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 • HISTORICO

Pierre-Yves, el heredero de Cousteau

Para el menor de los cuatro hijos del célebre explorador francés, intentar competir con su padre es “una batalla perdida”




SANTIAGO (El Mercurio/GDA).- Tiene sólo 28 años. Es flaco como un palillo. No usa gorro de lana ni nada parecido. Aprendió a bucear a los 9 y hoy viaja por el mundo hablando sobre su padre. Es un Cousteau. El último Cousteau, para ser exacto. Se llama Pierre-Yves y dice que no, que no siente el peso de llevar uno de los apellidos más famosos del mundo. "No trato de competir con mi padre, porque creo que es una batalla perdida", dice riéndose en un salón de la Universidad Andrés Bello, en Santiago. Acaba de dar allí una charla sobre la vida y obra del legendario Jacques Cousteau, donde mostró fotos y videos de sus expediciones submarinas ante una juvenil concurrencia que, perfectamente, podría haberlo invitado después a salir a tomar algo por el barrio República.
Pero era imposible. Como representante de la Sociedad Cousteau, organismo que en 1973 creara su padre y que hoy administra oficialmente su patrimonio, Pierre-Yves tiene que comer canapés y apretarle la mano a circunspectas autoridades. Tiene que seguir rigurosamente el programa de la agencia de comunicaciones que lo trae y sacarse fotos con el mismo tipo que lo anda paseando por Santiago. Está aquí en visita oficial, con motivo del centenario de su padre, y para recibir en su nombre varios homenajes: uno del centro de investigación marina de la UNAB en Quintay; otro del presidente Piñera.
Pierre-Yves Cousteau, es lo primero que piensa uno, quizá no sería nadie si no llevara ese apellido. Tal vez el apellido, más que un beneficio, sea un peso para él. Entonces, uno va y le pregunta: "¿Te gusta ser considerado siempre el hijo de?" "Bueno, depende de por qué haces lo que haces -responde él-. Si haces algo porque quieres que la gente te mire de una forma especial, es claro que siempre sentirás ese peso o que usas tu apellido para lograr lo que quieres. Pero yo hago las cosas por lo que siento, por lo que está dentro de mí. Mi padre no me alentó a competir con él. Además, su mensaje está tan lleno de poesía y de felicidad que no creo que sea el momento de cargarnos con este tipo de cosas. Para mí es casi un honor, realmente. Este es un nombre tan increíble que me siento privilegiado de trabajar para mi padre, aunque él ya no esté más aquí."
Jacques Cousteau tuvo cuatro hijos. Los dos primeros, Jean-Michel y Philippe (que falleció en 1979 mientras pilotaba un hidroavión), son de la primera mujer, Simone Melchior, muerta de cáncer en 1990. Los dos segundos, Diane y Pierre-Yves, los tuvo con Francine Triplet, una ex azafata de Air France que hoy está a la cabeza de la Sociedad Cousteau. Pierre-Yves, el hijo menor nacido en 1982, sólo alcanzó a vivir 16 años con su padre.
"El mayor recuerdo que tengo de mi padre es verlo escribir en el living o en su oficina, en París -cuenta-. En esa época él ya no viajaba más, así que se dedicaba a escribir sus ideas y filosofía sobre la protección ambiental. Como padre era muy gentil, muy sabio, muy divertido. Siempre nos enseñaba cómo hacer problemas -se ríe-. Pero en una buena forma, sin destruir, jugando juntos, construyendo cosas, supongo que igual que muchos padres."
Fue el propio Jacques quien le enseñó a bucear, tal como lo hizo con sus otros hijos. "Yo tenía 9 años. Recuerdo que me daba mucho miedo sacarme la máscara debajo del agua, pero con el tiempo lo fui superando. Estuve en dos expediciones con él. La primera, a los 7 u 8, en el río Rin; la segunda, cuando tenía como 12, en Nueva Caledonia. Yo sólo me quedaba ahí, mirando, pero él me mostraba cosas y me explicaba lo que hacía."
Desde entonces, Pierre-Yves siguió buceando. Su primera inmersión con tanque fue en las Bahamas, durante unas vacaciones; luego siguió en el Mediterráneo, en Canadá, en el mar Rojo, uno de sus sitios favoritos ("aunque el Mediterráneo me queda más cerca", aclara). A los 18 vino incluso a la Isla de Pascua para sumergirse junto a Henri García, viejo amigo de su padre, radicado en Rapa Nui e integrante de la tripulación original del Calypso, famoso barco de Cousteau que ahora está a punto de ser devuelto al mar como museo itinerante.
Sin embargo, tras salir del colegio, Pierre-Yves decidió estudiar bioquímica y ciencias espaciales. Hasta llegó a coordinar experimentos biológicos para la Agencia Espacial Europea. Sólo hace un año cambió de rumbo: se integró tiempo completo a la Sociedad Cousteau. Hoy, Pierre-Yves lanza al mundo el programa Cousteau Divers ( www.cousteaudivers.org ), una suerte de certificación para buzos que quieran ser parte de la red Cousteau y, con eso, compartir información sobre el estado actual de los mares. "Mientras estudiaba bioquímica y ciencias espaciales nunca dejé de bucear. En un momento me dije: Esperá un minuto. Amo bucear. Soy instructor de buceo. Y mi apellido es Cousteau. Tengo una ventaja aquí. Amo el océano y, si puedo, me gustaría poner de mi parte para protegerlo. También amo a mi padre y lo que hizo, entonces quiero transmitir su mensaje."
A mediados de este año, Pierre-Yves participó de una expedición submarina en el Mediterráneo, apoyada por National Geographic, cuyo objetivo era ver cómo estaban los mismos mares que Jacques Cousteau filmó en los años cuarenta. El resultado fue alarmante: los informes dijeron que, en algunos lugares, hasta el 90% de la biodiversidad en flora y fauna había desaparecido. "El Mediterráneo hoy está en muy mal estado por causa de la contaminación y la sobrepesca", explica Pierre-Yves.
-Hay oceanógrafos que dicen que el Mediterráneo es como un retrete.
-Eso es una exageración, pero sí es un mar que agoniza. De todos modos, todavía es uno de los hotspot de biodiversidad en la Tierra, con especies únicas. Lo que vimos en esta expedición es que las áreas marinas protegidas son una de las mejores formas de conservar la naturaleza, lugares que muestran que, así como somos poderosos en destruir cosas, también podemos ser ingenieros de un mundo mejor, usando la tecnología. Buceé en una reserva en Cabrera (Mallorca), un lugar hermoso, pero al subir me encontré con un enorme pedazo de plástico a tres metros de profundidad. Ahí es cuando entendés que no basta con crear áreas marinas protegidas, sino que debés incorporar temas como el manejo. Y debés coordinar a las organizaciones y llevarlo a un nivel político más alto, pues como los océanos no son de ningún país esto debe ser tratado a nivel global.
-¿Qué podemos hacer nosotros para proteger los mares?
-Aprender lo máximo posible sobre los asuntos que amamos. Una vez que estemos informados tenemos el deber de expresar nuestro sentido común y hablar contra la absurda devastación que sólo busca ganancias. Los gobiernos son la clave para vivir en un mundo mejor. Tienen el poder para conducir las economías y la gente en el camino del desarrollo sustentable. Pero deben hablar por nosotros y librarse de los intereses económicos y de corto plazo.
-Algunos exploradores dicen que todo ha sido descubierto. Pero aún se sabe pocos de los mares, especialmente de las profundidades. ¿Ves allí un futuro desafío para la exploración?
-Creo que los desafíos futuros de la exploración humana son el espacio, nosotros mismos y la ciencia: aún tenemos mucho que aprender sobre cómo vivir juntos. Y sobre qué es la vida, en términos de biología. Particularmente, me gustaría explorar los abismos de nuestros océanos y los exuberantes corales de las aguas tropicales. Me gustaría que sigan vivos para que otros también puedan explorarlos y sentir su belleza. Mi expedición soñada sería bucear en un océano prístino de otro planeta, donde todo aún esté por ser descubierto.
-Como hijo de Cousteau, ¿sentís la necesidad de explorar los océanos y continuar con su legado?
-No. Siento la necesidad de vivir una vida completa, como cualquier ser humano en la Tierra.
Sebastián Montalva Wainer

CONFLICTOS BAJO LA SUPERFICIE

Tras su muerte en 1997, los conflictos por el legado de le commandant azotaron a la familia Cousteau, dividida en dos ramas: el hijo y los nietos de Simone, y los hijos de Francine. Sin embargo, las peleas habían comenzado antes. A fines de los setenta, Jean-Michel, el hijo mayor, fue a juicio con su padre: había construido un resort en las islas Fiji y quería ponerle el nombre Cousteau, pero Jacques se opuso. El, siempre ligado a actividades sin fines de lucro, no concebía que un sitio cuyo objetivo era ganar dinero llevase su apellido. La corte falló a favor de Jacques y ambos se distanciaron.
Hoy, Jean-Michel tiene su resort, el Jean-Michel Cousteau Fiji Island Resort. Y también una fundación, Ocean Futures Society, de similares objetivos ambientalistas.
Los hijos del fallecido Phillipe, Alexandra y Phillipe Jr., también tienen lo suyo. Y también se pelearon, pero esta vez con Francine, la madre de Pierre-Yves. ¿La razón? A su propia ONG quisieron ponerle Fundación Cousteau, pero su abuelastra los llevó a tribunales pues ya existía un organismo con ese nombre, que justamente estaba en sus manos. A Alexandra y Phillipe Jr., entonces, no les quedó otra: su ONG se llama EarthEcho International.
"A mi hermana Diane la veo a menudo, pero a mi hermano mayor no lo he visto en 15 años -confiesa Pierre-Yves-. Lo que pasó es realmente triste, pero... -guarda silencio un momento-. El hecho es que mi papá dejó todo su trabajo, todo su patrimonio moral con la Sociedad Cousteau, que es donde yo trabajo. Es bueno que existan otras organizaciones; mientras más gente proteja los mares mejor, pero ellos no pueden usar la marca Cousteau."
-¿No sería mejor que la familia trabajara junta?
-No lo sé, para ser honesto. Creo que tenemos que juntarnos y hablarlo.
-¿Sabías que Céline Cousteau (su sobrina, hija de Jean-Michel) está ahora en la Antártida?
-Sí, lo escuché, pero tampoco tengo ningún contacto con ella. La conocí hace unos años y estamos en buenos términos, pero no más que eso. Ella no está trabajando con la Sociedad Cousteau.
-Desde afuera se percibe que la familia Cousteau se pelea por el legado de tu padre. ¿Qué pensás de eso?
-Es estúpido que se perciba así, porque no hay ningún conflicto. Sólo es una ausencia total de relación, lo que es completamente diferente.

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