En las afueras de París hay una ruta que conduce a los visitantes por las mansiones que ocuparon grandes autores de la literatura; reviven historias de amor y sufrimientos
Entre los innumerables caminos que se abren a la curiosidad de los que llegan a París, hay un itinerario en el que se mezclan el ensueño y la realidad, la llamada Ruta histórica de las casas de escritores . Los que aman la literatura pueden encontrar en los alrededores de la capital de Francia los hogares donde se escribieron algunas de las obras más importantes de ese país.
El recorrido lleva a los viajeros a través de dos bellísimas regiones francesas, la Normandía y la Ile-de-France. Se trata de visitar los lugares donde vivieron y trabajaron doce autores célebres. El visitante hallará en esos paisajes, en esas habitaciones, la atmósfera que inspiró la creación de personajes y situaciones que más tarde apasionarían a millones de lectores en todo el mundo.
Es conveniente reservar un fin de semana para hacer el trayecto completo; las residencias están muy cerca las unas de las otras y es posible verlas todas en dos días. Quizá se podría hacer un alto en Rouen (una ciudad hermosísima) para dormir ya que es uno de los puntos más alejados de París en el tour, tiene muchas posibilidades de alojamiento, una gastronomía suculenta y un casco histórico de gran interés.
Stéphane Mallarmé
Frente al bosque de Fontainebleau, en el 4 del quai Stéphane Mallarmé, en Pont de Valvins, está la casa de Stéphane Mallarmé (1842-1898), donde el poeta pasó largas temporadas desde 1874. Precisamente el 6 de agosto de 1874, Mallarmé llegó por primera vez a Valvins.
Se instaló en una pequeña casa situada entre un jardín y el Sena. En París, la familia Mallarmé habitaba en un departamento de la rue de Rome. En 1877, murió Anatole, el pequeño hijo del autor. El padre, agobiado por el dolor, se enfermó y buscó recuperarse en Valvins. Con el correr de los años, la situación económica de Mallarmé mejoró lo suficiente como para que resolviera pasar siete meses del año (de mayo a noviembre) en Valvins, acompañado por su esposa Marie y su hija Geneviéve.
En el verano de 1898, poco antes de su muerte, fue visitado entre otras celebridades por Paul Valéry y el pintor Whistler. En la actualidad, cuando se sube al primer piso de la casa de Valvins, se ve en la primera pieza un célebre abanico. Es el que perteneció a Geneviéve.
A Mallarmé le encantaba dedicar poemas a las mujeres que quería (su esposa, su hija y Méry Laurent, con la que mantuvo una apasionada amistad). En otro de los cuartos está el reloj de péndulo de Sajonia, al que se refiere Mallarmé en su poema en prosa Frisson d´hiver ( Escalofrío de invierno ); también se halla la mesa alrededor de la cual se celebraban los famosos martes literarios de la rue de Rome, que fue trasladada a Valvins. Esas reuniones eran frecuentadas por escritores tan importantes como Verlaine, Claudel, Gide y el mismo Oscar Wilde, y pintores como Manet, Degas, Renoir, Whistler, Gauguin.
También se conserva el cabinet japonés en el que Mallarmé guardaba sus escritos. Desde la ventana de su despacho, veía el Sena. El dormitorio del poeta está pintado de gris, el mismo color que el autor eligió para pintar la cama de estilo Luis XVI con su propia mano. Sobre la mecedora descansa el châle pied-de-poule con que lo fotografió Nadar y que el poeta utilizaba en los húmedos meses del otoño de Vavins.
Mallarmé atendía personalmente el jardín. Le encantaban las rosas y las lilas, pero también le gustaba ver crecer las legumbres de su huerto. Del otro lado de la ruta, está el banco en el que acostumbraba sentarse a orillas del Sena mientras recitaba en forma alternada sus poemas y los de su admirado Baudelaire.
Louis Aragon y Elsa Triolet
Una de las parejas literarias más famosas del medio intelectual francés de este siglo, la de Louis Aragon (1897-1982) y Elsa Triolet (1896-1970), eligió como lugar de descanso para sus ajetreos políticos y culturales (Aragon fue un comunista militante) a la localidad de Saint-Arnould-en-Yvélines. Allí compraron, en 1951, el molino de Villeneuve, cuyos orígenes se remontan al siglo XVIII, que había pertenecido a los príncipes de Rohan. La construcción está a orillas del río Remarde, rodeada por un parque de cinco hectáreas en el que está enterrada Elsa. El novelista y poeta que había escrito algunas de las poesías más hermosos de este siglo en homenaje a su mujer adquirió el molino para que su amada, de origen ruso, tuviera como extranjera un refugio francés.
Se entra en el molino por la cocina cuyas paredes están recubiertas de mosaicos azules. Hay una pieza decorativa, también de cerámica, debido al diseño de Fernand Léger y dedicada a Elsa. En el salón biblioteca hay un piano que tocaba la autora. Las charlas tenían como bajo continuo el rumor del agua impulsada por la rueda del molino, que se encuentra en ese ambiente.
Es el mismo ruido que sorprende hoy a los visitantes de la casa. El escritorio de Aragon está tapizado de libros. Allí escribió La Semana Santa . En el corredor que lleva a los cuartos hay un calendario abierto sobre la página que marca el 16 de junio de 1970, día en que Elsa murió. El escritorio de la novelista está invadido por los objetos; la mayoría son recuerdos: retratos de su familia rusa, de su hermana Lili Brik, del poeta Maiakovski. El parque es obra de Elsa, que estudió horticultura para diseñarlo y que, además, le pidió consejos a la bella y aristocrática Louise de Vilmorin, la amante de Malraux. Después de la muerte de Elsa, Aragon fue a ese mismo parque, acompañado por el músico ruso Mstislav Rostropovitch, que tocó una serenata de Bach en su violonchelo en homenaje a la escritora.
René de Chateaubriand
Cerca del molino de los Aragon, a 13 kilómetros de París, en Châtenay-Malabry, está la Vallée-aux-Loups, la propiedad donde René de Chateaubriand, el más romántico de los escritores románticos franceses escribió Los mártires , El itinerario de París a Jerusalén , El último de los abencerrajes y donde comenzó a redactar las Memorias de ultratumba .
En el lugar que hoy se alza el castillo había una casa de jardinero, escondida entre las colinas cubiertas de árboles. Enemistado con el emperador, que le había sugerido que se estableciera por lo menos a dos leguas de París, Chateaubriand compró esa especie de granja sin patio, con un huerto y un jardín donde había algunos manzanos y una acacia.
Gracias a lo que había ganado con los derechos de autor de Le génie du christianisme, Chateaubriand pudo pagar los 20.000 francos que le pedían por ese retiro. Por supuesto, hizo una serie de modificaciones. Embelleció los muros de ladrillos con un pórtico sostenido por dos columnas de mármol negro y dos cariátides de mármol blanco que le hacían recordar su viaje a Grecia. Agregó unas almenas simuladas a la pared que lindaba con el camino, adelantándose así a la moda de la Edad Media tan cara a los románticos. Además, reemplazó las ventanas comunes por otras en ojiva a la manera inglesa. Eso le dio a la residencia un estilo trovador, del que Chateaubriand fue uno de los precursores en Francia.
La emperatriz Josefina, que no era rencorosa, a pesar de la enemistad de Chateaubriand con Napoleón, le regaló una magnolia de flores escarlatas (había tan sólo dos ejemplares en Francia. Uno lo tenía Josefina en la Malmaison, y el otro era ése).
Cuando Chateaubriand quería ocultarse de sus admiradores o de los inoportunos se refugiaba en el fondo del parque en un pabellón que él había llamado la Torre de Velléda . Allí, en secreto, recibía a algunas de sus amantes.
En la Vallé-aux-Loups, el escritor era visitado por personalidades como el poeta Lamartine, que hizo una descripción del lugar: "Era el mes de mayo o de junio. Châtenay deslumbra ba con sus rosas. La Vallée-aux-Loups estaba envuelta en las sombras de los árboles cargados de hojas, el espacio resonaba con el canto de los ruiseñores, el camino parecía la avenida de un misterio".
Iván Turgueniev
La datcha de Iván Turgueniev en Bougival recuerda a Rusia en el corazón de Francia. Los rusos siempre tuvieron una estrecha relación con los franceses. Los nobles, los artistas y los intelectuales llegaban de Moscú o de San Petersburgo a París para pasar allí largas temporadas, cuando no a radicarse. Uno de ellos fue Iván Turgueniev, autor de Padres e hijos , Historias de la estepa, aguas de primavera y Tierras vírgenes . Al escritor le encantaba la atmósfera cosmopolita de París y tenía muchas amistades literarias, entre las que se contaban los hermanos Goncourt.
En 1843, Turgueniev conoció a la cantante Pauline García, hermana de otra diva, la célebre Mailbran. Pauline fue conocida más tarde como Pauline Viardot, ya que adoptó el apellido de su marido, Louis Viardot, el director de la Opera italiana de París. Turgueniev la escuchó cantar el papel de Rosina en El barbero de Sevilla y se enamoró perdidamete de ella. Pauline no era muy hermosa, pero su trato era encantador; además, era un ser de gran inteligencia y comprensión. Turgueniev quedó hechizado y se propuso seguirla adonde fuera.
Los Viardot y Turgueniev llevaron adelante un ménage a trois , perfectamente tolerado por Louis Viardot, que no ponía ningún freno a la infidelidad de su esposa. Turgueniev vivió con los Viardot en Bade, en París y en Bougival, en la Villa des Frenes. Esta villa fue algo así como la datcha de Turgueniev en Francia. Una casa de campo ideal, al lado de la que ocupaban los Viardot y a corta distancia de París (18 kilómetros), entre Nanterre y Versalles, lo que le permitía visitar a George Sand, a Flaubert, a Zola, a los Goncourt, y ser visitado por ellos.
El matrimonio Viardot y Turgueniev compraron juntos la residencia campestre de Bougival. Turgueniev se hizo construir al lado de los Viardot un chalet a la rusa, en verdad, de aspecto suizo, donde podía trabajar tranquilamente, sin que lo perturbara el movimiento doméstico de los Viardot. Esa vecindad, por otra parte, permitía salvar las apariencias ante los extraños. Por la noche, el novelista escuchaba cantar a Pauline y a sus alumnos, o jugaba al whist o al ajedrez hasta la hora de dormir. Atraído por la fama de Turgueniev, hasta el mismo Tolstoi se llegó hasta Bougival para encontrarse con su colega.
El 3 de septiembre, Turgueniev murió en su dacha . Hoy se la puede visitar. Se ha tratado de recrear el clima en que vivió el trío. Un mobiliario de época responde a las características del que existía en vida del escritor y de los Viardot.
Alejandro Dumas
El castillo de Montecristo, la espléndida casa de Alejandro Dumas en Saint-Germain-en-Laye, impresiona por su aspecto novelesco. Dumas ganó mucho dinero durante su vida, pero también lo dilapidó. Pudo construir Montecristo gracias a lo que obtuvo con el éxito fabuloso de Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo .
En 1837, Saint-Germain-en-Laye alcanzó notoriedad porque hasta allí llegó la primera línea de ferrocarril. Una tarde, paseándose por la zona, Dumas descubrió el lugar donde resolvió levantar una pequeña casa de campo. Lo que iba a ser un humilde refugio terminó convirtiéndose en la imitación de un castillo del Renacimiento. Dumas le encargó la realización al arquitecto Hippolyte Durand. Le dijo que no podía superar un presupuesto de 48.000 francos, pero invirtió en el hermoso edificio más de 200.000 El parque inglés del dominio tiene dos pabellones y unas caballerizas. Sobre la fachada principal del castillo se encuentra la efigie del dueño esculpida en un medallón. La inauguración se hizo el 25 de julio de 1847 con una fiesta a la que asistieron 600 invitados llegados desde París, ansiosos de conocer esa residencia extravagante.
El ambiente más llamativo del castillo es el salón morisco del primer piso. Allí Dumas dio rienda suelta a sus fantasías sobre Oriente. En octubre de 1846, cuando la mansión se estaba construyendo, Dumas se fue de viaje a Argelia. Durante su estada en lo del bey de Túnez, Dumas obtuvo de su anfitrión el permiso para llevarse a un artista que le construyera ese salón. Volvió a París con Hadji Younis y su hijo Mohamed, que realizaron los estucos de ese cuarto tan espléndido como sugestivo.
Entre las construcciones pintorescas de Montecristo se halla, en el parque inglés, el pequeño castillo de If, llamado así en homenaje del que se encuentra en las costas de Marsella y en cuya prisión estuvo encerrado el protagonista de la novela El conde de Montecristo , Edmundo Dantés. Se trata de un pequeño pabellón gótico, aislado y rodeado por un arroyito, al que se llega transponiendo un puente levadizo. Allí, Dumas se encerraba para escribir y para recibir a sus queridas. Se dice que, entre las invitadas, estuvo nada menos que la gran aventurera Lola Montes.
Emile Zola
Otra de las mansiones compradas gracias a los derechos de autor es la de Emile Zola (1840-1902), en Médan. Originariamente, el edificio se limitaba a la parte central de lo que es hoy la residencia. Poco a poco, el escritor fue comprando más terrenos y ampliando la construcción. Pronto sus ambiciones de propietario lo llevaron a adquirir la isla que se encuentra enfrente, en el Sena, donde hizo levantar un chalet, El Paradou, al que iba con sus amigos en una barca llamada Nana. En la casa principal, Zola se reservó un amplio estudio, con una gran vidriera, como si se tratara del atelier de un pintor. Pero su cuarto preferido era el salón billar, con el piso de mosaicos y las vigas de madera a la vista en el techo, con una chimenea monumental y hermosas ventanas con vitraux que anuncian el estilo art nouveau .
En Médan, Zola era visitado por Daudet, Cézanne y Maupassant, entre otros. Una de las habitaciones más cálidas de la villa es el comedor que tiene vista sobre el sendero de tilos. En las paredes hay cerámicas de Delft, el techo está adornado de flores de lis y las ventanas tienen vitraux de estilo medieval.
En el segundo piso está la sala de costura. En ella reinó la bordadora Jeanne Rozerot. Esta hermosa muchacha, contratada por la esposa de Zola, se convirtió en la amante del escritor durante un verano en el que Emile quedó a solas con ella en la mansión. Con Jeanne tuvo dos hijos, lo que obligó al autor a llevar una doble vida.
Maurice Maeterlinck
Muy cerca de la casa de Zola está el castillo de Médan, donde vivió Maurice Maeterlinck (1862-1949), el autor de El pájaro azul y La vida de las abejas . Se trata de un antiguo pabellón de caza, edificado a fines del siglo XVI. Mucho antes de que se convirtiera en el refugio de Maeterlinck, fue frecuentado en el Renacimiento por Pierre Ronsard y los poetas de la Pléiade.
Materlinck adquirió el château después de ganar el Premio Nobel de Literatura en 1924. Allí se instaló con su esposa, la actriz Renée Dahon. En una de las alas de la propiedad, Maeterlinck arregló un ambiente para convertirlo en un teatro donde su mujer pudiera ensayar. Durante la Segunda Guerra Mundial, los Maeterlink se escaparon a los Estados Unidos y la residencia fue ocupada por los alemanes y su mobiliario se dispersó. En la década del 60, el castillo deteriorado fue la sede donde se editaba el diario Combat .
Jules Michelet
El historiador Jules Michelet (1798-1874) fue propietario de otro castillo que, gracias a él, alcanzó fama literaria, el de Vascoeuil, a 120 kilómetros de París y 20 de Rouen. Michelet conoció la propiedad cuando, en enero de 1841, fue a Rouen para investigar el proceso de Juana de Arco. El castillo era propiedad de Alfred Dumesnil, discípulo de Michelet, que se casaría con su hija Adéle y que se convertiría en su yerno. Tras ese matrimonio, el autor pasó largas temporadas en Vascoeuil. Allí, Michelet recibiría más tarde a las grandes figuras liberales de su época. El escritorio del historiador se encuentra en la cima de la torre, donde trabajaba y reunía a sus familiares y amigos para largas veladas de conversación y de lectura. En el parque, a orillas del río Crevon, se puede visitar el palomar y comer en el restaurante.
Pierre Corneille
El Museo Pierre Corneille (1606-1684) en Petit-Couronne tiene como sede la casa del autor de El Cid . Se levanta en los suburbios de Rouen. La propiedad fue comprada por el padre de Pierre en 1608 y es un buen ejemplo de la arquitectura normanda del siglo XVI. Ninguno de los muebles que se encuentran actualmente en ella perteneció a los Corneille; se la amuebló con piezas de los siglos XVI y XVII para tratar de devolverle la atmósfera de aquella época.
En esa especie de granja confortable, Corneille no tenía, en sentido estricto, un escritorio. No debe olvidarse que en el centro de Rouen, Corneille contaba con su residencia de ciudad, donde se consagraba a la escritura. De todos modos, como se sabe que muchas veces Corneille escribía en la cama, la reconstitución del dormitorio del dramaturgo en Petit-Couronne se realizó con mucho cuidado. La chimenea de madera y de yeso está adornada con trabajos de herrería y a los pies del lecho se ve un baúl muy hermoso de fines del siglo XVI.
En los terrenos de la casa de Corneille hay un jardín y un horno donde la familia cocinaba el pan. La disposición de tablero de ajedrez del huerto reproduce las costumbres del Renacimiento. Hay casilleros reservados a las legumbres, a las plantas medicinales y a los condimentos.
Gustave Flaubert
El padre de Gustave Flaubert compró, en 1844, una propiedad en Croisset, en las afueras de Rouen, para que su hijo, el autor de Madame Bovary , se recuperara de una crisis nerviosa. La casa principal fue vendida después de la muerte del novelista, pero se conservó el pabellon Luis XIII, hoy transformado en museo del escritor. Allí, el autor redactó la totalidad de sus obras.
Todavía se conserva el sendero de tilos en el que Flaubert recitaba en voz alta sus textos para probar la sonoridad de sus párrafos bajo la bóveda del follaje. Su escritorio se encontraba en la parte de la propiedad que desapareció. Pero documentos iconográficos permiten reconstituir el ambiente en el que trabajaba, sentado sobre un alto sillón, rodeado por cinco ventanas. Una vitrina del museo contiene su reloj, su pañuelo, las plumas de oca con que escribía, su bastón y su cortapapeles.
Jean de la Varende
Una de las principales atracciones del castillo de Chamblac (siglo XVIII), que perteneció a Jean de la Varende (1887-1959) es el jardín que reproduce un tablero de ajedrez hecho en ligustrina. Jean de la Varende es un autor que consagró gran parte de su obra a exaltar la región de sus ancestros, la Normandía. Es autor de varias novelas, como Nariz de Cuero , gentilhombre de amor (premio Goncourt) y El centauro de Dios . Fascinado por el mar, de la Varende se consagró a leer historias marítimas, a documentarse sobre naufragios y aventureros.
Le encantaba fabricar barcos en miniatura; llegó a armar más de doscientos. Tenía su escritorio en el piso más alto del castillo, al que se llega subiendo interminables y estrechas escaleras. La minúscula flota creada por Jean de la Varende se exhibe en Chamblac en vitrinas hábilmente iluminadas.
Victor Hugo
Victor Hugo vivió en distintas casas, algunas de su propiedad, otras de sus familiares, y el recuerdo de su presencia las convirtió en museos. Una de las más bellas es la de Villequier, a orillas del Sena, que perteneció a la familia Vacquerie. Léopoldine Hugo, hija de Victor Hugo, se casó con Charles Vacquerie y fue de visita a Villequier. Quedó encantada con la villa cuyo principal atractivo eran los paseos en veleros por el Sena. Fue una atracción fatal. Durante uno de esas excursiones se desencadenó un temporal, la barca en la que Léopoldine y Charles navegaban se hundió y los dos murieron ahogados.
El salón de la mansión refleja el refinamiento de la vida burguesa en los siglos XVIII y XIX. La inmensa sala de billar tiene una espléndida chimenea, a un costado arranca una escalera de madera que sube al piso superior. Hay una serie de cuartos destinados a ilustrar la vida del poeta y de sus familiares.
En la habitacion gris se halla reproducido un artículo en el que se relata cómo se ahogó Léopoldine. Por esa nota periodística el escritor se enteró de la muerte de su hija. En el cuarto azul se ha reconstituido la habitación de recién casada de Léopoldine en El Havre. En la misma pieza se exhibe el vestido de casamiento de la infortunada muchacha.
La visita de la casa de los Hugo-Vacquerie cierra el ciclo de los hogares de escritores. Así como en sus obras, en sus vidas hubo tragedias, episodios románticos, amores apasionados, adulterios, fidelidades, revueltas políticas, naufragios y, coronando todo, el amor invencible por la literatura.