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 • HISTORICO

Los fierreros tienen cita en Le Mans

A 200 km al sudoeste de París, una carrera de autos de 24 horas revoluciona una tranquila ciudad desde 1923; este año batió récord de espectadores




La escena parece sacada de una película del maestro del cine catástrofe, Irwin Allen. Una ciudad tranquila, gente que se reúne en un evento importante y un zumbido que parece el de una invasión de abejas africanas. Salvo el detalle de las abejas, el resto es cierto. En Le Mans, a poco más de 200 kilómetros al suroeste de París, una carrera automovilística de 24 horas atrae a los amantes de los motores que saben más de Porsche, Nissan o Audi que de enjambres.
En el circuito de la Sarthe, la fiesta se repite anualmente desde 1923. Suspendida durante una década -entre 1939 y 1949-, a causa de la Segunda Guerra Mundial, el 13 de junio se celebró la edición número 83. Según datos oficiales, este año fueron 263.500 los espectadores de distintas partes del mundo que marcaron un récord de asistencia.
Cada grupo de amigos o familia que llega a uno de los campings alrededor de la pista, baja su carpa y planta bandera. Alemania, Inglaterra, Irlanda, Holanda, los colores de Japón sorprenden al igual que los de Sudáfrica, y de a poco cada uno coloniza su espacio cercano al alambrado que separa del asfalto.
Lo cierto es que en Le Mans las 24 horas duran una semana. Si bien la disputa arranca el sábado, el público empieza a llegar desde el domingo anterior porque los días previos tiene sus atractivos. Horarios para visitar los pit stop y conocer dónde se cambian neumáticos, se recarga combustible y se hacen los chequeos técnicos; hay eventos con los corredores que dedican horas a firmar autógrafos; sesiones de práctica, y la clasificación.
Fuera de las pistas hay otro show, una competencia paralela en la que los británicos ganan por lejos. Un Caterham 7, con su aire vintage; un Ariel Atom V8, lo más cercano a un Fórmula 1 para las calles; o el deportivo TVR. Así se pasean los ganadores indiscutibles del excentricismo, que llevan como distintivo la bandera británica pegada al vidrio.
En silencio se acerca un Porsche 911 Turbo, descapotable. De pronto su dueño, con camisa polo y cuello levantado, acelera en un tramo de cincuenta metros y se hace escuchar. El grupo de hombres que están sentados en la vereda del bar, deja la cerveza para aplaudir el favor. Así se habla de motores. Para el que no entiende, todo sonará a caño de escape roto, pero para el que es tuerca el sonido de una acelerada es el éxtasis.

Agenda 96 horas

A partir del miércoles los días pasan a toda velocidad. A las 18 las parrillas a gas, eléctricas, o descartables se encienden para cocinar la cena. Alemanes y daneses comparten el amor por las salchichas, al lado un holandés da vuelta y vuelta una fila de espárragos. Todos quieren terminar antes de las 22, porque empieza la clasificación que definirá las posiciones de los 56 competidores.
El circuito de la Sarthe, como el de Fórmula 1 de Mónaco, es una sección de calle que sólo se cierra para esta fecha. Alrededor hay bosques, público que acampa, y un parque de exposición donde las empresas automotrices tienen sus puestos, venden productos con su marca y exponen sus mejores carrocerías.
El stand de Audi, último ganador de las 24 horas, tiene dos pisos. Abajo, delimitados por una soga para que nadie los toque, hay dos coches que participaron en ediciones anteriores. Arriba reluce el trofeo y la gente hace fila para acercarse. Un empleado, con la cámara sobre un trípode, saca fotos que luego imprime y regala. El trofeo es alto, tiene el número 24 bien grande en dorado, y debajo una imagen que parece la Victoria de Samotracia. A pocos metros de Audi, la atracción en Nissan es el ZEOD RC, un auto eléctrico que parece un cohete. Mientras que Ford y Ferrari presentan "El duelo", una colección de vehículos antiguos de 1964-1967.
El jueves hay dos clasificaciones: Legend y Aston Martin. A las 16 los Legend están en la línea de largada. De pronto pareciera estar frente a la carrera de los autos locos. Sin el dragster de Pedro el Bello y el descapotable de Penélope Glamour -pero muy parecidos-, participan los autos de las ediciones desde 1949 hasta 1968 y rememoran antiguos desafíos.
Casi como un domingo, el viernes es día de descanso, al menos para los oídos. Sin competencias, el ambiente es de celebración y en vez de motores suena música. No hacen falta estadísticas para asegurar que los hombres son mayoría. Lynne es inglesa, vecina de carpa y habitué de Le Mans desde hace más de 30 años. Cuenta que en el último tiempo se le dio más espacio a la mujer, y que si antes se contaban con una mano, ahora no hay dedos del pie que alcancen. "Los baños para damas son un detalle, antes no había distinción, todo estaba tomado por los hombres" afirma. Y un espacio le suma razón: el pabellón de las mujeres. Por primera vez, en una zona de 400 m2, se ofrece servicio de manicura y peluquería, junto a un bar de cocktails, revistas femeninas y mini conferencias relacionadas a la mujer y el automovilismo.
De todas formas los hombres mantienen ventaja. Cinco treintañeros disfrazados de jeques árabes caminan con dos cajones de cervezas; otros parecen estar en una despedida de solteros donde uno va vestido de blanco y lleva velo. Cada quien se pone y hace lo que quiere. En el camping de Mulsanne, unos daneses tienen un zorro embalsamado en la entrada de la carpa, al lado unos alemanes pusieron un árbol de navidad y enfrente una palmera inflable se mueve por el viento y sirve de referencia a quienes buscan las duchas. Con música más humor, los campings ya están llenos y la fiesta continúa.
El sábado desde temprano varios helicópteros sobrevuelan la zona. Los Legend compitieron a las 10, los Aston Martin a las 11.15, y ahora llega la carrera que todos esperan. Unos minutos antes de las 15, ocho aviones a chorro trazan líneas con los colores de la bandera francesa. La música de Richard Strauss, Also Sprach Zarathustra (conocida por la película 2001: odisea en el espacio) suena por altoparlante. Mientras Tom Kristensen, piloto danés de Audi y 9 veces campeón de Le Mans, da la vuelta inaugural con los coches participantes de escoltas. La colmena se vuelve a agitar. Ahora sí empiezan a correr las 24 horas.

Largada

Se oyen en el supermercado, en la heladería, en el bar: no hay calle de esta ciudad -que una vez al año se decora con banderines a cuadrados blancos y negros-, que quede libre del rugido de motores. La corrida se sigue desde las tribunas, detrás de los alambrados, en las 13 pantallas gigantes dispuestas por toda la zona, o con la estación de radio 91.5 FM que entrevista a corredores y da un resumen en inglés y alemán a cada hora. El alcance es enorme, por eso es imposible alejarse del ruido al punto que, aún con tapones en los oídos, uno se siente en medio de la competencia.
"Ese que se oye bajito es un Audi, es diesel. Este que suena fuerte ese es el Corvette" dice Lynne, que toca de oído, sin mirar y acierta. A la charla se une Jakob, un danés seguidor de Le Mans que asistió a las últimas diez carreras. Parecen dos nerds que opinan sobre carrocerías y velocidades. Es que acá no se habla de otra cosa, y aturdida por un momento pienso: ojalá gane el equipo menos ruidoso.
Si uno hace la prueba y mira un punto fijo en la pista, cada auto pasa como una ráfaga. Si se lo sigue con la mirada, son segundos en los que se pierde. Van tan rápido que pareciera que en cualquier momento uno de ellos levanta vuelo, y claro, después Jakob viene con el dato que el promedio de velocidad es de 247 km por hora, con tramos en los que llegan a máximas de 330.
En la madrugada del domingo se produce el recambio. Muchos abren sus sillas de lona sobre una loma con buena vista. Otros caminan hacia las carpas. Los que pueden dormir contarán autos como quien cuenta ovejas, para volver más tarde y llegar despiertos hasta el final.
"A las 3 de la mañana algunos tomaron tanto que quedaron dormidos, y los que no aguantaron despiertos perdieron ante los precavidos que hicieron una siesta para ver el último tramo" dice Lynne. Ella se fue a acostar a las 4 y a las 7 ya estaba fresca para seguir la carrera.
Ya pasaron 23 horas, faltan los últimos 60 minutos. En un puesto regalan banderas con el escudo de Porsche que encabeza hace unas horas el primer lugar. Finalmente los tres pilotos del equipo Porsche 919 Hybrid ganan en su vuelta número 395. Baja la bandera a cuadros negra y blanca, a las 15 del domingo.
Entre emoción y empujones la gente baja a las pistas y se amontona frente al podio. Unos esperan que los ganadores suban y la copa pase de manos, mientras otros de a poco forman una caravana que se aleja de Le Mans y le devuelve su tranquilidad, sólo hasta el año que viene.

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