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 • HISTORICO

San Andrés, un caso aislado en el Caribe

A nada menos que 800 km de la costa colombiana, esta pequeña isla de playas idílicas tiene sus propias costumbres, su idioma y, sobre todo, su ritmo




Ramón tiene la piel negra y el pelo blanco. Cuando sonríe, cierra un poco los ojos y deja ver su boca sin dientes. Mientras saca de su bote casi 20 kilos de atún que logró arrancarle al mar, dice: "Hoy fue un buen día de pesca, pero no siempre es así". Sobre un par de tablas apoyadas en la arena descarga los pescados ante la vista de tres personas que le han prometido comprarle todo.
A pocos metros, una decena de turistas mira al pescador y saca fotos con sus celulares. Unos jóvenes españoles llegados a San Andrés para disfrutar una semana de buen sol y aguas caribeñas. "Para los gringos esto es el paraíso. Siempre me cuentan que es el mejor lugar que conocieron en el mundo y cosas por el estilo, todo lindo, todo bien chévere", señala Ramón, orgulloso de su isla colombiana, que recibe anualmente a más de seiscientos mil turistas.
Como su padre, su abuelo y su bisabuelo, Ramón nació en San Andrés. Es un raizal, un poblador originario de la isla, cuyas raíces están emparentadas no sólo con las etnias que habitaron tierras caribeñas en los tiempos coloniales sino también con aquellos africanos que entre los siglos XVI y XVII fueron llevados como esclavos al Nuevo Mundo.
Diferenciados de otros habitantes de San Andrés a los que se los conoce simplemente como isleños, los raizales hablan el creole sanandresano, una lengua nativa derivada del inglés surgida en la época de la esclavitud como alternativa de comunicación para gente que provenía de muchos lugares distintos de África, sin un idioma común. "El creole es nuestro sello de identidad, nos recuerda de dónde venimos, lo que hemos sido y lo que somos ahora", afirma Ramón, que como el resto de los raizales habla también castellano, lengua oficial de San Andrés.
Como pescador, Ramón suele salir con su bote a probar suerte en las aguas que rodean a Rose Cay y Haines Cay, dos muy pequeños cayos que constituyen uno de los atractivos turísticos principales de San Andrés. Cubiertos en su totalidad por arenas calcáreas que apenas sobresalen del mar, los cayos afloran por decenas alrededor de San Andrés. A la mayoría de ellos se accede por medio de navegaciones muy cortas, usualmente desde North End, el principal núcleo urbano de la isla.
Uno de los cayos más cercanos es Johnny Cay, al que se arriba en lancha en apenas diez minutos. Tiene una infraestructura turística que incluye paradores y bares, habitualmente llenos de turistas.
Rose Cay y Haines Cay se encuentran algo más lejos de San Andrés y por eso reciben menos turistas.
De los dos cayos, Rose Cay es algo mayor en tamaño y su principal atractivo son las especies de peces coralinos que abundan junto a sus costas. La abundancia y colorido de estos peces es tal que se considera a este cayo como uno de los mejores lugares de todo el Caribe para bucear o hacer snorkel. En aguas increíblemente transparentes, siempre hay grandes grupos de turistas sumergidos en el mar que se maravillan no sólo con los peces sino también con erizos y rayas, que pueden verse de a decenas.
Haines Cay es un cayo más pequeño y menos concurrido, que sólo tiene unas cuantas palmeras y un bar de estilo rastafari en el que se puede disfrutar del tradicional Coco Loco, un trago tradicional de San Andrés que combina vodka, brandy, ginebra, whisky y ron. "Si te tomas un Coco Loco bien frío, vas a sentir que te explota la cabeza. Es pura dinamita", bromea Ramón, que ya ha entregado los veinte kilos de atún. Con lo que le pagaron espera arreglar un poco el bote, que hace tiempo tiene maltrecho.

Lazos de sangre

San Andrés está ubicada a casi ochocientos kilómetros de la costa colombiana. Esta distancia la convierte en el rincón menos colombiano de toda Colombia. Lejos de emparentarse con las tradiciones de sitios como Bogotá o Medellín, las costumbres de los sanandresanos guardan una estrecha relación con las de otros pueblos caribeños, especialmente en lo que tiene que ver con la gastronomía y la música.
En los sabores se nota la influencia de las culturas angloantillanas y africanas, con platos usualmente sazonados con mucho coco, clavo, canela y jengibre. Y en el ámbito de la música, el calipso y el reggae son omnipresentes en toda la isla. Además, al uso del creole por parte de los raizales se suma la utilización del inglés por un vasto porcentaje de la población. "Somos distintos al resto de nuestros hermanos colombianos, pero llevamos a nuestro país en el corazón", dice Robinson Rueda, un anciano de raza negra que vive en La Loma, la zona más alta de toda la isla.

El campanario de San Luis

Casi en el centro geográfico de San Andrés, La Loma se caracteriza por una arquitectura típicamente caribeña, con coloridas casas de madera en cuyos frentes se destacan siempre amplios balcones. Un ejemplo de esta arquitectura es la Iglesia de San Luis, el templo bautista más antiguo de San Andrés. Levantado en 1844, está construido totalmente en madera y tiene un espectacular techo a dos aguas que se corona con un campanario al que se puede subir después de ascender una estrecha y muy empinada escalera. Una vez arriba, las vistas resultan espectaculares.
"El campanario de la iglesia de San Luis es el mejor mirador de todo San Andrés porque desde allí se puede ver gran parte de la isla, incluyendo la costa oriental y la occidental, con todo el mar Caribe extendiéndose hasta el horizonte", señala Juan Enrique Archbold Dau, asesor turístico de Procolombia en San Andrés.
La vieja iglesia de San Luis es uno de los puntos salientes del recorrido turístico por la isla que ofrecen la mayoría de las agencias de viajes locales. "San Andrés tiene apenas veinticinco kilómetros cuadrados y está atravesada por una buena red de caminos, lo que permite recorrerla en un solo día", indica Archbold Dau.
La mayoría de los circuitos comienza con la visita de la Cueva de Morgan, en la que una leyenda asegura está escondido el tesoro del pirata más famoso de la historia. Un museo repleto de garfios y otros elementos propios de los bucaneros precede a la cueva, a la que se baja por una angosto y serpenteante escalera de piedra. Abajo la luz es escasa, lo que obliga a andar con cuidado para no caer en un pozo repleto de agua que inunda el fondo cavernoso. En medio de la oscuridad, los chicos suelen ilusionarse con el hallazgo de monedas de oro de los tiempos coloniales. Espiando entre las rocas, buscan con esmero pero nunca encuentran nada. "Morgan escondió todo muy bien", les dice Miryam, una de las guías, vestida como pirata. Y los chicos se juramentan volver. Con una pala, de ser necesario.
No lejos de la Cueva de Morgan se encuentra West View, un encantador sitio costero con una piscina natural a la que se puede saltar desde un trampolín sobre una saliente rocosa. Repleto de peces coralinos, la piscina es ideal para hacer snorkel.
En la misma zona se halla el Hoyo Soplador, un agujero cavado entre rocas que conecta con varios túneles que llegan hasta el mar. Con cada ola que pega contra la costa, en especial durante la pleamar, los túneles se llenan de agua que corre hasta llegar al agujero. Entonces, como la erupción de un géiser, el agua trepa por el agujero y salta con mucha fuerza.
A la espera del fenómeno, los turistas se paran frente al agujero, mirando hacia abajo, hasta que repentinamente el hueco parece explotar y el agua los empapa, al tiempo que una ráfaga de viento les sopla el rostro. Las fotos junto al Hoyo Soplador son una de las postales típicas que los turistas se llevan a casa.
Por último, el recorrido por San Andrés llega hasta Charquitos, una de las playas más tranquilas y familiares de la isla, en su extremo más austral. Protegidas por una larga barrera coralina, sus aguas son completamente mansas y asemejan un enorme piletón tan cálido como transparente. No lejos de la costa de Charquitos, en las mañanas y más allá de la barrera coralina, suelen verse los botes de los pescadores que salen al mar a probar fortuna. Sueñan volver en las tardes con las embarcaciones repletas de atún, pargo o mero, para vender por unos cuantos billetes. Entre ellos anda Ramón, con su piel negra como el ébano y su cabello blanco como el marfil. Navega aguas adentro, hacia los cayos más lejanos, como alguna vez lo hicieron su padre, su abuelo y su bisabuelo. Es un raizal de San Andrés, de esos que llevan la herencia grabada en el alma.

Datos útiles

Cómo llegar
. Hasta Bogotá se puede llegar por Aerolíneas Argentinas y Avianca, en vuelo directo y por LAN, con escala en Santiago. Desde Bogotá hay varias conexiones diarias a San Andrés. Tarifas para los dos tramos desde 13.000 pesos.
Dónde dormir. El Royal Decameron Isleño tiene habitaciones dobles desde 330 dólares, con acceso a las piscinas, servicio de playa en Rocky Cay y shows nocturnos incluidos. Está ubicado en el norte de la isla, muy próximo al aeropuerto. Reservas en www.decameron.co
Cambio
. La moneda local es el peso colombiano. Un dólar equivale aproximadamente a 3300 pesos.
Impuesto. En San Andrés se debe pagar un impuesto de entrada, que es de US$ 22.

Destino con todo incluido

San Andrés es uno de los dos destinos turísticos más importantes de Colombia. Anualmente recibe cerca de seiscientos mil visitantes que ocupan más del setenta por ciento de su capacidad hotelera, lo que representa la tasa de ocupación más alta del país junto a las de Cartagena y Medellín. En la isla existen cerca de cuarenta hoteles de alta y media categoría, casi la mitad pertenece a las cadenas Decameron, Solar Hotels, GHL y On Vacation, muchos de ellos con sistema all inclusive. Aproximadamente un cuarto del turismo que llega a San Andrés es extranjero, sobre todo de Canadá, Estados Unidos, Italia y España. Sin embargo, el mercado latinoamericano está en constante crecimiento, esencialmente con visitantes brasileros y argentinos.

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