Qué importante son los ferrocarriles para conocer el mundo.
Una grata experiencia personal me permite opinar (muy modestamente) sobre las posibilidades que tiene el ser humano para descubrir y adoptar medios que impactan al realizarlos y permiten difundirlos sin premeditaciones retributivas.
Llegamos a París -dos amigas docentes- desde Buenos Aires por vía aérea y allí, siguiendo sugerencias de Horacio de Dios, dispusimos de nuestra mente para recorrer la ciudad que ya conocíamos y tratar de ver algo que magnificara nuestro viaje: conocer el tren que cruza el Canal de la Mancha y que nos dejara en Londres en una hora y media.
Todo se inició en la estación ferroviaria. Averiguamos horarios, precios y... manos a la obra. Así, el 2 de abril último (coincidió con la reunión del G-20) transformamos en realidad una ilusión que atesorábamos en nuestro interior y vivimos una experiencia indescriptible al vernos cómodamente ubicadas en el tren, que esa mañana nos llevó a Londres, regresando esa misma noche a París, con una cena incluida para brindar por la paz del mundo y por nuestra audacia para aumentar la cultura que deseamos tener en esta vida terrenal.
París no es sólo la moda, los shoppings, los museos, sus templos, etcétera, sino tiene lo que el espíritu puede traer oculto sin necesidad de aumentar el equipaje y demorar para retirarlo. Al contrario, acumulamos conocimientos y damos gracias a quien iluminó la ida de este viaje tan corto, pero pleno de emociones y sabiduría.