Después de visitar el milagro de modernización de Dubai (lujo y cosmopolitismo, pero artificial) quisimos ver otro país árabe que permitiera apreciar la tradición y las costumbres de esa cultura. Nos dirigimos así al Sultanato de Omán. No nos defraudó. El país también se modernizó a causa del descubrimiento del petróleo, pero el actual sultán (en el trono desde 1970) impulsó el progreso en una dirección distinta. Unió el país con carreteras magníficas, proveyó de electricidad, gas y agua a los nativos e impulsó la educación y la salud. Es un país de menos de tres millones de habitantes, de religión musulmana, y mantienen en gran parte sus tradiciones y costumbres. En la visita de las mezquitas, el cuidado de la vestimenta de las mujeres adquiere rigidez.
Es muy difícil describir a la muy bonita ciudad de Muscat, capital del sultanato. Estrictamente, el casco es muy pequeño, pero la ciudad se ha extendido en sectores periféricos, hasta 20 km alrededor. Está construida horizontalmente, con edificios bajos, de estilo árabe, de color blanco (los de color crema son edificios públicos), y está enmarcada por montañas. No hay rascacielos ni grandes shoppings ni transporte público. La gente circula en auto y el tránsito es intenso. Los operarios son trasladados por las empresas y los escolares se desplazan en combis o taxi.
Desde el casco de la pequeña Muscat se extiende a lo largo de varios kilómetros la corniche, el paseo costanero sobre el mar de Omán. Es acá donde más se puede admirar la hermosura que geográficamente suministra la conjunción del mar con las montañas.
Allí se encuentran el Souq Mutthra, mercado de más de 700 tiendas de artesanías, antigüedades, especias, perfumes, etcétera, y el museo, interesante, pequeño pero ilustrativo. Resulta indispensable dirigirse al otro extremo de la periferia para visitar la Gran Mezquita, finalizada en 2002, construida con mármol de Carrara. Su alfombra gigantesca cubre toda la sala de rezos, mientras la cúpula está decorada con mosaicos de Irán e iluminada por arañas de Swarovsky.
Muscat encanta por su sencilla modernidad, su trazado prolijo y su limpieza. Pero el interior de Omán tiene lugares de gran interés. Visitamos Nizwa, a 170 km de Muscat. Unos kilómetros antes de llegar dejamos la autopista para internarnos en las montañas, ascendiendo hasta los 2600 metros. Atravesamos wadis (ríos secos) y desfiladeros de vistas imponentes, y también villages (restos de pueblos primitivos, algunos todavía habitados).
En Nizwa hay que apreciar el fuerte con sus torres y bastiones, que tuvo importancia durante la lucha contra los portugueses (que ocuparon el litoral de Omán entre 1500 y 1650).
En las cercanías pueden verse extensos oasis datileros y la antigua ciudad de Bahla, amurallada, con calles intrincadas y retorcidas (Patrimonio de la Humanidad) y el castillo de Al Jabrín, mandado a construir por un imán en el siglo XVI. En su interior se observan techos decorados con delicadas pinturas con motivos florales.
De este modo encontramos en Omán lo que habíamos buscado.
Juan Carlos Perazzo
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