De Córdoba al mundo, con un pincel en la mano

Una firma en la pared del barrio era el objetivo. Había comenzado a garabatear su nombre con aerosol en cualquier pared que encontrara impoluta. A medida que pasó el tiempo aprendió cuestiones más sofisticadas como el punto de fuga, la profundidad, el comportamiento de los colores. Con el aprendizaje, llegó el reconocimiento y con eso, los viajes. Hoy, casi 14 años después, Elian Chali (28 años) tiene una marca personal que lo define y que lo hace reconocible en las calles del mundo. Con figuras geométricas poderosas y enérgicos colores, Chali devuelve a cada lugar un poco de lo que se lleva.

Del entusiasmo por estampar su firma en las paredes de Córdoba al vértigo de pintar en paredes enormes, Elian ha creado una personalidad bien diferenciable en el mundo del arte. Su marca registrada no puede divorciarse de su conciencia sobre el entorno. En Milán intervino el frente de una antigua fábrica de 70 metros de largo y en Querétaro, México, puso a dialogar una fachada de estilo europeo de 1989 con un enorme triángulo color rojo. En Montreal trabajó sobre un edificio de una fundación que da cobijo a personas de la calle con HIV. Para eso, tradujo los nombres de quienes viven allí a un código de imagen digital y plasmó el resultado sobre la fachada.

Hamburgo, Kiev, Azores, Buenos Aires, Bruselas, Córdoba son otro puñado de ciudades que han sido intervenidas por el cuerpo y la mente creativa del cordobés. Los viajes empezaron desde muy chico y se hicieron cada vez más frecuentes, a medida que los ojos del mundo artístico se posaban en sus obras. Por voluntad propia, prefirió no moldear su oficio con conocimientos que se dictaran en cubículos de cuatro paredes. En cambio, eligió los viajes como medio para aprender acerca de las distintas culturas del mundo. "Poder nutrirme de tantos contextos diferentes en tan poco tiempo, sin dudas ha cumplido un rol fundamental en mi formación y en mi obrar. La oscilación generada entre lugares y culturas tan diferentes entre sí, escupe como resultado una cantidad de incógnitas a resolver, fundamentales para el pensar artístico", afirma Elian Chali.

Y agrega: "La primera vez que viajé, quedé excitado de tanta data y, casi instantáneamente, me di cuenta que ese mecanismo iba a ser lo que le daría sustancia a mi obra".

Buenos Aires es uno de los últimos lugares que se dejó transformar por las manos de Elian. El artista encontró en las paredes del Centro Cultural Konex (Sarmiento 3131), un enorme tapiz sobre el cual librar su batalla. Las paredes quedaron recubiertas de amarillos, celestes, rojos y verdes, una verdadera ruptura en medio de la arquitectura del Abasto.

Con ese mismo respeto a la comunión entre sus viajes y su formación como artista, Elian trata a cada ciudad con la que se encuentra. La tecnología es un gran aliado y la posibilidad del contacto personal con algún lugareño, también. "Lo primero que hago es morfar un poco de data por Internet, dialogando con los curadores u organizadores que me invitan, investigando de qué va cada ciudad. Cuando llego trato de hacer un pequeño reconocimiento de campo para respirar el aire de cada lugar. "

Una vez hecho el primer contacto, empieza a trabajar en diálogo con esa realidad que se hizo material ante sus ojos. No impone; escucha, observa y, a partir de ahí, crea. "Pienso que cada lugar tiene su propia riqueza y sólo hay que saber decodificarla", comenta.

A Elian le gusta romper todo tipo de estructuras y no tiene miedo a la desaparición de su arte. Al contrario, cree en la vida de los espacios que las sostienen. Así como las personas crecen, cambian de gustos, de parejas, de moda; las paredes también pueden cambiar de fachadas. "No tengo ningún problema con su desaparición. Tampoco pienso que haya que congelar el pulso orgánico de las ciudades. Creo que es necesario el aire fresco y la renovación. Si tiene que irse, que se vaya".

Dentro de la infinidad de pasajes a su nombre, los que tienen a Córdoba como destino son los que más añora. "Es el lugar que habito, dónde está mi gente, la gente como yo".

Allí es donde nació y donde tuvo sus primeras lecciones acerca del arte. "De pibe aprendí que no había que defenderse con los puños, sino con sabiduría. Crecí rodeado de estímulos creativos y la música fue la puerta que me introdujo a la pensamiento artístico. En las etapas de aprendizaje salvaje como es la adolescencia o la niñez, tener a mano la posibilidad de construir y comprender desde lógicas alejadas a la ciencia estimulando un costado cerebro-espiritual como la creatividad, te transforma en una persona con herramientas infinitas".

Su entusiasmo por el arte comenzó a crecer y, junto con él, la cantidad de horas que pasaba recorriendo las calles cordobesas. "Experimentar y habitar un espacio de semejante convergencia de temas, contextos y situaciones como es Córdoba, me inyectó de cuestionamientos en los que empecé a indagar casi de manera automática e inconsciente. El arte urbano, o mejor dicho el arte en el espacio público aparece en mi vida como un lugar de discusión sobre estos cuestionamientos", reflexiona.

La clave de su oficio está en el acto de rebeldía de poner ruido y color a aquellas estructuras que parecen inamovibles.