paradas tienen nombre y en el interior del vehículo está el itinerario y sus horarios son tan respetados que se puede ajustar el reloj al paso del tranvía.
Por Horacio de Dios
Para LA NACION

Nefertiti tiene su reino

La reina Nefertiti para Berlín es una supermodel de popularidad comparable con la de Claudia Schiffer, aunque le lleva siglos de ventaja. Su pequeño busto, de increíble perfección estética, es la imagen usada para publicitar los estupendos museos de la ciudad, cuyos datos se pueden consultar on line ( www.smpk.de ).
El Museo Egipcio forma parte del seductor catálogo de atracciones en torno del Palacio de Charlottenburgo y sus jardines, en el distrito de Postdam, al oeste de la ciudad.
Enfrente de Nefertiti, entre otras tentaciones para visitar está la colección Berggruen, con 80 originales de Pablo Picasso, además de grandes artistas del arte moderno.

Un decorado de estrellas

La extraordinaria película Cabaret, de Bob Fosse, con Liza Minelli (1972), es la más citada, pero no la única de las grandes ambientadas en Berlín.
Podemos agregar en la lista la divertida sátira Balada Berlinosa, con Gert Gröbe (1948); Alemania Año Cero, de Roberto Rossellini (1948); Foreign Affair, de Billy Wilder, con Marlene Dietrich (1948); Julia, de Fred Zinnemann (1978); Berlin Alexanderplatz, de Rainer Werner Fassbinder (1979); Alas del Deseo, de Win Wenders (1986); Corre Lola, de Tom Twyker (1998).

Mitte, el nuevo centro de la metrópolo pleno de vida

Cafés, bares y el histórico museo judío
El arquitecto Daniel Libeskind, nacido en Polonia en 1946, también ganador del concurso para el nuevo edificio en el Ground Zero, donde estuvieron las Torres Gemelas en Nueva York, es el creador del extraordinario Judisches Museum de Berlín, que se abrió en 2001.
La ciudad había creado un museo judío en 1930, pero fue cerrado en 1938 por la Gestapo, el mismo año en que se produjo La Noche de los Cristales Rotos cuando los nazis rompieron las vidrieras de los negocios en la calle Oranienburger y quemaron la sinagoga matando a 90 personas.
Otros fueron detenidos y enviados al campo de concentración de Sachesenhausen, hecho que prologó el genocidio. Hoy, esta parte del barrio de Mitte, considerado el nuevo centro de Berlín, es una de las más atrayentes, con cafés, restaurantes y los edificios restaurados que conservan los patios interiores donde hay negocios y salas teatrales pequeñas, los famosos cabarets literarios.
El nuevo museo judío, levantado cerca del Charlie Point, es producto de un concurso internacional que se adjudicó poco tiempo antes de la caída del Muro ya que estaba dentro de los límites de Berlín Occidental, en el barrio de Kreuzberg, en lo que había sido el recinto de la Corte Suprema, un edificio de 1735.
Actualmente, el museo se ha convertido en una visita imprescindible porque no sólo educa e informa, sino también porque estimula a todos a pensar, no importa cual sea el origen, sobre los problemas contemporáneos.
El tema central es la red imaginaria que vinculaba la vida y los domicilios de la gente prominente, tanto judía como no judía, de Berlín que convivió en esa dura etapa de la historia. En su recorrido en zigzag, que parece un relámpago, se mezclan las líneas entre el pasado y el futuro. "Una de las líneas es recta, pero fragmentada y la otra es tortuosa, pero infinita... Se mueven separadamente, se alejan y se perciben como independientes una de la otra; de esta manera reflejan una separación". Hay cinco habitaciones vacías a las que sólo en un caso puede accederse. Juntas expresan el símbolo de la presencia en ausencia de la vida judía.
El museo se integra, además, con una completa colección de artefactos y documentos de dos mil años de historia judío-alemana, que incluye desde las viejas Torás hasta los anteojos del filósofo Moses Mendelssohn.
El edificio en sí mismo, con la Torre del Holocausto y el Jardín del Exilio, es una obra arquitectónica controvertida por su estilo deconstructivista y su obsesión por las líneas, pero que a nadie deja indiferente. Hoy es uno de los lugares más visitados.
Lindenstrasse 9-14, (49-30) 2599-3300, www.jmberlin

Datos útiles

Cómo llegar

En avión US$ 889
A Berlín, vía Francfort, ida y vuelta, con tasas e impuestos incluidos.

Alojamiento

5 estrellas desde US$ 200
4 estrellas desde US$ 150
3 estrellas desde US$ 40
2 estrellas desde US$ 25
Habitación doble, con desayuno

Internet

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