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Más allá de Daniel Osvaldo: qué hace el mundo del fútbol (y qué no) cuando las luces se apagan y la depresión se enciende
Tras las sentidas y preocupantes declaraciones del exdelantero de Boca, los testimonios de Claudio García y Pedro Monzón; cómo afecta el retiro y el rol de la psicología
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Depresión, ansiedad, tendencia al suicidio y adicción al juego, a las drogas y al alcohol son solo algunos de los trastornos que padecen muchos exfutbolistas al momento de intentar relanzar sus vidas alejados del mundo de la pelota. Según datos del sindicato internacional de futbolistas FIFPro, el 38% de los jugadores retirados sufren depresión o problemas psicológicos, mientras que en la población mundial el porcentaje oscila entre el 13 y el 17%. Argentina, por supuesto, no es la excepción a la regla. Por el contrario, en las últimas décadas fueron varios los exfutbolistas que atravesaron este tipo de problemáticas, e incluso algunos tomaron la drástica decisión de terminar con su vida. Desde Julio César Toresani, exjugador de River y Boca que se mató en 2019 en una oficina de la Liga Santafesina de Fútbol, hasta Federico Maraschi, un histórico del Ascenso con pasado en Almirante Brown y Barracas Central que se suicidó en 2023; o Leandro Cogrossi, exvolante de Talleres de Remedios de Escalada, Nueva Chicago y Comunicaciones que, antes de ahorcarse, también en 2019, publicó en sus redes la foto preferida de su etapa como jugador. Cogrossi posa junto a Diego Maradona, la máxima estrella de un partido amistoso disputado entre Lanús y Talleres, en 2008.
Otros, como Claudio García o Pedro Damián Monzón, ídolos de Racing e Independiente, cayeron en el oscuro mundo de las drogas y, tras tocar fondo, lograron salir adelante gracias al respaldo de familiares, amigos y profesionales de la salud. Todos, con un denominador común: una profunda crisis de identidad a partir de sus retiros como futbolistas profesionales.
En los últimos días, Daniel Osvaldo, exdelantero de Boca, Inter, Roma, Juventus y la selección italiana, conmocionó al ambiente del fútbol y a la opinión pública en general con su desesperado “pedido de ayuda” a través de su cuenta de Instagram. “Hace mucho tiempo que vengo lidiando con una depresión muy grande, y esa depresión me hizo caer en algunas adicciones, alcohol y drogas. Estoy en un momento en el cual mi vida se me está yendo de las manos, con tratamiento psiquiátrico y tomando medicaciones”, explicó el exfutbolista de 38 años. A lo largo de su carrera, el atacante formado en Huracán llegó a vestir las camisetas de varios de los clubes más importantes del planeta. Paseó sus goles por la Serie A, la liga española, la Premier League y la Primeira Liga de Portugal. Convirtió 97 tantos en 324 partidos y llegó a ser uno de los argentinos mejores pagos del Viejo Continente. Pero el precio de la fama suele ser muy alto: la depresión no distingue edades, géneros ni clases sociales.
“Tengo una enfermedad muy específica: falta de autoestima, depresión. Muchas veces vuelvo a caer en las adicciones y en mi autodestrucción, y eso destruye también a la gente que está a mi alrededor. Prácticamente vivo solo, encerrado en mi casa, no hago nada productivo de mi vida. A veces no me dan ganas ni de levantarme de la cama, no me dan ganas ni de bañarme. Creo que la única manera en la que puedo salir de esto es que la gente se entere de lo que me está pasando”, confesó, al borde del llanto.
Leandro Paredes, Rodolfo Arruabarrena, Darío Cvitanich, Roger Martínez, Leandro Grimi, Matías Defederico, Juan Forlin, Benjamín Agüero, Gastón Pauls y Julieta Ortega le enviaron fuerzas vía redes sociales, mientras que Carlos Tevez, Daniele De Rossi y otros excompañeros de Boca, Huracán y el fútbol europeo se contactaron de manera privada.
Daniel Osvaldo, PRESENTE en el encuentro entre #Talleres (RE) y #SanMartín (SJ). #NacionalEnTyCSports pic.twitter.com/MmmtEbsLRf
— TyC Sports (@TyCSports) March 21, 2024
Un camino de piedras
El 12 de mayo de 2016, Daniel Osvaldo disputó su último partido con la camiseta del Xeneize. Fue en el empate 1 a 1 frente a Nacional de Montevideo, en Uruguay, por los cuartos de final de la Copa Libertadores. Osvaldo selló esa misma noche su salida del club: encendió un cigarrillo en el vestuario y Guillermo Barros Schelotto, el DT de aquel entonces, ordenó la rescisión de su contrato. Un año antes, Osvaldo se había alejado de Boca de manera poco clara: a días de vencer su préstamo en el club, comenzó a ausentarse de las prácticas aduciendo “problemas personales”. A pesar del respaldo del director técnico, Rodolfo Arruabarrena, y del presidente de la institución, Daniel Angelici, prefirió tomarse un respiro y buscó relanzar su carrera en el exterior. Aunque había vuelto a la Argentina a cumplir el sueño de jugar en Boca, Osvaldo no era feliz en su país. Semanas atrás, su expareja, la actriz Jimena Barón, había amenazado con iniciar una causa contra el delantero por violencia de género, en medio del escándalo mediático que había significado su separación. Atormentado por la situación, Osvaldo agradeció el interés de Boca y volvió a Europa para jugar en el Porto, alejado del ruido de los medios nacionales.
Aunque su pase pertenecía al Southampton, las puertas del club inglés ya no estaban abiertas para él. En 2013, su fichaje había sido el más costoso de la historia de la institución, que había adquirido su pase en una suma cercana a los 16 millones de euros. Siete meses después, una pelea durante una práctica con el portugués José Fonte, incidente ocurrido en medio de una suspensión de tres partidos por otra riña con un jugador del Newcastle, llevaron a Mauricio Pochettino a separarlo del plantel. Luego llegarían 18 partidos en Juventus, 20 en Inter y 16 en Boca, donde firmaría su primer retiro con apenas 30 años.
Alejado del fútbol, Osvaldo decidió incursionar en el mundo de la música. Su sueño: formar un grupo de rock y compartir escenario con sus amigos de La 25, banda stone liderada por el exfutbolista de Quilmes, Aldosivi, Berazategui y Defensa y Justicia, Mauricio “Junior” Lescano. El primer show de Barrio Viejo fue en Barcelona, en 2016, y luego giró por pubs y bares del Conurbano y la Capital Federal. En 2017 tocó en el célebre festival Cosquín Rock, para luego volver al under. En Barcelona, Osvaldo, vocalista y guitarrista de la banda, grabó su primer disco, “Liberación”, y luego, en 2019, editó “Un país con buena gente”, cuyo primer corte reza: “De la historia de Buenos Aires me salvaste, maldito rock; pero no hay caso, me gana el fracaso y suelo ser un blues perdedor”.
El palo del rock no suele ser un buen aliado a la hora de evitar los excesos. Las drogas y el alcohol forman parte de su escena habitual. En 2018, desde España, Osvaldo hablaba de prejuicios y segregación en una charla íntima con LA NACION. “En Boca sufría una lesión y decían: ‘Cómo no se va a desgarrar si le gusta el rock, está todo el día drogado’”, afirmaba. “Dejé de jugar porque quería vivir como la gente normal, en el fútbol vivís en una nube de pedos -explicaba-. […] Gasté mucha guita al pedo en mi época de futbolista, autos, relojes, yates..., pero esa vida te puede alejar de tu gente. Mi familia no vive así, mis amigos tampoco. Y yo quiero vivir como ellos”.
Morir dos veces
Decía Falcão, uno de los más grandes jugadores brasileños de todos los tiempos, que el futbolista profesional es el único ser humano que muere dos veces: cuando pone fin a su carrera y cuando fallece definitivamente. Tiempo atrás, Sócrates, excompañero de Falcão en la selección, había dejado de existir a los 57 años producto de un cuadro irreversible de cirrosis hepática. Durante su etapa como jugador, Sócrates había peleado contra los vicios del cigarrillo, y tras su retiro, también batalló en vano contra el alcohol.
Osvaldo atravesó dos veces esa traumática experiencia. En 2019 recibió una llamado de Maradona para incorporarse al plantel de Gimnasia por el cupo que había abierto la lesión de Lautaro Chávez. El pase, finalmente, no se dio. Pero Osvaldo comenzó a pensar seriamente en la vuelta del retiro. A finales de ese año empezó a entrenase por su cuenta y se ofreció a jugar en Banfield a través de un contacto en la Municipalidad de Lomas de Zamora. Julio Falcioni aceptó su incorporación al grupo y Osvaldo firmó un contrato por seis meses, con opción a renovar hasta diciembre. “Estaba muy agobiado con todo el ambiente y por cómo me habían tratado. Estaba sufriendo mi familia y estaba sufriendo yo. Me vinieron muy bien estos años para tomarme un respiro, alejarme de todo esto y volver con todas las ganas. Los periodistas respetan cada vez menos al futbolista, no se tienen que olvidar de que ustedes laburan gracias a nosotros”, lanzó en su presentación.
En Banfield superó sin problemas la revisión médica y todos los análisis realizados, tanto los de rutina como otros ordenados especialmente por el cuerpo médico del club, arrojaron resultados satisfactorios. Aquellos, se cree, ya eran tiempos de consumo. Osvaldo arrancó trabajando aparte y de a poco fue ganándose un lugar. Batalló contra las lesiones y llegó a sumar 45′ con Aldosivi y 16′ vs. River. Y luego la pandemia abortó sus planes. Se presentó al primer entrenamiento vía Zoom, pero con el correr de los días acusó motivos personales y ya no participó de las prácticas. Pasó dos semanas sin atender el teléfono y, tras recibir la intimidación del club, terminó rescindiendo su contrato.
Camino de sanación
“El vacío que plantea la finalización de la carrera es insustituible y es un duelo que hay que elaborar. Para muchos es normal y lleva entre nueve meses y dos años; para otros es patológico y deriva en todo tipo de adicciones: al juego, a las sustancias, al alcohol y a la compra compulsiva. Las adicciones reflejan duelos no elaborados”, explica Marcelo Roffé, licenciado en Psicología y máster en Psicología del Deporte que integró durante 15 años el staff técnico de José Pekerman. Especialista en coaching deportivo, Roffé trabajó en 17 clubes de diferentes países y trató figuras de la talla de Lionel Messi, Sergio Agüero, Javier Mascherano, Carlos Tevez, James Rodríguez, Juan Fernando Quintero y Radamel Falcao. En 2023 editó “¿Y después del retiro, qué?”, el 14º de sus 22 libros, que, inspirado en la muerte de Julio César Toresani, aborda esta problemática y también todo lo relativo al suicidio en el fútbol.
“La depresión es una enfermedad invisible y silenciosa que no necesariamente lleva al suicidio, aunque una depresión no tratada a tiempo puede derivar en una melancolía y esa melancolía, en un intento de suicidio, como ha sucedido, por ejemplo con el Morro (Santiago) García. Estos casos dan visibilidad a la salud mental en el fútbol, pero lamentablemente son noticia durante 24 o 48 horas y luego se lo olvida. Además, no existe un plan de promoción de salud mental a nivel gubernamental o que parta desde las instituciones que rigen al fútbol, ni en la Argentina ni en otros países”, detalla Roffé. Y plantea: “Osvaldo fue un futbolista reconocido, de elite, que triunfó en Europa, pasó por Boca y ganó mucho dinero. Pero ¿cuántos jugadores anónimos hay que atraviesan esta misma situación y nadie les presta atención?”.
De acuerdo a la investigación de Roffé, un porcentaje ínfimo de jugadores de fútbol llegan mentalmente preparados al final de sus carreras. El 43% de los exdeportistas entrevistados en su libro “¿Y después del retiro, qué?” admitió que le “costó mucho” el día después; casi la mitad. Roffé propone comenzar a abordar estas temáticas en Divisiones Inferiores, para que los chicos comprendan la necesidad de completar sus estudios y aprender un oficio o profesión que les permita tener una mejor calidad de vida ya sea después del retiro como futbolistas o en caso de que sus carreras se vieran frustradas.
En primera persona
Daniel Osvaldo y Claudio García se conocen desde hace más 20 años. Osvaldo y Daniel Omar, uno de los hijos mayores del Turco, fueron compañeros en Inferiores y en Primera División de Huracán; y el ídolo era el encargado de llevarlos a los entrenamientos. El exdelantero dejó de jugar en diciembre de 1999 en Independiente Rivadavia de Mendoza y un mes después, tras la muerte de su padre, comenzó a consumir cocaína. Reconvertido en conductor de TV, en octubre de 2023 lanzó su programa de streaming titulado “Lo del Turco”, donde conviven personajes del deporte, la música y la farándula. Osvaldo es un habitué del ciclo, que se emite por YouTube. Consultado por LA NACION, el exfutbolista de Huracán, Racing y la selección relató el infierno que vivió con las drogas y se refirió a la dramática situación que atraviesa Daniel Osvaldo.
“Yo empecé a drogarme de grande. Mientras jugaba, jamás probé nada. Pero el vacío que me generó el retiro, sumado a otros golpes que me dio la vida, me llevaron a caer en el consumo. Es muy difícil sobrellevar el día después. Un futbolista pasa 20 años repitiendo una misma rutina: desayuna, entrena, almuerza, duerme, sale a algún lado, cena y se vuelve a acostar. Y cuando eso se termina, el jugador no sabe qué hacer. Los primeros días la pasás bárbaro, disfrutás del tiempo libre y pensás: ‘ahora voy a hacer todo lo que tenga ganas’. Pero después de un par de semanas empezás a caminar por las paredes, te agarra una mezcla de angustia y desesperación. ‘¿Qué hago ahora?’, te preguntás. Y si no estás fuerte de la cabeza, no recibís la contención necesaria o no te dejás ayudar, corrés serio riesgo de caer en las adicciones”, reflexiona.
En 2008, Osvaldo Fernández, un amigo de la infancia, le dio la posibilidad de reinsertarse en el fútbol. Lo llevó como director técnico a Juventud Pueyrredón, el club que él presidía. Al Turco nadie le daba trabajo y Fernández apareció como un faro en medio de la oscuridad. Luego condujo a Independiente Rivadavia de Mendoza y a Talleres de Remedios de Escalada, hasta que en 2014 se sumó a las Inferiores de Racing. Hoy es captador de talentos de la Academia en el interior del país y brinda charlas motivacionales en la Fundación EIRA, entidad dedicada al tratamiento de adicciones de la que se fugó Cristian “Pity” Álvarez, excantante de Viejas Locas, en septiembre de 2023. El Turco, además, analiza presentar un proyecto en la Asociación del Fútbol Argentino para crear un área especializada que brinde asistencia psicológica a los exfutbolistas.
“A Dani (Osvaldo) lo noté bien las veces que vino a mi programa. Quizás algunos sabían del problema que venía teniendo y otros no. Pero lo importante es que tuvo el coraje de pedir ayuda y encima hacerlo delante de una cámara, cosa que no todos se animan a hacer, ni siquiera entre cuatro paredes. Me pasó a mí: no quería saber nada con hacer tratamiento y mi mujer me insistió tanto que me ganó por cansancio. Así y todo, no deja de ser una lucha diaria. A muchos exadictos te los cruzás por la calle y te dicen: ‘Acá estoy, peleándola, hace dos años que no tomo’. Y yo digo que el que realmente la está peleando es el que precisa ayuda y no la pide. Ése sí está jodido”, agrega. E insiste: “Siempre se está a tiempo de pedir ayuda. No importa cuánto hace que consumís. El tiempo se termina cuando vos te morís, antes no. La droga tiene tres destinos posibles: cárcel, hospital o cementerio. El cuarto camino es la vida, que es el que yo elegí”.
Qué importa del después
Actualmente, los jugadores profesionales que se encuentran en actividad pueden requerir asistencia psicológica gratuita mediante la obra social de Futbolistas Argentinos Agremiados. El área de salud mental está a cargo del psicólogo deportivo Matías Suar, y los jugadores pueden solicitar turnos hasta seis meses después de declarado su retiro. El problema viene después. Por un tema legal, Agremiados no puede brindar cobertura a jugadores que se encuentren fuera del convenio colectivo. Osvaldo, por ejemplo, disputó su último partido en Banfield el 16 de febrero de 2020, por lo que ya no podría recibir ayuda por parte del sindicato.
Agremiados, a su vez, ofrece desde 2016 un “Fondo Final de Carrera”, un beneficio de pago único y universal destinado a aquellos jugadores y jugadoras que registren un mínimo de ocho años de contrato y un máximo de 15. “Es una suma fija que les ha permitido a muchos exjugadores realizar obras en sus casas o comenzar algún emprendimiento, en especial a los muchachos que jugaron en el Ascenso”, detalla Sergio Marchi, secretario general de FFA. En 2022, por ejemplo, accedieron a este beneficio Fabián Cubero, Israel Damonte, Cristian Fabbiani, Pablo Ledesma, Marcos Aguirre, Matías Villavicencio, Sebastián Sciorilli, Nelson Benítez, Fernando Lorefice, Christian “Gomito” Gómez, Luis Salmerón, Pablo Álvarez, Germán Ré y Sergio Escudero, entre otros.
En la misma línea, Agremiados lanzó en 2023 la “Masterclass en Dirección Deportiva 360º”, una diplomatura organizada en conjunto con la Asociación del Fútbol Argentino y la Universidad Nacional de Tres de Febrero que tiene por objeto brindarles nuevas herramientas a los exjugadores para que logren desempeñarse en diferentes ámbitos vinculados al fútbol. Son dictados por exjugadores (Pablo Lugüercio en Asesoría Deportiva; Iván Moreno y Fabianesi en Coaching Deportivo, Daniel Vega en Contaduría) bajo la dirección ejecutiva de José Burtovoy y la dirección académica de Nicolás Burdisso. También se dictan talleres de oficios, aunque solo para chicos de Inferiores.
Por fuera de estas diplomaturas, ni la AFA ni la Liga Profesional cuentan con programas orientados a la salud mental de los exjugadores. En España, en cambio, la Liga de Fútbol Profesional dio comienzo en febrero de este año un proyecto interdisciplinario denominado “Preparados”, cuya principal meta es acompañar y preparar mentalmente a los futbolistas para afrontar su retirada deportiva.
“Desde que dejé de jugar al fútbol, he notado cada vez más la falta de oportunidades para reflexionar y reducir las tensiones y el estrés. Debemos seguir creando espacios para el desarrollo personal, permitiendo que los futbolistas reflexionen sobre sus sentimientos y crezcan en todos los aspectos: mental, emocional, espiritual y profesionalmente”, expone Lugüercio, miembro del proyecto “Wake up”, que ayudar a los deportistas a reconocer sus capacidades y reinventarse en un nuevo rol dentro del deporte. “Transité 20 años como futbolista profesional y 33 en el deporte. ¿Cómo no vamos a saber nada? Yo no quería ser técnico, no encontraba mi lugar. Y cuando descubrí que podía ayudar a otros a través de mis vivencias, me cambió la vida. Encontré un rol con el que pude revalidar mi experiencia. Y eso, para quien no tiene un plan fijo, es sanador. Te salva en momentos en los que no sabés qué hacer”, subraya.
River, Boca, Racing, Lanús, Talleres de Córdoba, Platense y Unión son algunos de los clubes de la Liga Profesional que cuentan con un psicólogo o psicóloga deportivos dentro de sus cuerpos técnicos. No son la mayoría, aunque, comparado con años anteriores, son cada vez más las instituciones que incorporan a su staff a profesionales abocados a la salud mental de los jugadores. De acuerdo a un relevamiento realizado por LA NACION, el retiro continúa sigue siendo un tema tabú en los vestuarios de Primera. En líneas generales, los futbolistas más experimentados son los menos propensos al diálogo. La vergüenza y la angustia que genera una situación tan traumática y dolorosa como el retiro los lleva muchas veces a transitar en soledad sus últimos meses en la actividad. En ocasiones es la familia del jugador la que detecta cambios en la conducta del futbolista y requiere intervención al área de Psicología de los clubes.
En Juveniles, la metodología de trabajo es bien distinta. En edades tan tempranas no se habla todavía del retiro, pero sí se organizan charlas vinculadas a la educación sexual y prevención de las adicciones, entre otras temáticas. Se parte de una certeza: un mínimo porcentaje de esos chicos tendrán la posibilidad de llegar a Primera. Pero todos deben estar preparados al momento de abandonar la activad. Además de la asistencia psicológica, se los impulsa a completar el Secundario y aprender idiomas y oficios.
En manos de Dios
Pedro Fabián Monzón fue un símbolo de los años 80. Jugador-hincha de Independiente, jugó diez temporadas y ganó cuatro títulos, incluida una Libertadores y una Copa Intercontinental. En 1990, su nombre recorrió el mundo al convertirse en el primer futbolista en ser expulsado en una final de Copa del Mundo. A esa altura, el Moncho ya sufría problemas de consumo. Al igual que Osvaldo, su adicción fue a las drogas y al alcohol. “Salí con la ayuda de Dios”, dice el actual DT de la Reserva del Rojo. Julio Grondona y Diego Maradona tuvieron mucho que ver en su recuperación. El expresidente de la AFA lo dignificó con trabajo. Lo llevó a jugar a Arsenal tras recibir una suspensión por doping en Santiago Wanderers, de Chile. Y luego lo contrató como DT de las Inferiores del Viaducto, donde formó, entre otros futbolistas, a Alejandro “Papu” Gómez.
Padre de cuatro varones y cuatro mujeres (Jonathan, Braian, Kevin, Damiana, María Luz, Florián, Azul María y Octavia), el Mocho llegó a vivir en la calle para que a sus hijos no les falte para comer. “Yo tuve un millón de dólares y un millón de amigos. Y cuando se me fue la plata, se me fue el millón de amigos”, sintetiza. “Lo más duro no es cuando no tenés nada, porque en ese momento vos no conocés otra realidad. Lo que te pega más fuerte es cuando pasás a tener todo y lo perdés”, concluye. Inmerso en la depresión, sin dinero y sin incentivos, Monzón pensó en el suicidio: “Después del fútbol sentía que mi vida no tenía sentido. Me habían sacado lo más preciado que tenía, junto a mis hijos. Un día salí de mi casa en Avellaneda y llamé a Maradona desde un teléfono público. Le dije: ‘Diego, tengo ganas de verte’. ‘¿Qué te pasa?’, me preguntó. Me notó mal y al rato me golpeó la puerta. Se sentó en el piso porque en mi casa no tenía ni sillas. Si le decía que quería matarme, Diego me hubiese agarrado a las piñas y yo no me hubiese animado a levantarle la mano. La charla con él me tranquilizó. Diego me salvó la vida sin saberlo”.
Para toda la vida
“A mí la psiquiatra me dijo que la depresión es una enfermedad que no se cura”, asegura, sin vueltas, Claudio Martínez Cabrera, uno de los mejores volantes centrales de los años 80. “Yo jamás me pude recuperar de la herida que significó el retiro. Durante años viví con ganas de pegarme la cabeza contra una columna de la Panamericana, aunque nunca me animé a pegar el volantazo”, confiesa el “Chacho”, quien hasta diciembre de 2023 se desempeñó como DT de la Reserva de Huracán.
Surgido de River, Cabrera brilló en el Globo y en Vélez, pasó por Boca y llegó a ser convocado por Carlos Bilardo en la previa del Mundial de Italia. Pero los problemas físicos no le permitió cristalizar ese sueño. En 1989 se sometió a una operación de rodilla que no parecía traer complicaciones. Le practicaron mala praxis y debió pasar otras 17 veces por el quirófano. Se despidió en 1997 en la B Nacional, tras un breve paso por Almagro y Arsenal, y hasta el día de hoy continúa en la lucha. “Hay que aprender a convivir con la depresión y tratar de que no se apodere de uno”, sostiene.
Padre de una psicóloga, para Chacho Cabrera hay heridas que no cicatrizan: “Entiendo lo que le pasa a Osvaldo porque yo pasé lo mismo que él. Perdés la autoestima, no querés salir a la calle, perdés las ganas de seguir viviendo”. Cabrera también es autocrítico: “La realidad es que nadie te prepara para el día después -dice-, pero los jugadores tampoco hacemos nada para prepararnos”. Por eso, desde su rol como formador, Chacho intenta explicarles a los más chicos que no todos llegarán a Primera, y que la vida va mucho más allá de lo que ocurre dentro de un campo.
Cabrera vive “tratando de ocupar el tiempo, haciendo cosas”, aunque “a veces cuesta levantarse”. A los 40 años se entrevistó por primera vez con una terapeuta. Le diagnosticaron “depresión profunda, con angustia”. Lo medicaron, pero ningún tratamiento resultó. Para el Chacho, y también para Osvaldo, la depresión es un rival que se enfrenta todos los días.
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