Volamos a Viedma y de ahí fuimos a Las Grutas. Después de recorrer el balneario, contratamos dos excursiones de aventura a las Salinas del Gualicho y al Bosque Petrificado de Valcheta. La excursión a las salinas sale por la tarde para evitar el intenso sol durante el día. Si nunca visitaron salinas, la primera impresión es alucinante, uno cree ver nieve en la enorme superficie blanca y no... es sal.
Vimos parvas blancas recientes y otras grises más antiguas y recorrimos la única fábrica de carbonato de sodio de la Argentina. Nos explicaron el funcionamiento de la extracción, cómo se forma y cosecha el cloruro de sodio, sal gruesa y entrefina. Nos llevamos como muestra una bolsa con sal gruesa.
El atardecer invita a sacar fotos: a medida que el sol se esconde el lugar se tiñe primero de rojos y amarillos y finalmente de rosas y violetas.
A medida que oscurece vamos detectando los cuerpos celestes que dominan el cielo, mientras ya se siente el olorcito del pollo al disco, nos ubicamos en las mesas junto a los compañeros de viaje.
Volvimos a medianoche fascinados por lo que vimos.
Al día siguiente fuimos al Bosque Petrificado de Valcheta, donde un grupo de personas oriundas del lugar decidieron abocarse a preservar semejante tesoro, motivadas al ver cómo los turistas se llevaban cortezas de arboles petrificados de 60 millones de años.
Estudiaron paleontología y se informaron sobre el tema liderados por Rosa. Empezaron a desenterrar troncos petrificados de más de 35 metros de largo que estaban a pocos centímetros bajo tierra, y hoy podemos asombrarnos de tamaño trabajo realizado.
También recorrimos las grutas en la playa del Sótano, en el centro de Las Grutas, y nos asombramos con las mareas. Donde hubo 200 metros de playa a las 9 de la mañana, a las 11 el oleaje cubrió todo. ¡Cuidado con dormirse al sol!
Por Silvia Kossoy
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