Sus calles vuelven a ser set de filmación y protagonistas
París, en pantalla grande, es un cheque de éxito. Lo confirma la nueva película de Cédric Klapisch que figura entre las más taquilleras en Buenos Aires, al mismo tiempo que su presentación en el Lincoln Center de Nueva York y a sólo un mes de su estreno en la capital a la que homenajea. Porque la ciudad es su verdadera protagonista aunque el reparto incluya a Juliette Binoche. La yuxtaposición de historias y personajes desde una ventana en Montmartre nos recuerda Sous le Ciel de Paris en la voz de Edith Piaf, Yves Montand, Juliette Greco y hasta Violeta Rivas acompañada por Néstor Fabián. Un clásico que no cesa.
Igual que la ciudad que se define a sí misma a través del contraste entre su patrimonio de veinte siglos y su renovación constante. El personaje del historiador, que es uno de los muchos guías de este viaje imaginario, vive en primera persona el sube y baja del amor al evocar a Baudelaire. Con una toma bellísima en el hotel Lauzon construido bajo el reinado de Luis XIV, el Rey Sol, donde Baudelaire escribió Las f lores del mal. El palacio está en el 17 del muelle d´Anjou en la isla de Saint Louis, a pasos de las tres casas que habitó Astor Piazzolla.
Puesta al día
En este fresco en movimiento, Binoche, a los 45 años, reemplaza como icono femenino a Catherine Deneuve, que tiene 65. Aunque ya aparece Melanie Laurent para tomar la posta, a los 25.
Lo mismo ocurre con las imágenes. Si bien muchas son conocidas, como el Sacre Coeur, la postal que trae el inmigrante desde Camerún se dramatiza al jugarse la vida en un cayuco, una barca clandestina. Tan contemporánea como la antipatía de la dueña de la panadería ante una nueva empleada de origen árabe que la conquista porque despacha tan bien como ella baguettes o macaroons (una suerte de alfajores de chocolate o pistacho).
Supongo que al lector le pasará lo mismo que a mí y tratará de ubicar el lugar real de esta antología de escenarios. No es sencillo porque se elude la fácil identificación turística, salvo en la iglesia que domina la colina. Se muestra la torre de Montparnasse, el mejor mirador de París, desde la terraza o la Torre Eiffel subiendo una escalera. Bajo la nieve, que acentúa el toque melancólico, no se sabe que esas mesas sobre una recova pertenecen al Café Marly en el Louvre (al que se puede acceder sin entrar al museo) ni las vueltas en torno del Distrito 18, porque si bien estamos en Montmartre nada tienen que ver esos edificios con Am é lie ni la rutina de los turistas que convirtieron al barrio en la tercera atracción después de la Torre Eiffel o Notre Dame. Lo mismo nos pasa en la pequeña plaza vecina a la Sorbona, Ménilmontant o el nuevo barrio de Tolbiac (XIII distrito), próximo a la Biblioteca François Mitterrand.
Exteriores e interiores son cara y ceca de la misma moneda. Donde el sonido del tránsito, el murmullo humano, la precisión de los detalles, nos llevan a participar sin darnos cuenta de que es una ficción. Con las sorpresas de puestos de fruta o pescados del mercado, o del enorme centro de concentración que no puedo ubicar y me gustaría conocer.
No le cuento el final porque es un continuo sin fin ni principio. Le puede atraer o no el relato, pero la ciudad lo lleva. Es una manera de viajar affordable (accesible y sin pasaporte) donde la calle es el mejor set de filmación así como ocurrió en las recientes Paris je t´ aime o Dos días en París, de la talentosa franco americana Julie Delpy. No debe extrañarnos porque los hermanos Lumière en el Grand Cafe del 14 del Boulevard de los Capuchinos, donde una estrella en el piso lo recuerda, mostraron en 1895 el cine en exteriores ( La l legada del tren a la estación). Son más de 600 las películas dedicadas a París y muchas las podemos ver en la flamante Biblioteca François Truffaut, que será tema de otra columna.
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