Se la asocia con Rusia, pero está en el golfo de México y tiene su historia
Nunca supe quién le había dado el nombre a un saludo lunfardo: Chau Pinela . Hasta que me encontré con un lugar donde los coches tenían ese nombre en la chapa. No era exactamente igual, pero se le parecía mucho: Pinellas. Y está en Florida, muy cerca de las atracciones de Orlando (una hora y media de auto) y del Busch Gardens de Tampa (30 minutos).
El condado de Pinellas, a 284 millas (462 kilómetros) de Miami y a 84 millas (134 kilómetros) de Orlando, fue bautizado por los exploradores españoles que navegaron sus aguas a comienzos del 1500, cuando estaban buscando la Fuente de la Juventud como le decían a los spa en aquellas selvas tropicales. El turismo masivo no se había inventado y las carabelas no hacían chárters, pero lo llamaron así por sus bosques, su punta de pinos entrando al agua. Afortunadamente, muchos árboles se han preservado para disfrute nuestro porque hace falta sombra teniendo en cuenta su promedio de 361 días de sol por año. Y ése es el capital mayor del que participan las joyas del Pinella: St. Petersburgo/Clearwater.
Sun Coast y Dalí
Uno dice St. Petersburgo y piensa en la nieve. Pero no estamos en Rusia, sino en la Costa del Sol, aunque lo habitual es que lo digan en inglés Sun Coast . Esta es la otra Florida, en la costa del Oeste sobre el golfo de México, donde pocas personas hablan español y la mayoría de sus 4 millones de turistas por año vienen tanto del norte de Estados Unidos, Canadá, Inglaterra como de Francia y Alemania. No hay casi latinos, aunque uno de los mayores exponentes del arte universal, el catalán Salvador Dalí, tenga aquí un museo excepcional con una colección completísima de todas sus épocas, desde sus cuadernos de niño hasta los grandes frescos finales.
Después de la agitación de Orlando, porque divertirse también cansa y mucho, pensé en unos días de relax antes de volver a Miami y desde allí a casa. En lugar de tomar por el Turnpike, un autopista tan rápida y segura como aburrida porque no se ve nada, preferí una escala previa para desenchufarme. Tomé con el auto hacia el Oeste por la Interstatal 4 hasta seguir por la 275 y finalmente enhebrar la 60, que me llevó directamente hasta la costa. Podía elegir entre varios lugares, dentro de un catálogo de 35 millas de arenas blancas (56 kilómetros, la distancia entre Plaza de Mayo y Liniers, ida y vuelta). Hay comodidades para todos los gustos y bolsillos. Los lugares jóvenes y bohemios son los más divertidos y económicos. De todas maneras, salvo una media docena de hoteles de lujo y gran lujo, la mayoría de los alojamientos está al alcance de casi todos los presupuestos porque tienen una excelente relación entre lo que cobran (poco) y lo que ofrecen (mucho). Quizá por eso sea un destino tan popular entre canadienses y franceses, que cuidan más el dinero que nosotros. O por lo menos así lo parecen.
Hay 24 mil habitaciones que se dividen, casi por partes iguales, entre las que ofrecen 70 hoteles, 230 moteles y 80 departamentos (condos, por condominio). El costo por habitación, no por persona, fluctúa entre 30 y 100 dólares la noche, con picos estacionales porque es más alto entre enero y abril, y baja de mayo a la segunda semana de diciembre cuando empieza la temporada alta.
El mismo fenómeno se reproduce a la hora de comer con 1800 restaurantes con todo tipo de servicios. Se puede comer descalzo, en la misma playa y también en un crucero a la luz de la luna con velas y mozos de guante blanco. Para los que quieren ahorrar está la alternativa de comer en el motel, sobre todo si tiene efficiencies (kichenette, heladera, microondas). Y si lo hace en la calle, el gasto por persona puede estar en menos de 4 dólares para desayunar, entre 6 y 7 para almorzar, y 9 para cenar porque la noche siempre es mas cara.
Sunset en el muelle 60
En Orlando, los estímulos son constantes. El que se para pierde el compás. Aquí es distinto porque la naturaleza es la que marca los ritmos. En la playa, el repertorio de deportes es muy amplio. Podemos nadar como practicar tabla hawaiana velera, windsurf, jet ski, esquí con paracaídas (parasailing) buceo, navegar, pescar o simplemente tirarnos al sol como lagartos. Después del mediodía no hay nada mejor que una siesta. Hasta los cardiólogos la aconsejan. Un amigo con dinero siempre me dice que no vale la pena meterse en un negocio que no te deje dormir la siesta. Pasa igual que con la sopa. De chico no nos gustaba y de grandes cambiamos de idea.
El lento descenso del sol nos va dictando la rutina. En Clearwater Beach, que es una de las playas más divertidas, dos horas antes del crepúsculo se reúnen en el muelle 60 para una ceremonia parecida a la de Key West. Hay magos, músicos ambulantes, tiradores de tarot, malabaristas y, sobre todo, muy buena onda. Si la puesta ha sido buena, se la aplaude. Luego es oportuno ir a los barcitos que están sobre la misma arena. Hay cerveza en abundancia (el vino es más caro y no tan bueno como el nuestro) y se come muy bien en un ambiente de pescadores. La noche termina rápido porque esto no es Miami y a medianoche queda poca gente. Y a las 2, igual que en la mayoría de las ciudades de los Estados Unidos, cierran porque ya no se les permite despachar bebidas.
Hospital de Pájaros
Las actividades dependen de cada temperamento familiar. Los hiperkinéticos pueden elegir el turismo itinerante, ir cambiando de playa a gusto porque no hay problemas con la gran cantidad de moteles que están a disposición a lo largo de la ruta entre las playas. Es una buena idea porque cada comunidad tiene características distintas. Es como pasear por un parque temático playero con distintos elencos.
Una de las experiencias más ricas es visitar el Hospital de Pájaros, el Suncoast Seabird Sanctuary en Indian Rocks (18328 Gulf Boulevard). Junto al mar nos encontramos con pelícanos de alas rotas entre docenas de especies lastimadas, incluyendo pequeños pájaros y hasta águilas calvas en peligro de extinción. Todo se inició en 1971, cuando Ralph Heath encontró un cuervo marino herido y se convirtió en un doctor de pájaros porque le empezaron a llegar gaviotas heridas de Madeira Beach, palomas mutiladas, etcétera. Al principio los atendía en una conejera en los fondos de su casa y luego creo este hogar para medio millar de aves silvestres que, una vez curadas, pueden volver al cielo mientras otros se convierten en residentes permanentes porque no podrían sobrevivir por sí mismos. Es una entidad sin fines de lucro, recibe donaciones para seguir atendiendo gracias a su considerable prestigio internacional. Uno siempre se encuentra con interesados de todo el mundo, mientras los voluntarios tratan de atender a 20 pacientes nuevos por día en tanto dan el alta a otros. Un buen momento para recorrerlo es, a las 11 o las 17, cuando dan de comer pescado a los pelícanos. Uno de sus mayores éxitos ha sido el programa de padres adoptivos, donde los pájaros adultos inválidos crían a pájaros jóvenes abandonados.
La ciudad de las esponjas
St. Petersburgo se llama así porque uno de sus primeros habitantes venía de Rusia. Este dato de los inmigrantes es otra constante en esta zona. En Dunedin hay una gran colonia escocesa que tienen muy cerca, ferry de por medio, la belleza casi virgen de la isla de Caladesi, considerada una de las tres más seductoras de los Estados Unidos, y muy cerca otra isla llamada apropiadamente Honeymoon (Luna de Miel) aunque no haga falta estar recién casado para disfrutar de ella.
También a corta distancia, en Tarpon Spring, nos encontramos con la deslumbrante catedral griega ortodoxa St. Nicolás, réplica de la Santa Sofía de Constantinopla. Muy cerca está el muelle, que es una imagen del Mediterráneo, con los nombres de las calles en griego lo mismo que los platos de los varios restaurantes en los que Zorba podría sentirse a gusto. La avenida se llama Dodecaneso y está impregnada por los aromas de las repostería griega recién hecha y en todos los negocios venden esponjas naturales. Fueron griegos los buzos desde comienzos de siglo cuando Tarpon era considerada el Wall Street de las esponjas. Hay un crucero de media hora para mostrar cómo se hacía el trabajo y si coincide su visita con el 6 de enero, los Reyes le traerán el Festival de Epifanía, que comienza en la catedral y culmina cuando los jóvenes bucean buscando una cruz que fue bendecida y arrojada al agua.