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 • HISTORICO

Vuelo a vuelo, cómo se conquistó el cielo

En el inventario del transporte aerocomercial argentino se inscriben algunos hechos que, por sus curiosos aspectos, hoy parecen dignos de Ripley; el anecdotario incluye que el viaje a Londres duraba más de dos días




El gran desarrollo aéreo, que se produjo en la segunda mitad del siglo y que cada día sorprende con nuevas máquinas y más tecnología, modificó el mundo del turismo.
Viajar por aire se volvió seguro, confortable y rápido. Desde que se puso en servicio el primer avión de propulsión a chorro comercial (jet), a principios de los años cincuenta, el costo del asiento bajó en comparación con el de los barcos, que hasta ese entonces dominaban los viajes de larga distancia. El reinado de las aerolíneas comenzaba, pero conquistar el aire no fue nada sencillo.
Después de varios intentos, el sueño de volar como un pájaro se hizo realidad el 17 de diciembre de 1903, con la construcción del primer avión. Ya no se trataba del aquel globo aerostático que a fines el siglo XVIII invadió el cielo de París, ni de los dirigibles ni de los muchos intentos por tener el control de una nave.
Los hermanos Wright construyeron el primer rudimentario avión, que tenía patines y corría sobre un carrito de dos ruedas colocado sobre un riel. Aquel día voló 30 metros en 12 segundos.
Otro hito de la aviación mundial fue cuando Louis Blériot cruzó el Canal de la Mancha, en 1909.
El gran invento no tardó en llegar a la Argentina. En estas tierras, uno de los primeros vuelos lo realizó Bartolomé Cattaneo, en 1910. En esa ocasión, en un Blériot cruzó, por primera vez, el Río de la Plata en avión.
A los pocos años, y después de que los nuevos aviones hicieron exhibiciones que atraían gran cantidad de público, se formalizó como un nuevo medio de transporte.
Según relata Pablo Potenze, en Historia del transporte aerocomercial, los primeros servicios aéreos en nuestro país, con horario y venta de boletos, estuvieron a cargo de una misión francesa en 1919 y 1920; unían Buenos Aires con Montevideo, Mar del Plata y Mendoza. Pero les resultaba muy difícil competir con la gran red ferroviaria, que conectaba a la Capital con las principales ciudades del interior.
A partir de 1924 la Misión Junkers, un grupo comercial alemán, trajo a los por entonces novedosos Junkers F-13 con motor BMW de 185 HP, para operar frecuencias entre ciudades cordobesas, y entre Buenos Aires y Montevideo.
Más tarde, el grupo francés Latécoére fundó, en 1927, Aeroposta Argentina, que hacía dos veces por semana la ruta Buenos Aires-Monte Caseros-Asunción, con aviones Laté 25.

Un principito en el aire

En octubre de 1929, uno de estos aviones, piloteado por Antoine de Saint Exupéry inauguró el servicio entre Bahía Blanca y Comodoro Rivadavia, que en abril de 1930 se extendió a Río Gallegos. En 1937, un consorcio argentino compró la empresa de capitales franceses.
Para ese entonces, también operaban en la Argentina otras líneas que prestaban servicio regulares de pasajeros, y correo dentro del país y hacia el extranjero.
El Aeroparque Jorge Newbery y el Aeropuerto de Ezeiza todavía no existían. Los vuelos comerciales se prestaban desde los aeródromos de Morón, Palomar, Pacheco y el Hidropuerto.

Kilómetro cero

El Aeropuerto de Ezeiza se construyó en tierras expropiadas por un decreto ley. El 22 de diciembre de 1945,el ministro de obras públicas Pistarini colocó la piedra fundamental del futuro aeropuerto internacional. Tres años más después se inauguró el Aeroparque, con capacidad para aviones DC-3 o menores. Se lo declaró kilómetro cero de las rutas aéreas argentinas.
Hacia 1945, las empresas que operaban en el país movían alrededor de 89.000 pasajeros. Cuatro empresas tenían rutas de cabotajes: Aeroposta Argentina, la Corporación Sudamericana de Servicios Aéreos, las Líneas Aéreas del Estado (LADE) y Pan American Grace Airways (Panagra).
En aquellos años se crearon muchas aerolíneas, otras suspendieron rápidamente sus servicios y algunas se fusionaron.

Peripecias a bordo

Por supuesto que los viajes poco se parecían a los actuales.
El vuelo en un Junkers de Aeroposta a Río Grande salía de Buenos Aires a las 5 de la mañana para llegar, después de siete escalas, a las 18.20 a Río Gallegos. La llegada a Río Grande era sólo a la mañana siguiente.
Zonda, que nació en 1946, cubría las rutas del Noroeste. Para el cruce de los Andes era necesario que los pasajeros usaran equipo individual de oxígeno porque el Douglas DC-3 no tenía cabina presurizada.
La Flota Aérea Mercante Argentina (FAMA) incorporó para los vuelos transatlánticos los Avro York, para 21 pasajeros. De más está decir que los vuelos non-stop son un beneficio de los últimos años; para ese entonces se hacían muchas escalas. Los York salían del aeropuerto de Morón los viernes, a las 8, y llegaban a Londres los domingos a media tarde. Los viajes en avión eran bastante incómodos. Antes del despegue era usual que la tripulación repartiera caramelos y chicles para mover la mandíbula y evitar problemas de presión (la presurización no existía) y sobres para guardar las lapiceras estilográficas y no mancharse con el derrame de la tinta. En general se volaba a menos de 4000 metros de altura y a no más de 300 kilómetros por hora. Ahora, la velocidad crucero ronda los 1000 kilómetros por hora, la autonomía de vuelo alcanza los 14.000 kilómetros y las turbulencias son mucho menores a 11.000 metros de altura.
El 7 de diciembre de 1950 se creó Aerolíneas Argentinas, como empresa del Estado Argentino y sobre la base de cuatro compañías aerocomerciales preexistentes. Fue la primera compañía en América del Sur que operó un jet, cuando adquirió los Comet-4. El motor de retropropulsión disminuyó los tiempos de vuelo y acortó las distancias.
El vuelo transpolar -ya en la década del 80- fue uno de los grandes acontecimientos en aeronavegación de esa década. El 7 de junio de 1980 decoló desde el Aeropuerto Internacional de Ezeiza el Boeing 747-200 de Aerolíneas Argentinas con destino a Oceanía, la primera travesía transantártica en un vuelo comercial. El final de este siglo apenas cierra un capítulo en la historia de la aviación. Con 100 años de vida, los aviones, seguramente, seguirán sorprendiendo más allá del 2000.
El mediodía de la Navidad de 1907 un enorme globo, el Pampero, impresionó a los porteños que contemplaban, incrédulos, como se elevaba por el aire. Los tripulantes eran Aarón de Anchoreana y Jorge Newbery; el escenario, los terrenos de la Sociedad Sportiva Argentina, frente al hipódromo, en Palermo, desde entonces la primera aeroestación. El globo era de algodón y tenía 1200 metros cúbicos de capacidad para gas de alumbrado. El Pampero tomó altura, se internó en el Río de la Plata y aterrizó en Uruguay. Fue el nacimiento de la aeronáutica argentina.

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