La canción que le trajo mucha suerte a Stevie Wonder, pero también una maldición que pudo terminar con su vida
Con “Superstition”, el músico logró el mayor éxito de sus primeros años de carrera, la independencia artística y el elogio de sus pares, como los Rolling Stones, que no tuvieron problemas en ser el número de apertura en una gira de Wonder
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Como tantas de su generación, la cantante de R&B Macy Gray creció mamando el soul de Motown Records, con Aretha Franklin como ídola absoluta. Y del lado masculino, Stevie Wonder. En 2012 pateó el tablero con la regrabación completa del disco Talking Book (1972), uno de los clásicos de Wonder. Allí versionó “Superstition” con un toque soft, sin el riff original ni estridencias de ningún tipo: su voz rasposa y como salida de una caverna propiciando un viaje hacia un laberinto algo psicodélico. “Es una carta de amor más que un homenaje. Nunca antes había oído hablar de la remake de un álbum entero. Pensé en intentarlo”, dijo aquella vez en la promoción del disco la ganadora de múltiples premios Grammy, siendo “Superstition” una versión muy diferente del tema original. Y, hasta hoy, una de las más originales que se grabaron desde que Stevie lo convirtió en un éxito del groove.
Octubre, 1972. Un ritmo funky arrolla los primeros puestos de las radios norteamericanas. “Superstition” era el primer simple del disco Talking Book, el álbum número 15 de un Stevie Wonder que con 22 años, inmensamente prolífico, volvía a alcanzar la cumbre. Era un hombre orquesta: tocaba casi todos los instrumentos, escribía los temas y los cantaba. Y, además, ya no estaba sólo en los oídos del soul y el R&B. Los rockeros empezaron a hacerle un lugarcito. Meses antes, Stevie había estado de gira con The Rolling Stones. El S.T.P (Stones Touring Party), a mediados de 1972, no había sido una gira fácil. La prensa calificaba a los Rolling como “desenfrenados y violentos”, y los conciertos en el Madison Square Garden cerraron el tour, con Stevie como soporte y, además, como cantante junto a los Stones en algunos temas. En vivo, Stevie descollaba y su presencia como símbolo de la black people era una bocanada de libertad en el quiebre de la supremacía blanca en la música a gran escala comercial.
Pero al joven prodigio le faltaba un cimbronazo. Su carrera era meteórica, arrasadora. De niño ya tocaba el piano, la armónica y la batería, y se destacaba en los coros de la iglesia de su barrio. Cuando tenía once años fichó para la discográfica Motown, que lo bautizó como “Little Stevie Wonder”. Berry Gordy, el director del sello, se deslumbraba con su talento pero no podía obtener el éxito que tanto quería para romper el mercado. Y eso que a sus trece, Stevie Wonder obtenía su primer número uno, con “Fingertips (part 2)”, la primera canción en vivo de la historia en llegar a lo más alto en las listas de ventas. Era sólo el comienzo de una factoría de hits, aunque restaba un tiempo para el más encumbrado de todos: “Superstition”.
Durante los 60, Little Stevie obtuvo una enorme cantidad de éxitos propios -”For Once in my Life”, “My Cherie Amour” y “Signed, Sealed, Delivered, I’m Yours!”, entre otros-, pero todos los críticos coinciden que el mejor período de su carrera transcurriría en la década siguiente, cuando Stevie Wonder dejó de ser Little, se hizo mayor de edad y optó por desafiar a Motown dejando vencer su contrato y llevándose el millón de dólares que le correspondía cuando cumpliese 21 años. Su movimiento le garantizó un control total de su producción: utilizó el dinero para grabar los discos como él quería y se los ofreció luego a Motown, exigiendo total libertad artística para firmar un contrato de 120 páginas que sentó precedente. Con Music of My Mind (1972) arrancó su mejor etapa, consolidando las tareas de productor, compositor y arreglista, y bajo una autonomía creativa que experimentaba mayoritariamente con el uso de los sintetizadores.
Un torrente musical que superaba límites, como sacar más de un disco por año, algo que hoy parece una exageración pero que en su circunstancia hablaba de un fantástico sentido del arte. En efecto, Talking Book (1972), hoy en la lista de los 500 mejores discos de la historia, fue una de las obras maestras de Stevie Wonder, que tocó casi todos los instrumentos y decoró superficies pop con sintetizadores de todo calibre. De hecho, en una primera escucha, lo que se cree como una línea de bajo eléctrico en realidad es un bajo de sintetizador que grabó en un mini Moog. Pero hubo otro instrumento, en rigor, que se transformó en su arma secreta: el clavinet Hohner, un clavicordio eléctrico utilizado en el funk y la música disco. En el clavinet Hohner desplegó el formidable riff de “Superstition”, uno de los riff icónicos jamás grabados con el que pasó definitivamente a la eternidad y que superó otras gemas del disco como “You are the Sunshine of my Life”, una suerte de bossa nova que fue cantada por Frank Sinatra y Ella Fitzgerald.
“Superstition” gustó a todo el mundo y marcó un punto de inflexión en su carrera. Además de híper famoso, Stevie Wonder se convirtió en el artífice de un nuevo sonido llevando el funky a su máximo esplendor con lo tecno. Fue así que en la ingeniería musical, el clavinet Hohner fue filtrado a través de TONTO, como bautizó a su sintetizador estrella, el más avanzado del mundo y también el más grande: una máquina circular de dos metros de altura que podía extenderse a ocho metros de diámetro y pesar una tonelada. Los medios de su época no lo dudaban: con su nuevo hit bajo el brazo, Wonder estaba inequívocamente en la cima del mundo, alcanzando a Frank Sinatra en el récord de premiaciones en Estados Unidos.
“A ‘Superstition’ lo veo como una reinvención de Caravan, de Duke Ellington. Porque el swing del riff, que a su vez es la base, se vuelve una melodía muy especial. Alguien dijo que amaba tocar en Argentina porque la gente corea los riffs y los solos. ‘Superstition’ tiene una base que podríamos corear en un estadio. Como ‘Caravan’. Como ‘Seven Nation Army’, de White Stripes. Como el bajo de Paul McCartney en ‘Come Together’. Que un motivo rítmico se vuelva una melodía, yo creo que es ahí donde hay que buscar lo tribal, lo más antiguo de la música”, comenta el escritor Edgar Scott sobre el tema. Scott escribió el libro Por qué escuchamos a Stevie Wonder (Gourmet Musical, 2020), donde enfatiza: “A él lo escuchamos como si fuera Elton John, con sus grandes éxitos. Es un señor gordo que tiene canciones de amor, y que las escucha cualquier familia en el auto o en el supermercado”.
Otro capítulo de “Superstition” fue su asociación con Jeff Beck. Después de su gira como telonero de los Rolling, Stevie invitó en su estudio a artistas como Jeff Beck, Ray Parker Jr. y David Sanborn, saxofonista de David Bowie. Al salir, el álbum Talking Book rompió tendencias: fue uno de los primeros de R&B capaz de atraer a una audiencia más rockera. En la portada, Stevie había escrito un texto en braile: “Esta es mi música. Es todo lo que tengo para decirte cómo me siento. Sé que tu amor hace mis canciones más fuertes”. De inmediato, “Superstition” empezó a escucharse en las discotecas y en los conciertos como una joya atemporal, con su hipnótico ritmo que despertaba un inevitable sacudón de los cuerpos.
Según se reconstruyó luego, en la elaboración de “Superstition” Beck realizó primeramente un ritmo en la batería y, en simultáneo, Stevie se sentó en su clavicordio electrónico. El presidente de Motown escuchó el demo y no quiso demorar la grabación. La polémica es ciertamente conocida: originalmente, después de terminar la canción, el plan era que Beck lanzara su versión en primer lugar, sin embargo el gurú de Motown, Berry Gordy, intuyó que allí estaba el éxito que quería para su niño maravilla y no pudo esperar más. Así que la versión de Beck llegó después, en el álbum Beck, Bogert & Appice. Pareció ser que, por un tiempo, el guitarrista británico quedó con cierto recelo, algo que se subsanó años después, cuando Wonder le cedió algunas piezas instrumentales como “Cause We´ve Ended As Lovers” y entonces recompusieron la amistad. De hecho tocaron juntos varias veces el tema, en legendarios conciertos como el del 25 aniversario del Salón de la Fama del Rock and Roll en 2010.
La letra de la canción no es tan potente como su música aunque tiene un tono cool, pegadizo. Allí se describen supersticiones populares que circulan en la tradición oral: la superstición no es el camino, decía Stevie, recomendando evitar creencias que están en el imaginario como pasar por debajo de las escaleras, y hablando también del padecimiento de siete años de mala suerte y espejos que se rompen por maldiciones. La voz se dividió en dos partes, cantando diversas secuencias de melodía y armonía. En 1973, bajo un irrefrenable ascenso, “Superstition” encabezó el Billboard Hot 100. “Cuando crees en cosas / Que no entiendes / Es entonces cuando sufres”, cantaba Stevie Wonder. Y en los escenarios hubo una devolución de gentilezas: The Rolling Stones fue la única banda que Stevie Wonder llevó para que abriera sus conciertos, durante su gira en 1973 llamada “Superstition Tour” y en la que los Stones presentaban Exile On Main St. Y en el medio, ocurrió una fatalidad. En el verano de 1973 Stevie sufrió un accidente de tránsito, estuvo delicado de salud y en coma durante varios días. Perdió el olfato, por lo que a partir de allí contó con otro sentido menos -se sabe que Stevie Wonder no ve nada desde su sexta semana de vida-. Al poco tiempo, sin embargo, la máquina wonderiana se recuperó y fue su época más gloriosa tras la consecución de 14 Grammys.
La canción “Superstition” sigue siendo analizada como ejemplo en la musicología de cómo se puede producir un tema de calidad y de éxito con sólo unas pocas pistas bien ordenadas. En la mezcla original, había 16 pistas en la cinta analógica de dos pulgadas, distribuidas de la siguiente manera: 8 pistas entremezcladas de Clavinet, 1 pista de bajo, 3 pistas de batería, 2 pistas de voz y, finalmente, sólo 2 pistas en estéreo de los metales, interpretadas magistralmente por Steve Madaio y Trevor Laurence. Algunas, incluso, con la utilización de un pedal wah-wah que recordaba a la guitarra de Jeff Beck. Y párrafo aparte para la grabación de la batería que arrancó primero con un bombo y se extendió a las otras partes, como el charles, logrando un ritmo funk en una clase magistral.
En noviembre de 2004, la revista Rolling Stone ubicó la canción en el puesto 74 en su lista de 500 mejores canciones de la historia. Versionada además de Macy Gray por The Jackson Five, Prince y UB-40 como también por el grupo español M-Clan, entre los argentinos ha sido interpretada por Javier Malosetti y mimada en un cover por Soda Stereo en Lima bajo la mítica gira Me verás volver, de 2007. En el campo del jazz deslumbró la versión de Ahmad Jamal, que con su toque místico llevó el tema a las alturas de la improvisación en la maestría del piano electrónico. Tan magnética como la versión prendida fuego de Stevie Ray Vaughan, capaz de darle una lírica de blues en voz y guitarra a unos arreglos que mareaban la pista en sus conciertos en vivo.
“Superstition” se sigue escuchando hoy como testimonio del poder del ritmo, que operan en diferentes escalas de tiempo, todos unidos, para crear una canción brillante. Y Stevie, imperecedero, con su increíble tono vocal, ese don para el embellecimiento melódico con el que reescribió la historia del soul. Activista de los derechos de los negros y figura central de la música popular norteamericana, el niño maravilla se convirtió en un océano creativo, un extraordinario artista que abrió caminos inéditos en el mundo, capaz de influir tanto a Sting como a Daft Punk, a sesionistas de jazz como a compositores clásicos bajo ese combo de ritmos africanos, funk lisérgico, teclados volcánicos y baladas espaciales que tanto adoran los raperos y los majestuosos del pop: un antes y un después en la música negra.
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