TRELEW.- Hasta las tierras de los guennaken, cuyos cerros llegan a los 1700 m, se llega en una 4x4 con la que los mellizos Fernando y Diego (de 21 años) y Fabio Errecalde (de 24) inauguraron una propuesta de turismo aventura que penetra en la meseta de Somuncura, que comparten las provincias de Río Negro y del Chubut.
Los petroglifos (tallas indígenas en las piedras), pinturas rupestres, picaderos de flecha, el arroyo Las Pinturas y los simpáticos pilquines, una especie de ardilla que habita entre las piedras, son algunos de los atractivos que tiene este nuevo circuito que se puede realizar desde la localidad de Sierra Grande, ubicada a unos 200 kilómetros al norte de esta ciudad.
La aventura llega a su fin a los 1200 metros de altura, en plena meseta, cuando sobre la barda aparece una especie de cráter de unos 600 por 500 metros, ocupada por una laguna a la que los hermanos Errecalde llaman el plato de sopa y en la que descansan decenas de flamencos rosados.
La meseta de Somuncura es una formación geológica que corresponde al sistema de las mesetas intermedias patagónicas y es el segundo escalón más importante después de la cordillera de los Andes.
Piedras que silban
El nombre de la meseta proviene de un vocablo tehuelche que significa somun , silban, y cura, piedras. Lo de piedras que silban se constata a cada momento en esta aventura, cuando el viento patagónico se hace presente con intensidad.
Entre las especies autóctonas que atesora la meseta de Somuncura se encuentra la mojarra desnuda, que no tiene escamas y puede verse en las nacientes del arroyo Valcheta. Según los estudios, este accidente geográfico quedó convertido en una isla cuando hace millones de años bajaron las aguas que inundaban el territorio de la actual Patagonia. Su extensión es asombrosa: 15.000 km2, donde se observan conos volcánicos y depresiones.
La flora, xerófila, y la fauna son una parte importante en esta propuesta de aventura.
A lo largo del trayecto que se inicia en Sierra Grande, a las 8 de la mañana y con un recorrido previsto de unos 120 kilómetros hasta la estancia Los Manantiales, los turistas pueden apreciar ejemplares de zorro colorado y gris, guanaco, avestruz petiso, liebre europea, flamenco, garza, águila y las curiosas ardillas de la piedra (pilquines), que se asomarán apenas uno de los guías haga golpear una piedra sobre la otra.
Pero la aventura a la meseta de Somuncura está íntimamente ligada con el pasado, habitado por los indios guennaken, antecesores de los tehuelches septentrionales, que han dejado sus rastros en las pinturas rupestres, los petroglifos, los chenkes y los picaderos de flechas.
El viaje hacia la meseta permite el contacto con los escasos pobladores que tiene el lugar, en su mayoría descendientes de los tehuelches, que se encargan de transmitir en forma oral, de una generación a otra, historias que hacen frecuente mención a Huecuvú (el diablo) o Neguechen (espíritu maligno), el chulengo (cría del guanaco), el choique (avestruz) o el pilquín (ardilla de la piedra).
Esas leyendas también hablan de la Salamanca, un extraño animal inteligente y hábil negociador entre el diablo y el hombre, que puede hacer que este último acumule fortunas a cambio del destino de su alma.
Un pincel en Las Pinturas
Entre los paisajes que recorre esta aventura -a bordo de una portentosa camioneta que puede transportar a una decena de turistas-, sorprende la belleza del arroyo Las Pinturas, que aparece como encajonado en la meseta y del que los indios extraían los sedimentos para desarrollar su arte sobre las piedras.
Varios tramos para el trekking, una infaltable cabalgata y un buen asado al mediodía forman parte de este viaje poco convencional que concluye cerca de las 22, cuando se llega de regreso a Sierra Grande.
Es importante, dado la limitación del número de plazas, que se acuerde la fecha de la aventura previamente, comunicándose con el 0934-81 149.
En Sierra Grande, los servicios al turista son cada vez mayores. Hay hoteles y restaurantes frente a la ruta nacional número 3, una oficina de la Subsecretaría de Turismo de la Municipalidad funciona en la rotonda principal, un paseo donde los artesanos exhiben sus trabajos y a 28 kilómetros está el balneario Playas Doradas -el más virgen del corredor de las playas patagónicas-, donde los visitantes pueden hospedarse en la Posada de la Luna, que hace honor a su nombre cuando cae la noche en el golfo San Matías.
La aventura a la meseta de Somuncura se puede completar con otras opciones, como el Viaje al Centro de la Tierra , una opción de turismo minero donde los turistas provistos de mamelucos, cascos, linternas y botas recorren parte de los 90 kilómetros de galerías que tiene la mina de hierro donde funcionó la ex empresa estatal Hipasam.
La mina tiene 450 metros de profundidad y la empresa Turismo Minero ofrece dos recorridos. Uno de ellos convencional, donde se caminan tres mil metros de túneles a una profundidad de 70 metros y otro de aventura, que incluye descenso con sogas y navegación en una balsa por una galería inundada con el apoyo de antorchas. Los valores varían entre 15 y 25 pesos por persona mayor y según el circuito elegido.