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Ricardinho, ese ganador indestructible que es récord mundial: 12.845 victorias
Largaron la cuarta carrera de ayer en San Isidro y Hope Glory tomó la punta. Una prueba sin mucho brillo, para yeguas apenas ganadoras de una carrera a sus cuatro o cinco años de edad. Pero para un jockey no hay diferencias. Se juega el físico sobre dos fierritos de plástico o aluminio, los estribos, igual que en un gran premio con los mejores caballos. Maneja las riendas y busca la táctica que mejor le viene a su caballo como si en el disco estuviera el gran triunfo.
En la montura de Hope Glory, Jorge Ricardo, carioca que en septiembre cumplirá 57 años, hizo lo que tenía que hacer: quedarse quieto, sin alterar a la yegua con algún movimiento que pudiera devenir orden equivocada. Después sí, en la recta final de la pista de arena ardiente por el sol implacable, Ricardinho empezó a pensar cómo contener a Ballado’s Queen, que con Adrián Giannetti en la montura venía degollando.
Entonces el cuerpo le discutió la certeza de los años al documento del brasileño. Como si las clavículas, un húmero, una muñeca, un codo, y tantos otros huesos jamás se hubieran quebrado, articulando como siempre los movimientos justos de brazos y piernas para que el montado entregara todo, para que no abandonara. Igual que él, Ricardo, que dejó atrás todo aquello y también un linfoma que lo marginó por cinco meses. El sistema linfático se recuperó, después de que le descubrieran la enfermedad cuando lo trataron por lesiones en otra caída, y Jorge siguió su camino.
Hope Glory ganó por medio cuerpo y el jinete llegó a su victoria 12.845. Resistió la yegua, como Ricardo, aquel garoto que quiso seguir los pasos de su padre, Antonio, excelente jockey. El que nunca se cansó de ganar en Gávea, el hipódromo de Río de Janeiro, donde su fama lo llevó a trascender en toda América del Sur con triunfos como el del Carlos Pellegrini de 1994 sobre Much Better, el crack con el que corrió el Arco de Triunfo, en Longchamp.
En 2006, luego de que el piloto ganara todo en su país, la crisis del turf brasileño y un generoso contrato con la caballeriza Rubio B., de Ricardo y Nicolás Benedicto, lo trajeron a las pistas en las que ya había sido temido y admirado (pocos deportes como el turf producen semejante fenómeno). Eran tiempos en que con Pablo Falero, Jacinto Herrera y Jorge Valdivieso conformó un cuarteto estelar. Un brasileño, un uruguayo, un peruano y un argentino, los mejores de esta parte del continente, reunidos cada semana en nuestros hipódromos principales.
La voracidad de Ricardo, el temperamento ganador que en la silla no reconocía otro estilo que el de buscar la manera de hacer rendir al máximo a su caballo, trascendió en Ascot y en Keeneland, Kentucky. Al Reino Unido llegó para la Shergar Cup, un campeonato de jockeys individual y por equipos que en 2008 lo encontró con el canadiense Russell Baze. Ya había empezado la puja entre los dos jockeys más ganadores de la historia y en Inglaterra promocionaron el certamen con los mejores pilotos europeos y americanos sobre la base del duelo entre ambos, que en esta ocasión estaban del mismo lado, en el team Resto del Mundo. Por entonces, el brasileño aventajaba a Baze en la estadística mundial.
Ese enfrentamiento le dio fuerzas a Ricardo. Baze, que competía principalmente en hipódromos de California, como Bay Meadows, se retiró en junio de 2016 y dejó su marca en 12.844 primeros puestos, una cifra convertida en obsesión para el brasileño. Fue el desvelo del gran competidor que, ya desvinculado de Rubio B., tenía que vencer unas 150 veces para alcanzar al canadiense.
Y en medio, o más bien detrás, quedaron jockeys legendarios, como el panameño (con campaña en Estados Unidos) Laffit Pincay Jr (9530 éxitos) y los estaodunidenses Billy Shoemaker (8833) y Pat Day (8803), superados por Ricardo y Baze hace tiempo. Vale mencionar que el uruguayo Pablo Falero, de 51 años, alcanzó los 9000 triunfos en septiembre pasado (la mayoría en Palermo y San Isidro) y sigue sumando.
“Ganar carreras es lo que me impulsa, lo que me hace ser lo que soy. Habría sido más lindo lograr el récord con Baze corriendo [hoy tiene 59 años]. Me había sacado mucha ventaja después de mi última caída y me costó alcanzarlo porque hoy en la Argentina compito contra los mejores jockeys y ya no tengo 20 o 30 años, aunque tenga un buen cuerpo y una buena cabeza”, comentó Ricardo al diario digital Latin American Thoroughbred.
Ayer, el hombre-récord tomó un micrófono después de la conquista inolvidable y se dirigió a un público más numeroso que el de cualquier miércoles en San Isidro, seguramente atraído por la inminencia del notable registro al que el carioca comenzó a acercarse en su querido Gávea. Allí había viajado el fin de semana para igualar la marca, tras lo cual regresó a nuestro país porque quería quedar en la historia aquí, donde consiguió más de 3500 de esas victorias.
“Gracias, obrigado, thank you”, comenzó, emocionado y feliz. “Es muy importante haber alcanzado esto acá, porque en 2006, cuando llegué, ustedes me recibieron con mucho cariño, con mucho amor, y me enseñaron lo que es la pasión por el caballo, por el turf. Acá conocí la verdadera pasión por este deporte. Es un honor y una gloria obtener el récord mundial aquí y quiero compartirlo con todos; aquellos que me ayudaron en el comienzo y los que me apoyaron hasta hoy. Les agradezco con todo mi corazón”, enunció.
Algunos de los colegas con los que Ricardinho comparte las asperezas y disfrutó las alegrías en tantas salidas a una pista (“perdemos muchísimas más carreras que las que ganamos”, solía decir el gran Valdivieso), como Giannetti, que le dio la mano apenas cruzó el disco de leyenda, y Juan Noriega, que lo abrazó en el estrado luego, fueron solamente un par de muestras visibles de lo que cosechó el brasileño ayer, tras cuarenta años de fatigar los hipódromos a triunfo limpio.
Más tarde, en la octava carrera, Gold Attraction le dio un punto más, para llevar a 12.846 el número mágico, que será inalcanzable por mucho tiempo. Y quizá nunca lo sea. Salvo que aparezca otro fuera de serie, uno ganador indestructible como Jorge Ricardo.
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