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 • HISTORICO

Puerto Vallarta enamora a todo el mundo

Magníficas playas y sol los 365 días son el condimento especial de esta población con aire colonial e historias de amor famosas




PUERTO VALLARTA, México.- Por tanta belleza y sol los 365 días no hay duda de que las playas mexicanas figuran entre las favoritas del mundo. Las del Este, en el golfo de México y el mar Caribe, tienen fama por sus arenas blancas y por su cercanía con ruinas históricas, pero las del Oeste, como Puerto Vallarta, a orillas del Pacífico, también cobran especial atractivo. Si no, ¿cómo explicar la afluencia de casi 3 millones de turistas por año?
En el Estado de Jalisco, a 339 km de Guadalajara, Puerto Vallarta asoma como un pueblo típico colonial, de fachadas de adobe pintadas de blanco, tejados rojos y balcones floridos. Por este aspecto podría comparárselo con los pueblitos mediterráneos, pero su diferencia radica en que está recostado sobre la Sierra Madre en la bahía de Banderas, la más grande de México.
Esa entrada de mar está delineada por 40 kilómetros de playas, con palmeras altas, elegantes, de vegetación tupida, siempre salpicada de flores santarritas. Al abrigo de la bahía no es difícil observar los delfines nariz de botella, que acompañan las embarcaciones; las tortugas marinas, y las ballenas jorobadas que la visitan anualmente.

Sol y plata

Puerto Vallarta no nació como un pueblo pesquero ni agricultor, sino por la actividad minera cercana. Muchos atardeceres de oro y noches de plata hubo para este pueblo hasta 1918, cuando sí se vio obligado a vivir de la fertilidad de la tierra y las bondades del mar.
Los buenos tiempos de la minería en la Sierra Madre habían terminado y, por lo tanto, los mineros de los principales centros de actividad -Cuale, San Sebastián y Mascota- descendieron para dedicarse a la siembra de maíz, sin corsarios ni piratas en el horizonte.
Desde su fundación, en 1851 con el nombre Las Peñas, hasta 1963, Puerto Vallarta perduró en el anonimato de los pasos adormilados de las mujeres que lavaban la ropa en el río Cuale y el de los comerciantes de gruesos bigotes que trasladaban mercadería a lomo de burro por las callecitas adoquinadas.
En aquel entonces, cuando apenas tenía 18.000 habitantes que vivían sin energía eléctrica ni agua corriente, recibió una inesperada visita que cambió otra vez la historia.
Las luminarias de Hollywood desembarcaron para el film La noche de la Iguana, protagonizado por Richard Burton y Ava Gardner. El set que deslumbró a su director John Huston fue nada menos que el bosque subtropical de Mismaloya, al que sólo se podía llegar en barco y donde hoy se enclavan hoteles de primer nivel, como La Jolla de Mismaloya.
La pantalla grande mostró a este lugar como un paraíso terrenal y en consecuencia, Puerto Vallarta pronto encontró lugar en el mapa turístico. Pero el film no bastó.

Romance hollywoodense

Puerto Vallarta llegó a las tapas de las revistas en todo el mundo y no por otra película, sino por el escandaloso romance entre Richard Burton y Elizabeth Taylor.
A los vallartenses les divierte haber alcanzado fama mundial por una infidelidad.
En 1970, la población aumentó a 35.000 habitantes y tuvo por primera vez energía eléctrica.
Actualmente tiene 350.000 habitantes, está conformado por el pueblo colonial, la zona sur, integrada por lugares como Conchas Chinas, Mislaloya y Yelapa, el Norte, poblado de complejos hoteleros de cuatro y cinco estrellas y el sector más nuevo, Marina Vallarta, donde continúa la construcción de resorts con campos de golf y piscinas climatizadas, frente a un mar siempre azul.
De espaldas al mar, una pareja mira inmóvil el constante crecimiento del pueblo. Desde el malecón, ella y él pueden observar cómo Vallarta se aferra a su pasado e identidad. Los nuevos restaurantes y locales estadounidenses muestran una fisonomía colonial, al igual que los hoteles, que no desentonan con la pequeña Plaza de Armas ni con la iglesia Guadalupe, cuya gigante corona todavía reina con su estilo.
La pareja y las extrañas criaturas que la acompañan a lo largo del malecón son obras en bronce de artistas locales, y testigos de un pueblo apegado al arte, los colores del sol y del azul profundo del mar.
Esta afición al arte, y al cuidado de una estética propia, ya se expresa en las no más de 10 cuadras de esta concurrida rambla. Hay un hipocampo, sirenas, delfines y los seres fantásticos del afamado artista Sergio Bustamante, que posee un local justo enfrente con sus bien cotizadas obras en oro y plata, papel maché y cerámica. Los soles y lunas con caras, e incluso moño y bigotes, sus gatos vestidos de frac y otras fascinantes creaciones que recuerdan los cuentos de hadas.
Comprar artesanías es muy buena idea, porque en el Mercado Municipal, junto al río Cuale, hay joyería en plata, coloridos adornos de cerámica, tapices y accesorios, todo a bajo costo. Esto se suma a la oferta de los tantos locales del centro, que incluyen hasta el arte huichol, de los indígenas del vecino Estado de Nayarit.

Datos útiles

Cómo llegar: el pasaje aéreo, ida y vuelta, hasta Puerto Vallarta, cuesta alrededor de 1100 dólares, con tasas e impuestos incluidos.
Alojamiento: la habitación doble en un hotel cinco estrellas vale alrededor de 150 dólares; en uno de cuatro, a partir de 80.
Comidas: un menú cuesta entre 5 y 15 dólares por persona.
Excursiones: los paseos del puerto marítimo parten cada media hora, desde la mañana, con varios destinos a elección. Cuestan desde 10 dólares por persona.
Más información: Oficina de Turismo de México- Santa Fe 920; 4393-7070.
En Internet:

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