El respeto por el medio ambiente es una de las marcas distintivas de este rincón de Santa Catarina, integrante del Club de las 30 bahías más lindas del mundo, sede de algunas de las posadas más sofisticadas
PRAIA DO ROSA.- Rosa, Rosa, la maravillosa. Claro que Sandro de América no se inspiró en ese rincón de Santa Catarina para crear su clásico, pero podría haberlo hecho, porque el lugar bien vale ese estribillo.
Praia do Rosa, o simplemente Rosa, como se la conoce, es hoy uno de los lugares más sofisticados de Santa Catarina, el estado brasileño tan conocido de los argentinos por albergar la isla de Florianópolis, Bombinhas o Camboriú.
La sofisticación del lugar no se debe al hecho de que las posadas ofrecen mimos que van desde bañeras de hidromasaje con vista al mar, restaurantes con chefs internacionales o espacios con decoración asiática hasta piscinas rodeadas de árboles. Lo que vuelve a Rosa especial es el hecho de combinar esos pequeños lujos con una actitud firme de sustentabilidad y respeto al medio ambiente.
No por nada Praia do Rosa no para de recibir premios y homenajes. Ocupa todos los años el top 3 de los mejores destinos de Brasil en las revistas brasileñas de turismo y acaba de ser elegida el producto-estrella del Plan de Marketing de Santa Catarina. Como si todo eso fuera poco, el lugar es la única playa brasileña que integra el Club de las 30 bahías más lindas del mundo .
Los adjetivos y superlativos conquistados se deben, fundamentalmente, a la estrategia de los dueños de posadas y restaurantes del lugar que apostaron a desarrollar Rosa turísticamente, pero sin contaminar, sin invadir vegetación y arena, manteniendo limpia la región y haciendo participar a los habitantes locales en esta industria.
Gracias a esas ideas, mientras otros destinos turísticos de Brasil fueron deteriorándose en las últimas dos décadas a causa del turismo masivo, en Praia do Rosa el efecto fue en dirección contraria. Aunque suene increíble, hoy en esta bahía hay más vegetación que hace 30 años.
Mandioca y ballenas
Treinta años atrás, en esta bahía casi no había árboles. La mata atlántica, bioma exuberante compuesto por plantas tropicales abundantes, animales y una diversidad mayor que la de la selva amazónica, ya casi no existía. Los pájaros se habían ido. Y las ballenas francas, cazadas para comercializar su carne y aceite, evitaban acercarse a la costa, quedando al borde de la extinción.
"Pero la mata atlántica, si la dejás, vuelve", cuenta el argentino Enrique Litman, propietario del resort y posada Vida Sol y Mar, uno de los pioneros de Rosa. Fue lo que hicieron. "La clave está en impulsar el desarrollo, porque sin desarrollo a veces la destrucción es mayor, pero hacerlo de una forma que le deje espacio a la naturaleza."
Litman es uno de los posaderos -dueños de posadas- que se organizaron para financiar con dinero propio un Plan director , reglamento urbanístico del municipio (que no tenía dinero ni iniciativa para realizarlo). Ese plan estableció, por ejemplo, que en Rosa y otras playas cercanas no se puede ocupar con construcción más del 20% del terreno. Y donde no hay construcción, la mata atlántica vuelve.
Por eso Rosa está tomada hoy por árboles tropicales nativos, enredaderas que se meten en las casas, bichos de todo tipo. Y las ballenas francas, cuya prohibición de pesca fue decretada en 1974, hoy nadan pacíficamente entre surfistas y windsurfistas, mostrándose de cerca para todos.
Gracias a las ballenas, y el impulso de los operadores turísticos del lugar, comenzó a generarse un flujo de visitantes entre julio y noviembre, algo poco común en Santa Catarina. "El turismo de observación de ballenas es un turismo que preserva y que tiene buen poder adquisitivo", explicó Litman, vicepresidente de la International Whale Watching Association, que realizó en Rosa su encuentro internacional hace dos años.
"Las ballenas salen en junio desde la Patagonia argentina y van subiendo. Pasan aquí aproximadamente entre julio y noviembre, período en el que alimentan a su cría y procrean", comentó Mónica, bióloga del Instituto Baleia Franca, que acompaña a los turistas en el barco. El 5% de los ingresos de los paseos es destinado al instituto para investigación científica sobre la ballena.
"Lo que hacemos, más que turismo sustentable, es turismo responsable. ¿Cuál es la diferencia? Que el turismo responsable es sustentable, pero además se responsabiliza por la comunidad del lugar donde está", explicó Renato Sehn, propietario de la posada Ilha do Papagaio y coordinador de una decena de proyectos ecológicos, comunitarios y educativos en la región. Por ejemplo, fue iniciativa de Sehn la creación de un programa para que las escuelas colecten el aceite usado en las casas y ganen puntos que luego pueden cambiar por alimentos en los supermercados del lugar.
De los bueyes al plasma
En Praia do Rosa hay por lo menos 80 posadas, desde las más simples hasta otras sofisticadísimas, con wireless, plasmas o menú de almohadas.
Treinta años atrás no era así. Si se lograba cumplir la epopeya para llegar al lugar -no había rutas, sino caminos y largas caminatas-, lo que se encontraba en Praia do Rosa eran moliendas de mandioca y casas de campesinos y pescadores. Fueron inmigrantes de las islas Azores los que poblaron toda la costa de Santa Catarina a partir de 1740. Para trabajar la tierra terminaron cortando toda la vegetación del lugar. Cuando el turismo sustituyó la agricultura, en los lugares en que hubo un desarrollo cuidadoso la vegetación típica volvió.
A esa plantación de mandioca fue donde llegó por casualidad Litman, en 1968. "Estaba con unos amigos brasileños surfeando en una playa de Santa Catarina, camino a Río de Janeiro en busca de olas. Entonces ellos me hablaron de otra playa fantástica y muy salvaje, conocida apenas por algunos gaúchos (originarios de Río Grande do Sul) donde había buenas olas. Hicimos una vaquita para pagar un carro con bueyes que nos llevara al lugar, que estaría desierto si no fuera por un pescador que encontramos. Era el mismísimo Dorvino Manoel da Rosa." Y así nació el nombre de la playa.
DATOS UTILES
Dónde hospedarse
Quinta do Bucanero: los cuartos de esta posada parecen dar directamente sobre el mar. Desde el pequeño balcón de cada habitación se puede ver Rosa de punta a punta. Tiene un leve toque asiático en la decoración. Según la prestigiosa guía local Quatro Rodas, es una de las cinco mejores posadas de Brasil para parejas. www.bucanero.com.br ; Tel.: (5548) 3355.6056.
Precios: desde US$ 200 por día.
Hospedaría das Brisas: la vista de esta posada también es fabulosa. Está a casi 400 metros del mar, en medio de los mejores restaurantes; www.hospedariadasbrisas.com.br ; Tel.: (5511) 48-3355.6020.
Precios: a partir de US$ 120.
Dónde comer
Refugio do Pescador: se come una paella valenciana que pide bis. Tel.: (5548) 3355.6020.
Tigre Asiático: fusión de comida tailandesa, indonesia y japonesa. Funciona también como sushi bar. Tel.: (5548) 3355.7045; www.tigreasiatico.com
Quinta do Bucanero: excelentes mariscos y pastas caseras. En el desayuno, una deliciosa mermelada de mandarina preparada por su dueña, Jackie.
Junto a la Pousada Quinta do Bucanero. Tel.: (5511) 48-3355.6056.