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 • HISTORICO

Por la 40, a 40, en una ambulancia del 40

Rafael Smart y su hijo Timoteo se subieron a una vieja Dodge y en cinco días, casi todos por la misma ruta y a la misma velocidad, unieron los 1500 kilómetros que separan a Bariloche del Lago San Martín, en Santa Cruz




Rafael Smart atiende desde su casa de Bariloche y se disculpa por no respetar el horario inicial de la entrevista (era a las 10.30 y se pasó a las 11 y pico). "Es que murió un gaucho conocido de acá y se me complicó todo", dice y es inevitable pensar que las excusas también tienen carácter geográfico. En Capital nadie pondría de excusa a un gaucho por llegar tarde a algún lado.
Smart tiene una buena historia para contar: con su hijo Timoteo, de 12 años, se subieron en abril último a una ambulancia Dodge de 1940 y viajaron durante cinco días, casi siempre por la ruta 40, a 40 kilómetros por hora, hasta la estancia El Cóndor, en el Lago San Martín, provincia de Santa Cruz. Y les pasaron muchas cosas: se quedaron sin nafta, visitaron pueblos microscópicos, perdidos entre la nada y la Cordillera, y la imaginación de Timo casi logra que los devore un puma -o les caiga una estrella encima- en la noche del Lago Cardiel.
Dice Smart que cuando llegó a la Patagonia, después de media vida trabajando en bancos y como trader de Wall Street, sintió que "había llegado al final del camino", aunque era un nuevo comienzo. Ya tenía dos hijas y, cuando nació Timoteo ("Timo"), vendió todo y se mudó a Bariloche. En el Sur, armó una empresa que compra campos y crea reservas ambientales, parques privados con un plan de uso público, en la zona cordillerana de Santa Cruz. "Escuchen el verdadero silencio. Eso es el lujo hoy", afirma, muy convencido, mirada fija en el horizonte, en una entrevista para la cadena de tevé francesa TF1, que la semana pasada emitió un documental sobre historias de pioneros en la Patagonia.
La ambulancia que usaron para recorrer esos 1500 kilómetros (haciendo tramos de 400 kilómetros), desde Río Negro a Santa Cruz, estaba parada en un hospital de Tandil, como resabio de una partida que hizo traer Perón para equipar los hospitales públicos a mediados del siglo pasado. Tiene volante a la derecha y una camilla en donde Timo se echaba a leer los libros en inglés de Harry Potter (se bajó tres tomos enteros en el Dodge).
"Para mí, más que el viaje en sí mismo, fue la oportunidad de compartir una experiencia con mi hijo. A su edad, se generan muchos miedos. Yo quería vivir esto con él, rodeados de naturaleza, y ayudarlo a vencer esos temores. Fue un aprendizaje para los dos. Y creo que a Timo le abrió la cabeza", cuenta.

Si se rompe, se arregla

En el primer día del periplo, partieron de Bariloche al Bolsón y de allí a Cholila. Luego, atravesando el Parque Nacional Los Alerces, hicieron noche en Trevelin, Chubut. "Nos impactaron muchísimo las zonas quemadas por el incendio", recuerda Smart, en alusión a los graves incendios forestales en Los Alerces y en el Parque Nacional Lago Puelo, a fines de marzo pasado.
Aunque llevaban carpa, cuando llegaba la noche preferían buscar la comodidad de una cama, quizás para descansar el cuerpo de la dureza y los chifletes que le entran a un coche tan viejo. Pero también ahí estaba el encanto. "Si viajás en un auto nuevo te hacés 1000 kilómetros de un tirón, sin ver una sola cara, pero cuando estás en uno antiguo lidiás con el hecho de que se te va a romper y que, seguramente, alguien te va a ayudar", explica el conductor, que se revela fanático de estas catraminas. Orgulloso, confiesa que una vez hizo el tramo Bariloche-Buenos Aires en un Siam Di Tella que se le rompió once veces. "Es una forma distinta de viajar: la gente se te acerca y entrás en contacto con el lugar en el que estás", sostiene.
Recién levantados en Trevelin, iniciaron la segunda jornada del viaje enfilando a Corcovado -siempre en Chubut-, al lago Vintter y luego a Río Pico, un pueblito con no más de 1500 habitantes. "La maquinita, bien, ¡pero protesta! Mucho ruidito? Veremos mañana", le escribió Smart a sus amigos desde la ruta. Hacia la noche, pararon en Gobernador Costa, la localidad más poblada del departamento de Tehuelches, y allí durmieron.
"Nuestro objetivo era ir en ambulancia hasta donde pudiéramos llegar. Si el Dodge no daba más, íbamos a seguir en colectivo por la 40. En Lago San Martín nos esperaban los documentalistas franceses y había que estar ahí", explica.
En el día 3, partieron hacia Facundo, un pueblito que en el último censo del Indec registró una población de 181 almas, 34 más que en el conteo de 2001. Siguieron a Río Mayo, visitaron la estancia Guenguel y derecho hasta Perito Moreno, la primera ciudad del noroeste de Santa Cruz. A esta altura, la ambulancia empezaba a quejarse más de la cuenta: el caño de escape bailaba y el embrague se declaraba en rebeldía. "Cada problema era un desafío a solucionar. De todos modos, hay que decir que la ruta 40 debe ser el mejor lugar del mundo para quedarse con el auto. La gente es muy solidaria, siempre te van a llevar, te van a dar nafta?", jura.

Ni un puma ni una estrella

El día 4, amanecidos en Perito Moreno, celebraron Pascuas: Timo sorprendió a su viejo con los huevos de Pascua que Loli, la madre, había preparado en un paquetito especial. Después de un día de ruta, llegando al lago Cardiel, a eso de las siete de la tarde, Rafael le sugirió a su hijo de tirar las bolsas de dormir ahí mismo. "Tengo miedo de que me coma un puma", le contestó Timo. Y, en plan de erradicar miedos, el padre respondió: "Mirá que no se van a acercar; es más probable que se nos caiga una estrella encima antes de que nos coma un puma". Por suerte no pasó ninguna de las dos cosas, pero por si acaso siguieron viaje un poco más.
A 80 kilómetros de Tres Lagos, en donde debían pasar la última noche, se quedaron sin nafta. Pero no se desesperaron. Esperando a la vera del camino, alguien les prestó un poco de nafta para llegar a una estancia, en donde los ayudaron con más combustible. "Timo y yo somos miembros honorarios del CEAC, el Club de Empujadores de Autos Clásicos", bromea. Con lo justo, llegaron a Tres Lagos, que en los registros de 2010 contaba 282 habitantes.
El último día lo dedicaron a viajar hasta la estancia El Cóndor, en el lago San Martín, al norte de El Chaltén. Se sorprendieron cuando, entrando esa tarde al lago, se encontraron con el arreo de 3700 ovejas. "Las llevaban desde la estancia Maipú, de la familia Leyenda, hasta el lago Cardiel, en siete largas jornadas", describe Smart. Cuando finalmente cayó la noche en El Cóndor, Rafael y Timo miraron por el espejo retrovisor de la ambulancia y vieron esos 1500 kilómetros como una película que, está claro, ninguno de los dos se va a olvidar.

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