LOBOS.- El castillo,habitado por María Teresa García Mansilla y sus hijos Pedro y Sebastián, tiene más de veinte habitáculos entre salas y dormitorios, buena parte en lenta restauración. Son tres plantas altivas rodeadas de un parque de básico diseño de Charles Thays, a 1200 metros de la laguna de Lobos.
Con 3000 metros de costa y un muelle de 50 metros, el frondoso paraíso ribereño funciona como reserva natural y camping Rancho Colorado.
Allí reverdecen los árboles en 50 hectáreas de monte costero, que cobija varias unidades de fogones y bancos, y tomó el nombre del sobreviviente techo de una vieja construcción orillera.
A los visitantes que llegan en busca de descanso y vida silvestre no los defrauda esa ribera ni las 400 hectáreas de la estancia -que en realidad se llama La Salvadora- y en donde muchos años de prohibición de caza y otros cuidados ambientales lograron el retorno espontáneo y sigiloso de zorros, nutrias y hurones, que comparten el húmedo territorio con legiones de liebres y otras especies aun bendecidas con los trinos de más de doscientas especies de aves.
Sin rigor ni sufrimiento
Las visitas que prefieren un colchón a cambio de los rigores de la vida en carpa, un edificio próximo al castillo y bautizado sin ningún rigor como El Chalet, alberga entre 4 y 6 pasajeros que disponen de hogar y cocina.
Se arrienda por el fin de semana completo por 120 pesos. Los hospedados pueden llevarse sus alimentos y cocinarlos, pero también pueden tomar el servicio de la casa: desayunos a dos pesos y comidas por cinco.
En el menú disponible, y a pedido, se cocinan locros, guisos y se grillan carnes y pollos de sabores caseros. Otro edificio de campo dispone de cuatro modestos dormitorios individuales con baño compartido y que se alquilan cada uno por el fin de semana entre 35 y 45 pesos, según las comodidades.
Todos los hospedados tienen derecho durante el verano al uso de una piscina de agua salada, construida sobre el nivel piso. También pueden acudir a la laguna -donde hay duchas y baños- y usar los servicios de la proveeduría, donde se despacha comida rápida.
Los visitantes que se instalan en la reserva pagan tres pesos por el día, a lo que suman uno y medio por noche. A esa tarifa no se agrega otro derecho, salvo el que abonan quienes llevan sus botes, canoas y tablas de windsurf: deben desembolsar tres pesos más por el derecho de echar al agua sus respectivos flotamientos.
Los pescadores pueden requerir botes a motor (3,5 HP), que se alquilan a 40 pesos por día.
Los apasionados por los avistamientos y la fotografía disponen de la fauna silvestre (abundan los patos y especies laguneras), de los paisajes lacustres y de las tareas rurales, ya que este campo es lugar de ganado de cría Aberdeen Angus y no faltan lanares, que ofician de verdaderas cortadoras de césped en las proximidades del castillo.
Los visitantes procuran un breve paseo por los flancos del empinado casco -su interior no está habilitado- y allí ensayan sus disparos fotográficos a la vez que imaginan libremente el romántico y añoso pasado del lugar.
Todo por amor
El palacio comenzó a construirse a partir de 1890; lo hizo Tiburcia de Del Carril, siete años después de enviudar del jurisconsulto Salvador María del Carril.
La tradición oral sostiene que tanta suntuosidad -concluida en medio de la llanura, en 1897- resultó, tal vez, la irónica respuesta de la viuda destinada al desaparecido esposo porque, al parecer, aquél se quejó alguna vez -y lo divulgó- de la dispendiosa vida de su mujer.
Muy cerca de este campo está el pueblo Salvador María, que recuerda al longevo político (1798-1883). Fue gobernador de San Juan entre 1823 y 1825, y hasta fue incorporado como ministro de Hacienda por Bernardino Rivadavia. Su mayor encumbramiento, claro, resultó como vicepresidente del general Justo José de Urquiza y como uno de los constituyentes de 1853.
Se trata de un lugar apartado y atractivo y se reserva por el 02227-431951 y 02227- (15) 552083. Se llega por la siguiente combinación carretera: salida por la autopista Riccheri (peaje de 70 centavos) y su combinación en Puente Uno con la autopista 205 hasta Cañuelas (peaje también de 70 centavos).
Luego seguir por la ruta 205 -con peaje de 2,40 pesos en Uribelarrea- sobrepasar apenas Lobos y tomar la ruta provincial 41 en dirección a San Miguel del Monte, por trescientos metros, hasta dar con el castigado camino de tierra a Boguerie, aunque sólo hay que desandar doce kilómetros y desviar a la derecha en el cartel de Rancho Colorado.
Francisco N. Juárez