Simple, desgarbado y con un corazón gigante

SAN PABLO, Brasil.- Fideo, flaco, liviano, cae bien siempre y te llena...de fútbol. De contagiosa explosión. De talento enjaulado, suele rebelarse a los límites que le impuso la raya desde chico.

Tiene una picardía que nace en los rasgos graciosos de su rostro, transcurre en su cintura de baile y desemboca llena de caminos indescifrables en raíces de colores desparramadas por el césped. Así brillan sus gambetas y así la gente madrileña lo aprendió a conocer para luego, unánimemente, admirar.

Ahora izan su bandera de odas y adoración y se hizo inmune a cualquier duda o gesto del pasado. La bronca que le debía dar cuando la hinchada "colchonera" se apropiaba de "Mariposa Tecnicolor", de su paisano canalla y rosarino Fito Páez, magro y genial también.

Suelto, divertido y solidario, es la rueda de auxilio más talentosa que ha dado el fútbol argentino desde Burruchaga. Lo puede hacer todo: ala, carrilero, volante por izquierda y punta derecha. Pero no le pidan que haga todo junto porque el carbohidrato tiene un límite, que él, en su generosidad, no sabe ver. Sigue brindándose hasta diluirse.

Cuando nos encontramos, antes de Argentina-Rumania, en el vuelo Madrid-Bucarest, le pregunté por sus rabonas, sus caños y esas fantasías con que nos deleita y nos "mal acostumbró." Fideo no se escondió. "Dicen que los jugadores distintos siempre intentan cosas diferentes. Y si soy uno de ellos estoy obligado a hacerlo", se rió cómplice, como si estuviéramos en una ronda de mate en plena concentración.

Acaba de llegar a la cumbre de su carrera en un año glorioso que remontó con coraje y un nivel estratosférico. Fue determinante e incisivo y se impuso en el mano a mano casi siempre y contra todos. Cuando sus compañeros se cansaban, ahí aparecía Ángel para relevar. Cuando las piernas pesaban, ahí surgía para inventarse una galopada histórica como la de Lisboa, ciudad bendita para él. Con slalom de película, para después definir con lucidez de maestro ¡a los...ciento y pico de minutos! Lejos de la presión. Ese túnel que Miranda nunca le permitió no lo frustró. Sacó la lengua de los creativos para meter un tres dedos atrevido, de quien sabe que su derecha es de "apoyo" y no teme jamás al ridículo. La locura eterna merengue se desató en su apilada, fue de una afición que la pasó mal, estuvo afligida y festejará eternamente la Champions, esa décima... de segundos gloriosos.

Por si no le sobraran cualidades, Ángel tiene una pegada exquisita y soberbia. Sus disparos pueden ser tan repletos de variantes como de belleza estética. El interior busca el palo más lejano y el exterior busca el imposible, como en Portugal.

De los compañeros de pan y queso siempre elige con inteligencia. Por eso forma una dupla excepcional de picado de barrio con Marcelo. Se entienden sin mirarse y se divierten entre acrobacias eficaces.

Escribo y me emociono recordando a monstruosos socios por la izquierda (el Loco Berti, Killy, entre otros), pero no puedo dejar de imaginar cuánto hubiese disfrutado jugar con este crack también.

En la selección, fue creciendo sin fronteras hasta meterse a los hinchas en el bolsillo. Por sus asistencias, por sus goles, pero también, como marca nuestra historia, por su entrega total sin importarle si juega en La Paz o Roma. Es el termómetro del desequilibrio y la explosión hacia el más allá, para juntarse con los fantásticos bajitos.

Ángel puede pasar de volante a 9 en segundos y después acompañar al lateral contrario. Pero no debemos exprimirlo. Si no dejarlo resplandecer, con su repertorio fascinante. Es Ángel el que necesita cobertura y no al revés. Es una fuente de fútbol moderno y de monedas de oro cada vez que encara. Por eso Di María se ha doctorado en finales.

Es un orgullo que el Flaco sea argentino y que nos eleve en el mundo. Es una de las armas ya no secretas en las que se envuelve la esperanza de la selección y de un país sediento que jamás deja de alentar.

Ahí va uno de los mejores jugadores del planeta hoy. Simple, desgarbado y con un corazón gigante.

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