El Iberá siempre me generó cierto aire de misterio y aventura. Finalmente pude comprobar que es mucho más que eso.
Emprendimos el viaje con la ilusión que nos provocaba el hecho de encontrarnos con una fauna y una geografía tan particular como atrapante, y ¡no era para menos!
La primer etapa nos deparó muchas sorpresas. Nos alojamos en una estancia muy particular cerca de Mercedes. Apenas cruzamos la tranquera, en medio de una inmensidad ondulada, una bandada de ñandúes nos dio la bienvenida. A lo lejos, en un monte magnífico se levantaba una torre hecha con paredes de piedra del lugar, estilo inglés, de cuatro pisos.
Resulta que Enrique, su propietario, amante de la lectura y la ecología, quería tener su biblioteca y leer "desde donde pudiera mirar los 360° del horizonte de su campo, por encima de los eucaliptos". Hoy no sólo tiene miles de volúmenes, sino que construyó un lugar inmejorable e inimaginable en esas latitudes, con una cocina exquisita de la mano de Marisa, la dueña de casa.
Carpinchos, peludos, vizcachas, garzas, espátulas rosadas y cientos de pajaritos permitían que nos acercáramos por la paz que se respira en el lugar. Y para postre, frente al lobby, en un laguna que se armó donde había una piscina, un yacaré hembra y su cría reposaban mansamente al sol.
El puesto de guardaparques nos recibió en La Laguna, y apenas cruzamos el puente divisamos el esplendor de sus aguas brillantes como la llamaron los guaraníes.
La Reserva del Iberá es uno de los humedales más grandes de América del Sur, abarca 1,3 millones de hectáreas, constituyendo un ecosistema con más de 340 especies de aves, 60 de reptiles, 40 de anfibios y más de 60 mamíferos. Se respira naturaleza y paz por todos lados.
Maita y don Julio nos recibieron en su hostería, y con su hospitalidad y larga experiencia de vida nos enriquecieron con mil historias y enseñanzas sobre los animales y el lugar.
Recorrer a caballo o en lancha la laguna tapizada de amarillo y lila por los florecidos aguapés e irupés, en medio de juncos y matorrales, es inimaginable, sobre todo cuando nos pudimos acercar hasta casi tocar, yacarés, carpinchos, chajás con sus crías, ciervos de los pantanos con sus altas cornamentas y aves y pájaros de todo tipo como cigüeñas, garzas, pájaros carpintero y cardenales.
Mención aparte merece la caminata de interpretación que brindan los guardaparques (muchos ex cazadores furtivos) para identificar la flora (hay hasta arrayanes), y donde los actores son los monos carayá que saltan de rama en rama.
En la gente del lugar se nota un extraordinario apego a sus esteros, un aire de conservacionismo y protección elogiables. A fin de mes es la fiesta del pueblo y reinarán los desfiles, el cordero asado y los chamamés. Volveremos pronto, ¡nos quedó pendiente navegar por la laguna con luna llena!
Juan Carlos Silvestri
SEGUIR LEYENDO
Deco: una diseñadora nos cuenta cómo remodeló su casa de Manzanares
por Soledad Avaca Cuenca
MasterChef Argentina: el paso a paso para hacer la receta del risotto
De guacamole a chile: glosario de picores de la comida mexicana
Irá a prisión. Por qué mirar The Dropout, la serie sobre Elizabeth Holmes
por Sole Venesio
