Cuando hace unos años la hermana de mi amiga Ana Inés dejó la gran ciudad par irse a vivir a Tilcara, supongo que a varios nos costó comprender su decisión ¿Por qué elegir un lugar con muy poca oferta de bienes y servicios? Pensé: "Los paisajes deben ser hermosos, esto compensa y por eso lo eligió".
Hace días estuve en Jujuy y supe lo errada que había estado. Sí, los paisajes son bellos, bellísimos, son imponente. Pero hay más que eso. Después de unas horas en Tilcara uno comprende rápida y fácilmente la elección del que elige este lugar como su hogar.
¿Qué tiene Tilcara que la hace tan especial? Di diez vueltas por la plaza, la observé y encontré la respuesta en las palabras de Anthony Bourdain, cuando describe algún lugar: dignidad.
Uno mira a las mujeres, tejiendo y vendiendo los más bellos gorros de lana de llama o vicuña; o amamantando a sus bebés, al fondo de la tienda, a pesar del frío seco y cruel; o a los hombres, levantando las tiendas cuando empieza a caer el sol; o a otras mujeres, las que venden tortillas de jamón y queso en la vereda, y las hacen en una suerte de parrilla; y los chicos, sus hijos, corriendo y jugando entre hermanos y amigos alrededor. Ni Facebook, ni Playstation 3, ni televisión. Simplemente, juegos de chicos: imaginan y crean, corren, saltan, se tropiezan, se golpean.
Me atrevo a recomendar que visiten el norte argentino. Por los colores de los aguayos y las mantas. Por el olor y el sabor de las tortillas recién hechas. Por la textura de las bufandas y los gorros de lana. Por el Cerro de los Siete Colores. Por el silencio. Por las peñas. Pero por sobre todo, por su gente.
Luciana Pechacek