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Capital del cacao y los infieles

por

Beatriz Reynoso

31 de enero de 2010

Con mi entrañable amiga Silvia decidimos hacer un nuevo viaje compartido; ya habían pasado siete años desde que la había llevado a conocer mi amada Italia...

Así que después de tres días en la sensual Río de Janeiro subimos a un crucero para navegar durante seis días. Uno de los lugares por visitar: Ilheus, perteneciente al estado de Bahía. Es considerada la capital del cacao; fue la principal productora mundial hasta que una enfermedad infectó las plantaciones, lo que provocó grandes perjuicios para los ilheenses, así es el gentilicio.

Tuvimos el placer de saborear el famoso cacao amargo, bien puro, como una especie de bienvenida.

Esta ciudad, con sus fachadas coloridas como la paleta de un pintor y destacadas por el sol incondicional, ha sido el lugar perfecto para ambientar romances de Jorge Amado, famoso escritor bahiano, como Gabriela, clavo y canela. Están tan orgullosos de las historias narradas por Amado que hasta el aeropuerto lleva su nombre.

El paseo incluía la visita a su casa: lindísima, con balcones que miran directamente a la catedral de San Sebastián, corazón de la ciudad. A la salida, una bahiana con traje típico nos regaló una oración mientras nos bendecía con un ramito de salvia, para la buena suerte en la vida... Sentí la energía que me transmitió al cerrar los ojos y escuchar la oración.

Dejé para el final lo que sucedía en la plaza principal: de un lado, la enunciada catedral de San Sebastián (uno de los patronos de la ciudad); del otro, el bar Vesubio, lugar de reunión emblemático de la ciudad para artistas, poetas y charlatanes.

Este bar es básicamente un sitio de hombres; mientras sus esposas iban a misa ellos decían que las esperaban pacientemente. Pero como había un pasadizo secreto que daba a La Bataclana, la casa nocturna de la ciudad, se escapaban hacia donde los esperaban las otras mujeres, con todas las oscuridades y diversiones imaginables.

La fiesta terminaba cuando ellos, los esposos fieles, oían la campana que anunciaba el final de la misa y volvían corriendo por el pasadizo para encontrar a sus esposas.

No podíamos volver al barco antes de disfrutar de banho do mar. La playa elegida fue Batuba Beach, la más famosa del lugar, con excelente estructura y música en vivo. Con esa alegría que sólo es brasileña nos despedimos de tan fantástico lugar.

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