Restaurantes y artesanías para todos
A unos kilómetros de Monsanto, en dirección al Norte, y siempre en línea con la frontera española, surge Sortelha. Enclavada a unos 700 metros, muestra un entramado típicamente medieval rodeado de gruesas murallas circulares dotadas de torreones y perfectamente conservadas. Su nombre procede al parecer de sortija, nombre castellano de un juego de caballeros que consistía en introducir la punta de una lanza a través de un anillo de pedrería de elevado valor simbólico.
Cestería espiral
Pese a lo pequeño de su tamaño, aquí se aprecia más la impronta del turismo. Restaurantes y bares, casas rurales y tiendas de artesanía revigorizan el pueblo. Las calles están meticulosamente empedradas, las casas tienen ventanas de guillotina, y hay bancos, terrazas y fuentes aprovechando las lanchas de granito para el asueto de los visitantes. La cestería local se elabora con una técnica muy arcaica de tejido en espiral, similar a los balayos canarios y a los antiguos escriños zamoranos. Mientras que uno de los instrumentos tradicionales, los adafes, recuerdan el origen árabe del pueblo.
Dicen que París es una extensión de Portugal. Pero algunos inmigrantes acaban volviendo a su tierra e insuflan aires nuevos. Eso les ha sucedido a los propietarios del bar Campanario, con una muy frecuentada terraza, flores y una dilatada vista sobre la campiña.
Almeida, la más alejada y también la más monumental y populosa, aunque apenas alberga 1500 habitantes. Dista sólo siete kilómetros de la frontera española, mirando de frente a Ciudad Rodrigo, en Salamanca. Aunque de fundación medieval, lo primero que salta a la vista es la espesa muralla del siglo XVII que defendió a la villa de las tropas castellanas y, más tarde, napoleónicas. Todo un hito de la ingeniería militar. Tiene forma de estrella dotada de seis brazos con otros tantos baluartes.
De sus siete kilómetros de largo, una buena parte está enterrada, cubierta de tierra y vegetación para evitar el impacto de la artillería. Dicen que en el amplio foso que la rodea, los soldados no solamente se protegían, sino que también cultivaban sus propias hortalizas. En la actualidad se están recuperando los antiguos establos para fomentar la actividad hípica en la zona.
Almeida es una villa elegante, con una simetría y espaciosidad muy dieciochescas. De entre sus fachadas blancas y pulcras se destacan el Palacio de Vedoria, la casa de Roda y la parroquia, del siglo XVI, que perteneció a un convento de franciscanas. Además ofrece un bonito parque y una taberna centenaria llena de sabor y de feligreses que apuran un vinito a media tarde. En la más pura tradición ibérica, sus calles están repletas de bares y terrazas, que hacen de ella un lugar lleno de animación local.
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