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 • HISTORICO

Cinco grandes y algunos mitos en el Parque Kruger

Todo sobre el gran destino de safaris de Sudáfrica, que suma visitantes y hasta aplicaciones para localizar bichos, pero sin perder su salvaje magia


Las nuevas apps facilitan el encuentro con animales, pero también le quitan exclusividad

Las nuevas apps facilitan el encuentro con animales, pero también le quitan exclusividad - Créditos: SETH KUGEL/NYT y SHUTTERSTOCK



Sabemos qué es un elefante antes de entender que el 3 va después del 2. Lo pintamos en crayones y aprendemos cómo se dice en otros idiomas cuando todavía no nos sabemos atar los cordones. Así que el que diga que no sentiría nada si una manada de elefantes le pasara por al lado, miente o no imagina el poder que un safari tiene sobre cualquiera.
Sudáfrica no es sólo el parque Kruger, pero el relato siempre empieza y termina por su sabana. Cruzar a Sudáfrica no es tan difícil como parece. Latam inauguró el mes último su vuelo a África, desde San Pablo. Tres horas desde Buenos Aires y, a partir de ahí, diez más a Johannesburgo. La capital no es de lo más atractivo que el continente tiene para ofrecer, salvo por el valor simbólico de Constitution Hill (donde solía estar una cárcel que mantuvo cautivos tanto a Nelson Mandela como a Mahatma Gandhi y hoy es un emblema de los derechos humanos) y el museo del Apartheid que se visitan en medio día.
Para llegar al Parque Nacional Kruger se puede ir por tierra o en avión. El vuelo dura menos de una hora y cuesta alrededor de 150 dólares. Los que eligen ir en auto lo hacen, entre otras cosas, porque hay un par de perlitas en el camino que de otra forma no verían. Una es el Blyde River Canyon, el cañón con vegetación más grande del mundo a seis horas de Johannesburgo. El acantilado, el río que se asoma por abajo y las Three Rondavels, montañas con picos que imitan los típicos techos de casonas africanas, son el escenario ideal para dar un último respiro y llegar bien a la reserva nacional más grande del país que ya está a apenas 74 kilómetros de distancia.

La reserva y sus gigantes

Lo dice su página de Wikipedia y lo repiten los guías siempre que encuentran una chance: Kruger tiene casi el tamaño de Gales. El primero, 19.485 km²; y el segundo, 20.761 km². A nosotros quizás nos sirva más una referencia local: toda la provincia de Tucumán mide 22.524 km².
Primero hay que matar algunas ilusiones de los aventureros más ingenuos, como que la piedra en la que se inspiró El Rey León está en Kenya, bastante lejos de Kruger. Otra verdad es que el parque es enorme pero está cercado, hay total control sobre la entrada y la salida de vehículos. Cada humano que pasa por el portón se tiene que registrar. Y se sabe exactamente cuántos ejemplares de cada especie hay.
A pesar de toda la información dura, una vuelta por la reserva jamás deja de ser una sorpresa. Ni siquiera para los guardias que la recorren a diario y sueltan cada información como si fueran nenes de 6 años que recién llegan de la escuela: ¿sabían que los elefantes pueden cambiar de dientes hasta seis veces en la vida y que los cocodrilos son capaces de no comer por dos años enteros?
Animales sueltos, un gran programa

Animales sueltos, un gran programa - Créditos: SETH KUGEL/NYT y SHUTTERSTOCK

Otro dato que sustenta su magia es que muchos sudafricanos lo eligen como vacación una vez al año, lo que hace que su temporada alta coincida con las vacaciones escolares de diciembre y enero (momento en el que es mejor evitar el destino, tanto por el calor como por la suba de las tarifas).
Otra aclaración obligada es que nada asegura el avistamiento de los cinco grandes de África: el león, el búfalo, el elefante, el leopardo y el rinoceronte. No están esperando en un punto fijo del mapa para posar con nosotros como pasa en un parque de Disney. Si no hay suerte, tendremos que sostener a toda honra la cara de: "Fui hasta Sudáfrica y no vi ningún león pero estuve 20 minutos espiando cómo una jirafa rompía una rama con su lengua de 50 centímetros". En este caso, sólo faltó el león, pero hubo cantidad de leopardos.
El último comentario fundamental sobre el safari es que los animales no lastiman a nada que no les resulte amenazante. En palabras de un guía: "Hasta que no te atacan no saben que sos un inútil, según sus parámetros, o siquiera si sos material comestible".

El precalentamiento

Si bien hay muchos hoteles dentro de la reserva (los lujosos lodges), quedarse en alguno de los que están a 45 minutos de la entrada puede costar hasta 30 veces menos. No tienen el charme de ver pasar a búfalos del otro lado del vidrio del baño, es cierto, pero están bien puestos y cuestan entre 80 y 200 dólares la noche con el desayuno incluido.
Si la elección es quedarse afuera del parque, la mayoría opta por una sola jornada completa de safari, que empieza bien temprano. Como hay que estar saliendo del hotel a las 5 de la mañana, lo más común es llegar el día anterior, cenar temprano y descansar. En verano, amanece 4:30 y la temperatura sube rápidamente a los 40 grados pero hasta la primavera, el sol aparece recién a las 6:30. Hay que cubrirse de capas para sobrevivir los 5 grados de la salida y quedarse en manga corta cuando, en la mitad del recorrido, suban 20 grados. Por suerte, las 4x4 conocen tan bien a los humanos como a los animales y esperan en la puerta del hospedaje con frazadas y ponchos.
La vianda que arman los hoteles merece un párrafo aparte. A falta de buffet por el horario poco amigable, dejan en el lobby un paquete con todo lo que cualquiera puede necesitar para despertarse y más. El del Greenway Woods tenía una manzana, jugo de naranja, papas fritas de paquete, un muffin, chocolates, agua, un sándwich y hasta un huevo duro. La consigna es esperar a la primera parada que es al mediodía, pero picar mientras aparece el sol al costado de la ruta no está prohibido.
El camino desde la zona de los hoteles, White River, al parque tiene un encanto que se sostiene a pesar del frío y del horario, entre árboles altísimos, acantilados verdes y horizontes lejanos con lucecitas que se van encendiendo.

Doce horas en el desierto

¿Por qué entrar al parque a las 7? Podría ser porque en el amanecer es cuando salen mejor las fotos, pero la razón tiene un poco más de sustento. Tanto al alba como al atardecer es cuando más fácil resulta encontrar animales porque la temperatura es templada. Las chances aumentan en los meses cálidos ya que son más fáciles de localizar: todos están sedientos cerca del agua.
El parque tiene varias entradas en donde se reparten mapas para los que van sin rangers y se repiten las reglas. No hay que sacar el cuerpo del vehículo, ni un brazo en lo posible; hay que hablar bajito si algún animal pasa cerca; no hay que alimentar a ninguno; y no se puede ir a más de 50 km por hora. Cada persona tiene que dejar su número de identidad (en nuestro caso el DNI) y pagar una entrada que varía dependiendo de la nacionalidad y del tipo de tour que se haya tomado. Un extranjero con guía, por ejemplo, paga 280 dólares mientras un sudafricano que va por su cuenta puede pagar 150. En las filas para hacer el "check in" y pasar al baño se mezclan asiáticas que se protegen del sol con sombreros de bamboo con alemanes en bermudas que se ríen del supuesto frío matinal que hace temblar a los autos con elenco latino.
Si bien en la entrada da la sensación de que la ruta va a estar atorada, una vez que se cruza la compuerta, los colectivos, camionetas y autos parecen diseminarse y quedar solitarios en alguna arteria del parque. No es casualidad, los guías tienen que estudiar tanto para conocer el ABC de las especies que habitan Kruger como para saber cuál es la mejor manera de manejarse. Dónde parar, cuándo avanzar rápido y cómo molestar lo menos posible a quienes viven en la reserva son parte de la currícula.
Si ponemos bien el despertador, el safari puede durar 12 horas hasta que las puertas cierran a las 18:00. En el medio, el desfile caótico y perfecto de animales que llega con una catarata de datos de los que manejan. Como que las hienas se ganaron su fama porque se comen a sus presas cuando todavía están vivas (El Rey León tenía razón). O que el búfalo es el mayor causante de muertes de la sabana aunque parezca una vaca con corona (es herbívoro y ataca por placer sólo para ahuyentar). También hay de los lindos como que las cebras se acuerdan el motivo de las rayas de sus madres, así las reconocen, y los steenbok, las cabras que son plaga en la región, tienen una sola pareja toda la vida.
Si hay embotellamientos o problemas en el parque, es muy probable que la culpa sea de los que se meten ignorando la sabiduría ranger. Es más, ahora existen aplicaciones que se convirtieron en la pesadilla de todos, al indicar dónde hay animales cerca rompiendo con el encanto de la casualidad. ¿Qué hace un leopardo cuando 20 autos esperan que se coma a su presa al costado de la ruta? Se asusta, la deja y se escapa corriendo. Evidencia en luces de neón de lo invasivos que llegamos a ser los humanos si no respetamos el ritmo de la naturaleza. Para dormir sin culpa, podemos retomar el espíritu crédulo e imaginar que cuando no haya moros en la costa y el cielo esté cubierto de constelaciones, volverá a buscarla para la cena.

Datos útiles

Cómo llegar
Latam comenzó recientemente a volar a Johanesburgo con cuatro frecuencias semanales, que el año próximo podrían incrementarse a siete. Desde Buenos Aires, con conexión en San Pablo, tarifas desde US$ 887, finales. latam.com
Cuánto cuesta
La cotización del rand sudafricano es similar a la del peso argentino. Un dólar equivale a 14 rands, lo que facilita las cuentas. La entrada al parque Kruger cuesta 304 rands para adultos y 152, para niños.
Dónde dormir
En un extremo del anillo de hospedajes dentro del Parque Nacional Kruger están las carpas de los campamentos (Restcamps, que rondan los 20 dólares para dos personas) y del otro los lodges cinco estrellas. Opulentos, cubiertos de madera y con pocas habitaciones, ofrecen una opción de descanso para hacer del viaje algo más relajado. Además de la atención personalizada y de la cercanía con los animales, los que eligen quedarse en alguno de ellos pueden recorrer el parque en dos tandas y en horarios libres de turistas externos: de 6 a 9 y de 16 a 19. En el medio, vuelven al hotel para ser recibidos con toallas húmedas para refrescarse las manos y una copa de espumante.
Tinga Private Game Lodge: tienen docks de madera cubiertos por árboles que están directamente sobre la arena de la acción. Entre copas de Pinotage (la cepa tinta insignia de la zona) y platos de cocina de autor quizás son sorprendidos por una familia de elefantes camino a cubrirse de barro, su estrategia para no sentir tanto el calor. Si alguno de estos se anima a estirar la trompa, puede fácilmente tocar el agua de la piscina y volver a zambullirse cuando los huéspedes estén durmiendo la siesta entre safaris. El precio de la experiencia puede escalar a los 1500 dólares por una suite doble, con todos los paseos y los guías incluidos.

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