En Persuasión, Dakota Johnson es lo mejor y lo peor de este fallido regreso al mundo de Jane Austen
Persuasión. (Estados Unidos, 2022). Dirección: Carrie Cracknell. Guion: Ron Bass, Alicia Victoria Winslow, a partir de la novela de Jane Austen. Elenco: Dakota Johnson, Richard E. Grant, Cosmo Jarvis, Henry Golding, Nikki Amuka-Bird, Ben Bailey Smith. Duración: 107 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: regular.
La última novela escrita por Jane Austen, Persuasión, publicada en 1817, seis meses después de la muerte de la autora, es considerada una de sus obras más profundas, maduras y perdurables. La historia de amor, decepción y reencuentro entre la señorita Anne Ellliot y el capitán Frederick Wentworth contiene alguno de los pasajes más introspectivos y románticos escritos por Austen aunque los aires de melancolía y anhelo que recorren sus páginas la distinguen de sus perfectas comedias de modales como Orgullo y prejuicio y Emma. Sin embargo, aunque en menor medida que sus mencionadas antecesoras, Persuasión inspiró varias adaptaciones cinematográficas y televisivas que se esforzaron por captar su espíritu. El más reciente intento estará disponible desde hoy, en Netflix, una nueva versión protagonizada por Dakota Johnson como Anne Elliot, que despilfarra y malinterpreta la esencia de la novela para tratar de convertirla en algo que no se parece ni remotamente al original aunque contenga algunos pasajes textualmente trasladados de ella.
Dirigida por Carrie Cracknell, realizadora de extensa trayectoria teatral pero debutante en el largometraje y adaptada por los guionistas Ron Bass (La boda de mi mejor amigo) y Alice Victoria Winslow, la película presenta a una Anne vivaz, sarcástica y algo torpe que tiende a beber en exceso mientras suspira por el amor de juventud que dejó escapar cuando la persuadieron de que Wentworth (Cosmo Jarvis), un marino sin rango ni fortuna era demasiado poco para ella. Tomando las lecciones aprendidas de las heroínas de la comedia screwball (o disparatada) de los años 30 y 40, pero pasándolas por el tamiz de Fleabag, la serie y la heroína creada por Phoebe Waller-Bridge, la Anne de Johnson está tan lejos del maravilloso personaje de Austen como la actriz californiana del estilo de interpretación del elenco británico que la rodea.
Con innegable carisma y tempo para la comedia, Johnson es al mismo tiempo lo mejor y lo peor de una película repleta de traspiés. Por lado, su fotogenia ayuda mucho al comienzo de la trama cuando se trata de establecer las diferencias entre Anne y su vanidoso padre, Sir Walter Elliot, interpretado por el siempre disfrutable Richard E. Grant y la distancia que la separa de sus hermanas tan egocéntricas que ni siquiera se interesan en ocultar que lo son. Sin embargo, el recurso de mirar a cámara y romper la cuarta pared que tan bien funcionaba en Fleabag acá se agota rápido y lo que queda es un personaje que acumula todos los estereotipos de las protagonistas de las comedias románticas más perezosas y repetitivas. Obligada a ser la narradora, la heroína del romance y al mismo tiempo la encargada de la comedia física, Johnson no puede hacer mucho para dotar de coherencia a un personaje que dice las palabras de Austen con una intención completamente ajena al tono y el ritmo con el que fueron escritas.
Ya otras adaptaciones de la obra de la escritora británica se tomaron licencias con su prosa, el punto de vista y hasta la era en la que fueron ambientadas, pero lo que versiones de Emma como Ni idea o la más reciente Emma protagonizada por Anya Taylor-Joy o la excelente Orgullo y prejuicio de Joe Wright nunca perdieron de vista fue la esencia emocional del cuento, el corazón en el centro de las tramas ambientada en la Regencia. Una época en la que la sociedad le adjudicaba poco valor a las mujeres más allá de su capacidad de conseguir un matrimonio ventajoso. En esta adaptación las estrictas reglas sociales quedan en un lejano segundo plano por el despistado afán de modernizar la historia de origen. El experimento sale mal y el resultado está más cerca de un híbrido entre la liviandad de Bridgerton-y sus buenas intenciones de diversidad- y las estructuras tomadas de los cuentos de hadas clásicos pero vaciados de todo su encanto.
Así, aunque en la obra de Austen uno de los aspectos más interesantes es la exploración de los vínculos familiares con un especial interés en los lazos fraternos, aquí la lotería de hermanas del canon literario se parece demasiado al que le tocó en suerte a la Cenicienta. Más pérfidas y arrogantes que las hermanastras del cuento, las hermanas de Anne distraen con sus personalidades planas y sin dobleces, tan carentes de matices que ni las inmaduras Kitty y Lydia Bennet de Orgullo y prejuicio se hubieran animado a exhibir.
Si hay algo que aleja al film, al menos por unos minutos, del precipicio de su propia hechura es el esporádico uso de fragmentos no adulterados del texto de Austen que sirven como un recordatorio del motivo por el que se mantiene siempre vigente el interés por adaptarlo y al mismo tiempo subraya la oportunidad pérdida que resultó esta innecesaria nueva versión de la clásica novela.
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