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 • HISTORICO

Ruta del café

Los departamentos de Caldas, Risaralda y Quindío forman el eje cafetero de Colombia, incipiente destino agroturístico para recorrer entre bosques de guaduas y ritmo de vallenato




MANIZALES.- Antes que nada, una sugerencia. El complemento ideal de este artículo es un café. Caliente, aromático, recién hecho. Un tintico, como le dicen en Colombia al café solo. O un pintadito, si es con leche.
Ahora sí, directo al grano. Al grano de café, que es el eje de esta historia. El café y la exuberancia de un país tropical y alegre. No el narcotráfico ni los sicarios ni los secuestros ni las FARC. Julio Patiño, un colombiano tostado como el café, lo dice sin vueltas: "De Colombia siempre se cuenta lo malo, pero Colombia es linda. Mire esto y dígame, ¿dónde va a estar usté así?" El hombre tiene razón, hay que reconocerlo. Está dentro de una piscina termal, rodeado de santarritas fucsias y amarillas, y envuelto en velos de vapor. Con una mano toma un ron on the rocks y con la otra le señala a su mujer la ladera de un cerro iluminado por los últimos rayos del sol de la tarde.
Ruta del café o eje cafetero son los nombres que recibe esta región, unos 300 kilómetros al oeste de Bogotá, donde la vida gira alrededor del café. Es la nueva niña mimada del turismo colombiano y está formada por los departamentos de Caldas, Risaralda y Quindío, con sus respectivas capitales, Manizales, Pereira y Armenia.

La zona verde

Por esta zona, el café figura en los nombres de hoteles y parques, le da letra a las novelas (Café con aroma de mujer se filmó aquí) y se cuela en las recetas (el arequipe de café, por ejemplo). Hasta las rutas lo nombran.
La Autopista del Café conecta los distintos departamentos por un camino enrulado, de paisaje siempre verde. Verde como el plátano, que le regala su sombra a los cafetos, también verdes. Verde como la palma de cera, el árbol nacional de Colombia. Como los yarumos de hojas gigantes y el guayacán, que también es el nombre de un afamado grupo salsa. Verde como las guaduas, una especie de bambú grueso y alto, base de la construcción local. Verde, también, como la esperanza que tienen los colombianos de salir adelante, de que se los identifique más con el café que con la coca y la violencia.
"Por aquí no es peligroso", se apresura a decir Julio Patiño, con los dedos arrugados por el agua. Esta idea la repetirán, uno por uno, funcionarios y pobladores. El gobierno de Uribe está empeñado en que vuelva la seguridad a su país. Las estadísticas lo ayudan y la percepción que se tiene al andar, también.
El viajero no se siente inseguro. Aunque debe acostumbrarse a la presencia, por momentos inquietante, de grupos de militares que patrullan rutas y ciudades. Por lo menos, sus uniformes no desentonan con el paisaje. Claro, son verdes.
En el mundo se consumen más de 400 mil millones de tazas de café por año. Para que semejante número sea posible trabajan unos 20 millones de personas. El café se cultiva en Africa, algunos países de Asia, América Central y del Sur, donde Colombia es el segundo productor, después de Brasil. Más de medio millón de familias vive del café en este país. En el eje cafetero se cultivan unas 700.000 hectáreas de las variedades típica, borbon, caturra y colombia, la más extendida.
A pesar de estos números con tantos ceros, todos hablan por aquí de la crisis del café. Comenzó hace unos diez años por la fuerte caída del precio del grano.
Dice Julián Morales, ingeniero agrónomo y productor: "A las señoras de los cafeteros les tocó poner oficio y abrir sus casas al turismo". Morales es un vivo ejemplo de la reconversión turística por la crisis. Hace unos meses abrió su finca, donde produce café, a los visitantes. Hasta ahora suman más de 20 las haciendas que han hecho lo mismo. Suelen ser casonas de madera, de dos pisos y ventanas sin vidrios, para atraer la brisa tropical.

Vallejo, la roya y la broca

Julián Morales es un enamorado del café. Cuando muestra la planta, toma la hoja y la observa con cariño: "Los peores enemigos del café son la roya y la broca, un hongo y un gusanico contra los que luchamos todos los días". En su último libro, Mi hermano el alcalde, el ácido escritor colombiano Fernando Vallejo opina que la roya y la broca de Colombia son el partido conservador y el liberal. Pero esa es otra historia.
Si se hiciera un ranking del tránsito en la Autopista del Café, las chivas llevarían la delantera. Son ómnibus de pocos pasajeros. Van como jets por la ruta y están pintados de rojo, verde, amarillo. Cargan gente, cultivos y música. El auto que se atreva a pasarlas se quedará con una estela de vallenatos en el alma.
El vallenato es un ritmo pegadizo que se escucha en todo el país todo el tiempo. Las letras son a la vez tristes y simpáticas, de amores imposibles, de penas de amor. El hit de este año es Niña bonita, lo canta El Binomio de Oro y dice: "¿Y quién no se inspira al verte linda, con esos huequitos de tus mentiras y esos deseos que sean míos y que se acompañen de caricias, de niña bonita, de mujer bonita". Tan romántico.
Aquí reina el clima cafetero, dicen: "Todo el año llueve, todo el año hace sol". Por eso, tanto verde. Julián Morales va sentado en un micro, con camisa blanca y las canas bien peinadas. Ya dijo todo sobre el café. Pero no puede evitar volver a nombrarlo. Mira por la ventanilla y señala las plantaciones: "Vea, para variar, café".
Por Carolina Reymúndez
De la Redacción de LA NACION

Willy´s, el amigo más fiel

Pregunta: ¿cuánta gente cabe en un Willy´s? Respuesta: toda la que alcance a apoyar el dedo gordo del pie y sujetarse fuerte. Queda claro: el Willy´s no deja a nadie botado en la carretera. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos le vendió varias partidas a Colombia, que luego los fabricó en el país con la marca Willco. Abundan en la zona cafetera, cargados a tope. Hasta hay un concurso, el Yipao, en el que compiten sobrecargados al límite para demostrar cuánto aguantan. Eso no es todo: el yipao se usa también como unidad de medida. Los campesinos hablan sobre un yipao de café. Cuánto es, lo entienden sólo ellos.

Datos útiles

Cómo llegar

En avión US$ 630
Desde Buenos Aires hasta Manizales, con escala en Bogotá; tasas e impuestos incluidos, por Avianca. Carlos Pellegrini 1163; 4394-5990. En Internet: www.avianca.com

Alojamiento

Las fincas cafeteras, remodeladas para el turismo, son una buena opción. El precio oscila entre US$ 30 y US$ 80, por una habitación doble. El Balso, en Armenia (la doble, US$ 45) es ideal para conocer el proceso del café. En Manizales, el hotel Termales El Otoño ( www.termaleselotono.com ) es especial para probar las propiedades del agua que viene directo del volcán Ruiz. Una cabaña para cuatro personas, con acceso a las piscinas termales, cuesta US$ 27 por persona. En Armenia, el Armenia Estelar ( www.hotelarmeniaestelar.com ) es una opción cuatro estrellas, desde US$ 68 la doble. En Pereira, el hotel Meliá, bien ubicado y con espaciosas habitaciones (US$ 100, la doble).

Gastronomía

La comida más típica de la zona es la bandeja paisa, un plato abundante, para compartir; entre 3 y 6 dólares.

Café

En las tiendas Juan Valdez hay todo tipo de cafés. Un tinto aromatizado con macadamia cuesta US$ 0,60, un helado de café. El medio kilo de café suave colombiano cuesta 5 dólares.

En auto

El eje cafetero se puede recorrer en auto, conectando las ciudades principales. El alquiler cuesta US$ 45 por día. Un tour por el día en el eje cafetero cuesta 20 dólares.

Más información

Embajada de Colombia. Carlos Pellegrini 1363, 3° piso; 4325-0258. Horario: lunes a viernes, de 15 a 17. En Internet: www.embajadacolombia.int.ar

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