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 • HISTORICO

Bienvenidos a la selva, en vehículos 4x4

Aventura off road, desde Buenos Aires hasta la reserva Yabotí, en Misiones.




El objetivo era llegar al corazón de la selva, desde Buenos Aires. Viajábamos con Ricardo García al volante de un Jeep Wrangler apto para todoterreno y diseñado para grandes travesías, con bidón extra de combustible, puertas removibles, techo descapotable y faros de alta gama. Ricardo tiene 47 años, se dedica a las finanzas y desde que cambió su antiguo Mini Cooper por este Jeep, hace unas temporadas, se inició en este tipo de aventuras off road, fuera de los caminos convencionales.
Nos encontramos a las 5.45 en la estación de servicio junto al shopping Unicenter y salimos por la Panamericana. Apenas iniciamos el recorrido, Ricardo aclaró que viaja solo porque a su mujer y a su hija no les entusiasma la idea de andar cuatro días. Primera advertencia: una travesía de estas características supone cierta afición por las rutas y no incomodarse por pasar largas horas al volante. La recompensa será el hallazgo de lugares inquietantes, inaccesibles sin un vehículo con prestaciones diferentes.
Esta vez, Ricardo viajaba acompañado por este cronista. Junto con una docena de vehículos similares, nos aguardaba un viaje grupal tan largo como entretenido, con paradas breves para cargar combustible y comprar algunas provisiones estratégicas.
Al llegar a Zárate atravesamos el río Paraná por el Complejo Ferrovial Zárate-Brazo Largo y entramos a Entre Ríos por la RN 12. En Ceibas tomamos por la RN 14 para cruzar todo Corrientes y llegamos hasta Oberá, en Misiones, donde empalmamos con la RN 103. De a poco la vegetación se volvía más espesa, se sucedían plantaciones de tabaco y yerba mate, zonas forestadas, aserraderos y camiones con sus mieles en el acoplado.
Tomamos un desvío a mano derecha que bordea el río Uruguay hasta El Soberbio, donde encontramos la última YPF antes del destino. En total, doce horas seguidas hasta acceder al lodge de selva en el interior de la Reserva de Biosfera Yabotí, unos 65 kilómetros al norte de El Soberbio por la RP 2, y 1200 desde Buenos Aires. Entramos en la selva al caer la noche, en medio de un aguacero que hacía humear la tierra colorada.
En realidad había diluviado durante todo el viaje; la lluvia nos acompañó desde Buenos Aires hasta Moconá sin escala, donde nos encontramos con el resto de los tripulantes, en su mayoría empresarios o profesionales en sus propios vehículos 4x4, con familia o amigos.
Desde el lobby del Moconá Lodge, donde dormiríamos las próximas tres noches, una extensa pasarela se abría paso entre la maleza para bifurcarse hacia las cabañas, todas construcciones en madera muy confortables, con aire acondicionado, Wi-Fi (puede fallar) y un deck con vista a la vegetación más espesa. No hay allí señal de celular y 35 kilómetros a la redonda no se puede comprar una Coca-Cola.
"La Reserva de Biosfera Yabotí comprende un área de 300 mil hectáreas. Desde aquí ingresaremos al Parque Provincial Moconá, una zona intangible de 999 hectáreas con 600 metros, donde se encuentran los saltos. Lleven botas o borceguíes, y tengan mucho cuidado donde pisan. Si los llegara a picar algo traten de ver qué los picó, atrápenlo si pueden. En la selva hay muchas serpientes venenosas", advierte el líder de X-Perience Tour Travesías, José Mujica, mientras enciende un tabaco enrolado bajo el ala de su sombrero, al estilo Cocodrilo Dundee.
Mujica sabe de qué habla. Si la yarará es venenosa, la coral es venenosísima. Se contrae como un resorte y después da el golpe, con la boca abierta y los colmillos de punta. Por eso las serpientes no muerden, sino que pican. El flemón detrás del colmillo se inyecta como una jeringa.

Corazón salvaje

Al día siguiente, luego de beber un café negro con tostadas y dulces caseros, salimos con trece vehículos en caravana hasta el viejo camino de ingreso al Moconá, donde nacen los circuitos por dentro de la selva. A diferencia de la amazónica, la selva paranaense se alza entre serranías, una cordillera central que atraviesa la provincia de Misiones de norte a sur, con desniveles que permiten dimensionar el paisaje desde distintos ángulos y miradores.
El camino es solitario y conduce al interior de un territorio húmedo, de vegetación abundante y en galería, con llanas, enredaderas y helechos montaraces. Y cientos de mariposas de colores revoloteando a nuestro paso.
De inmediato, el primer escollo irrumpió en el camino. Una de las camionetas se encalló en una huella profunda. Había llegado el gran momento de hundir los pies en el barro, desenrollar el malacate y por fin estrenarlo. También llegaría la gran decepción y el desconsuelo: ¡justo ahora el malacate no funciona!
"Una cosa es probar todo esto en un local de Callao y Santa Fe, y otra muy distinta es usarlo cuando salís al barro", advertía de excelente humor Henry de Ridder, otro tripulante de este viaje, conductor del programa El aventurero, de El Garage TV, sin perder toma de la maniobra con su videocámara.
A la distancia reapareció Mujica y con la ayuda de una eslinga y dos o tres indicaciones esclarecedoras (¡enderezá, hamacalo, hamacalooo!), consiguió succionar la camioneta del fango. Seguimos adelante.
La mayor parte del camino transitamos por viejas sendas de obrajes madereros, rutas provinciales sin pavimentar, huellas de barro, vadeos de arroyos o picadas donde sería necesario abrirse paso a machete. Pero se trata siempre de una aventura planificada y respetuosa del medio ambiente, para viajar con amigos o en familia.
"Lo más interesante de estas travesías es que te permiten llegar hasta lugares inaccesibles sin una 4x4", decía Santiago Killian, abogado de 26 años que viajaba al volante de una camioneta Amarok con su padre y una tía.
"El mes pasado estuvimos haciendo dunas en Pinamar, pero esto es completamente diferente –aseguraba Américo Lagouarde, empresario que conducía una Hilux junto a su mujer y una pareja de amigos–. Es buenísimo descubrir el país hermoso que tenemos. El mayor atractivo es estar metidos adentro de la selva."
Esta primera etapa abarcaba un recorrido de 150 kilómetros, como para sacarse las ganas del off road con 12 horas al volante y obtener una perspectiva general de la región. La hoja de ruta para el día siguiente contemplaba el trayecto hasta un mirador excepcional, para avistar los saltos de Moconá desde las serranías, y también una navegación en semirrígido por el río Uruguay para verlos bien de cerca, como un zoom a escasos metros de distancia.

A puro machete

Desde el confortable interior del Wrangler, la selva tropical se vuelve incorpórea, mediatizada por los vidrios polarizados, el aire acondicionado y la música de iTunes, con temas de Coldplay, UB 40 o Tony Bennett, que se suceden aleatoriamente entre miles de la nube de descargas automáticas. No obstante, en las distintas escalas para almorzar o beber un refrigerio, el mundo impalpable se torna denso y sofocante como un horno. ¿Y los animales?
En todo el día nos cruzaríamos apenas con uno o dos vehículos de aldeas vecinas. El trayecto es mayormente solitario y caluroso, un área no frecuentada por turistas... ni locales de ninguna especie. Avanzamos por zonas de explotación forestal, cruzamos arroyos, subimos y bajamos por senderos cada vez más obtusos, casi en penumbras. A puro machete abrimos picadas y accedimos por fin a un pequeño salto de agua; por primera vez tocamos con nuestras manos un timbó gigante de sesenta metros de altura, descubrimos el ibirá pitá (en guaraní, árbol rojo) y conocimos algunas plantas de frutas silvestres, como la pitanga o la guabiroba.
Como quien hace un hallazgo inquietante, nuestro líder se detuvo finalmente en una encrucijada para reconsiderar la situación: ¿podremos seguir avanzando por este sendero? ¿Habrá manera de retomar si continuamos por aquel atajo? El camino parecía haberse clausurado para siempre a nuestro paso. Un entorno impenetrable nos rodeaba, la penumbra se extendía a todas partes. De repente, el crujido de una rama reveló una presencia turbadora que acechaba desde la oscuridad.
Emprendimos el último tramo de regreso al lodge con los faros de alta potencia encendidos y sin mirar atrás. La noche se cernía como un manto y el clamor de la naturaleza nos sorprendía en su estado más puro. Habíamos llegado al corazón de la selva.

Cómo llegar

Expedición: organiza X-Perience Tour Travesias; reservas y más datos, (15) 6376-3003 o por mail: info@4x4on-line.com. Más información: www.4x4on-line.com. La salida cuesta 4000 por persona, con todo incluido menos el combustible.
Dónde dormir: Moconá Lodge: www.moconalodge.com.ar; Rincón tres Lagunas: teléfonos, (03756) 15511931/15619342; www.rincontreslagunas.com

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