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 • HISTORICO

En la inmensidad del cielo, hasta las vacas pueden volar

Créase o no, a bordo de un avión suceden cosas más extrañas que en la Tierra




Si las noticias de la Tierra no dejan de sorprendernos, basta darles una mirada a las cosas que suceden en los cielos, al menos durante los vuelos, para comprobar que -según testimonios de asiduos viajeros- ocurren situaciones dignas de ser contadas.
Hace pocos años, un cable de una agencia noticiosa informó que en una zona cercana a Indonesia, desde un avión que transportaba vacas, arrojaron un par de esos rumiantes al vacío, aterrizando uno de ellos sobre la popa de un barco furtivo de pesca de origen oriental.
Por la misma época, a un comandante de apellido Polanco, antes de aterrizar una nave en el aeropuerto de Bariloche, que misteriosamente sufrió un corte total del suministro de energía, igual que la ciudad, se le apareció un OVNI, y éste con su movimiento en el cielo lo ayudó en la maniobra y hasta le hizo un guiño de luces, que fue respondido con las del avión. A los pocos días, Polanco fue invitado a explicar su experiencia ante representantes de la NASA, en Estados Unidos.

Confusiones en español

A veces, a muchos hispanohablantes el mismo idioma castellano pronunciado por españoles es motivo de extrañas confusiones. Como ocurrió en un vuelo de Iberia, de Buenos Aires a Madrid, en el que viajaban Sergio Otero y Luis Resnick. Se les acercó el auxiliar de a bordo y les ofrece algo para tomar. Ambos pasajeros responden champagne. El auxiliar, asiente y pregunta: "¿Cavas?". Otero y Resnick preocupados al creer que les ofrecerían aguas discuten y responden al unísono: "No, queremos champagne".
-"Pues al champagne se le llama cavas", respondió el mozalbete de origen ibérico y volvió con una tentadora botella bien frappé. Otero y Resnick brindaron contentos.
"Es también muy común que se produzcan equívocos o malos entendidos en los vuelos debido a la diversidad de nacionalidades -aseguró un veterano auxiliar de a bordo, Horacio Damianovich-. "Una vez, en un viaje con destino a Madrid, descendían los pasajeros y una señorita oriental que lideraba un grupo de seis personas del mismo origen, se acercó y me preguntó, en inglés, qué temperatura ambiente teníamos. Calculé y respondí seventeen , saludó y descendió. Su grupo la siguió y antes de bajar , seguida por su grupo y cada uno de ellos, se despedía respondiendo: seventeen... seventeen... seventeen. " Lo que ocurre en las alturas puede tener ribetes que rondan en el terreno de lo fortuito, pero en la Tierra parece todo más controlable. Pero no fue así para Graciela Bruskie: "Le contaba al remisero que ese viaje era para mí una asignatura pendiente -comenta Bruskie-. El caso es que le conté que me encontraría con un ex novio y que si la cosa funcionaba, quizá nos casaríamos. A mi regreso, me recibió el remisero en Ezeiza con su señora y sus dos hijos, a los gritos, señalándome y diciéndole a su familia que ésa era yo, la de la historia de amor. ¿Y qué pasó?, me preguntaba el remisero acompañado por su familia en la parte delantera del auto. Lamenté decepcionarlos: No pasó nada, la relación se cortó para siempre. Cuando me dejaron en casa, el remisero no quiso cobrarme el viaje".
Otros pasajeros experimentan sensaciones extremas que hacen poner los pelos de punta a los demás cuando estallan a bordo, tal como refiere José María Vincent: "Un importante ejecutivo estuvo tres días en Buenos Aires y se fue a Nueva York, donde residía y centralizaba sus operaciones. Al subir al avión se notaba que el hombre había estado tomando. Viajaba en primera y, a cada rato, le pedía whisky a las azafatas, hasta que éstas se negaron a servirle más alcohol. Armó, entonces, un lío tremendo y un auxiliar consiguió calmarlo. Al rato se trepó al bar, viajábamos en un Jumbo, se bajó los pantalones y ante los presentes mostró su anatomía, desde la cintura hasta las pantorrillas. Aparecieron dos auxiliares y lo ataron al asiento. Cuando llegamos a Nueva York lo estaba esperando la policía. El hombre había explotado en vuelo".
Adriana Barcia, viajera consuetudinaria, sostiene que "hace una década, volar por el Pacífico era de temer. En un vuelo de una aerolínea de origen turco,salí del baño justo en el momento de la oración. Así, me encontré con pequeños grupos de musulmanes arrodillados, rezando, desparramados por todo el avión."
"Otra vez -agrega Barcia- estaba con mis hijos en Va Va´u, Reino de Tonga. Uno de ellos se quebró el brazo y la única opción era dejarlo atender por un brujo que le quería pasar aceite de mango, porque no había hospitales. Decidimos tomar el primer avión, pero como en estas zonas los ricos son muy gordos y los aviones muy acotados en su espacio, el piloto no pudo llegar hasta la cabina debido a que la mayor parte de la nave estaba ocupada por pasajeros obesos, por lo tanto no pudo despegar. Al otro día, tomamos cinco aviones para llegar, finalmente, a Nueva Zelanda."

Estrategias

Gabriel Griffa, director de Mind Opener, es de los viajeros que recorren el mundo por el cielo y confiesa que él posee una estrategia para conseguir su lugar preferido. "Siempre trato de sacar un pasaje en la fila del medio: coloco el bolso en el segundo asiento, en el tercero me siento y en el cuarto pongo las revistas, con lo cual, si no viene alguien que tenga esos billetes, duermo en las tres butacas, como un bebe. Pero en un viaje, un pasajero estadounidense se dio cuenta de mi estrategia, comenzó a insultarme y nos peleamos. Llamé a la azafata y como el norteamericano no tenía ninguno de los asientos que yo ocupaba, lo hizo callar y le dio otra ubicación. Al rato de quedarme dormido, desperté bruscamente. El hombre me estaba empujando de los asientos. En ese momento, apareció la azafata, nos separó y se lo llevó bien lejos..."

Berrinche y golpes

  • Los niños en los vuelos son una cajita de sorpresas y ni bien comienzan a sonar los primeros berrinches, es destapada por los pasajeros más sensibles a los ruidos a la hora de dormir. "En un vuelo de Nueva York a Los Angeles -comenta Carlos Macchi-, un bebe comenzó a llorar a todo pulmón cuando estaban pasando una película. Eramos muy pocos pasajeros; uno de ellos le dice al que sostenía al bebe entre sus brazos que lo hiciera callar. El aludido dejó al chico en el asiento y le respondió con una trompada; igual que en las películas, se dieron golpes como si estuviesen en un saloon del Lejano Oeste.
Alejandro Schang Viton

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